Dos poetas
Por Efraim Castillo
1. Mateo Morrison:
En la poética de Mateo Morrison convergen dos opciones que, absorbiendo el
lenguaje, lo oponen a la vida y lo transforman en poema: una es la clara
evasión de toda emoción, y, la otra, un sosegado esmero donde la reflexión se
torna negación, oposición, sospecha y trampa. Y a partir de ese aparente caos
moldeado por la absorción, la transformación y la reflexión, Morrison construye
la evocación de un pasado que no vivió, pero que sí apreció desde la pesadilla
del batey y la periferia urbana (sustancias vitales en el discurso de la
creación anexa al cocolismo), arribando a la estrategia vital de pluralizar lo
evocado, partiendo del yo como sujeto del recuerdo:
Ensillaré el caballo que derribó a mi abuelo
quien trató de escapar de los grilletes de la esclavitud…
Ahora sí me voy, orillando los polos, el del Norte y del Sur
en un navío de árboles
Me iré en ese tren en el cual las miradas
de quietos pasajeros te hacen sentir distinto…
Ensillaré el caballo que derribó a mi abuelo
quien trató de escapar de los grilletes de la esclavitud…
Ahora sí me voy, orillando los polos, el del Norte y del Sur
en un navío de árboles
Me iré en ese tren en el cual las miradas
de quietos pasajeros te hacen sentir distinto…
Como en el Norberto James de Los inmigrantes, Mateo Morrison separa en Pasajero
del aire discurso y lengua y, como voz, se opone a la historia, interrogándola,
añorándola y convirtiéndola —junto a él— en sujeto y ritmo.
2. Pastor de Moya
En Alfabeto de la
noche Ramón
Pastor de Moya,
como navegante del recuerdo, se recuesta en la nostalgia, en esa figura que
doblega el olvido y se regodea en él. Y es a través del tránsito donde la
certidumbre es sometida a la tortura de la memoralidad, del acecho frenético de
lo sublime y lo pecaminoso, donde Ramón se deshace negando las sospechas,
cayendo en la sensualidad del goce erótico y embriagándose de la nostalgia para
trucarse, doblarse y convertirse en ese otro que habitó el pasado. Porque, ¿qué
sucedería con los sueños inconclusos, esos que se escapan en las madrugadas y
la memoria los olvida? ¿Cómo romper los esquemas advenedizos, las trampas
cotidianas, los efluvios del poder?
La nostalgia —en Pastor— es un velo, una amalgama de epifanías, un ensamble de sonidos recordando a Vivaldi. Sí, Pastor es un talentoso cabalgador de las brisas, un miembro orgulloso del club de la nostalgia.
La nostalgia —en Pastor— es un velo, una amalgama de epifanías, un ensamble de sonidos recordando a Vivaldi. Sí, Pastor es un talentoso cabalgador de las brisas, un miembro orgulloso del club de la nostalgia.
Por eso puedo enunciar que este Alfabeto de la noche es lengua trepidante, lengua tan certera y holística como un verbo circular y transformador de esencias; como un gemido de agonía atrapado en la anti-historia y lo opuesto a los signos; como un silbido arremolinado en el arcoíris. ¡Sí, como un alarido convertido en poema!
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