Percepción/Apercepción
Por Efraim Castillo
En los sondeos de
opinión pública que se realizan para determinar las predilecciones de los votantes
en los torneos electorales, la futurología y la lucubración juegan un papel protagónico.
Y lo juegan, porque exceptuando a los militantes de voto duro —cuya preferencia
está atada al partido—, el azar de las muestras cubre mayormente a ciudadanos
apartidistas que guían sus favoritismos a través de la percepción. Y aquí se
cuela y entra en juego el aforismo de Nietzsche de que “no hay hechos sino
interpretaciones” (1886), porque los flujos perceptivos son procesos de cambios
continuos y dinámicos que varían de acuerdo a los inputs sensoriales. Es decir,
la percepción no determina lo absoluto —lo determinado— en el sistema cognitivo
del votante.
Pero, no obstante, el
vocablo percepción es, posiblemente, el vocablo sagrado en los procesos
electorales, sobre todo durante las coyunturas en donde se avecinan los cambios
posicionales de gobiernos y administraciones; acentuándose como predicción antes
de finalizar los conteos de votos. Así, el vocablo percepción abre llaves e
impresiones en la mente del elector.
Joseph Napolitan
(1929-2013), el hombre que creó la profesión de asesor político y, por lo tanto, la persona reconocida como el
padre de esa actividad, en su libro Cómo ganar elecciones (1994) enunció que el
“candidato podrá tener cuatro cardenales y dieciséis obispos que
testimonien su honestidad, pero si la gente continúa creyendo que es
deshonesto, no podrá realizar la obra de gobierno, [debido a que] la percepción
es más importante que la realidad”.
(Esta aseveración de Napolitan
conforma el capítulo 17 de su libro y está refrendada por una exitosa
experiencia de consultoría política que llevó a la presidencia a John F.
Kennedy, Lyndon Johnson, Valery Giscard d’Estaing, Ferdinand Marcos, Boris
Yeltsin y Oscar Arias, entre otros; amén de a decenas de senadores y
congresistas a ocupar curules en el congreso norteamericano.)
Pero, ¿es irrefutable la
afirmación de Napolitan acerca de que la percepción opera una impresión del
candidato que enmascara la realidad y no puede ser revertida? Eso podría ser
cierto si no existiera ese otro vocablo, apercepción, que para Immanuel Kant (siguiendo
a Leibniz) determina que “es el acto
fundamental del pensamiento, la concepción primaria de las formas a
priori o formales que el entendimiento añade a la materia de la
experiencia subjetiva” (Crítica de la razón pura, 1781-87). Es decir, la
percepción primaria es una experiencia subjetiva que puede transformarse
mediante la apercepción, en donde lo percibido se filtra a través de la
conciencia y se convierte en pensamiento, en conocimiento.
Por eso,
no existe un dictum que legalice la
percepción como una impresión inevitable, por lo que puede revertirse en lo
contrario de los inputs que la conformaron. Edward Bernays Freud (1891-1995), creador de la
propaganda moderna y cuyo libro, Propaganda, influyó en las estrategias
comunicativas de Joseph Goebbels, explicó que es posible realizar cambios
perceptivos a través de una “manipulación consciente e inteligente de los
hábitos que moldean las mentes y definen nuestros gustos” (Propaganda, 1928).
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