VIDA Y MUERTE COMO TRASCENDENCIA
Por Efraim Castillo
(Un adiós a mi cuñado, compadre y amigo Francisco
Lluberes Sánchez)
La muerte nos iguala a
todos. Lo único que nos diferencia es la vida, la vida vivida, la vida franqueada
y luchada, la vida consumida como un círculo donde las trampas, las zancadillas
y las sacudidas del azar se dejan atrás para salir indemne, tal como la vivió
mi entrañable cuñado, compadre y amigo, Francisco Lluberes Sánchez, a quien la
muerte podría igualarlo a cualquier mortal, pero cuya vida consagrada a sus
hijas y familiares lo catequiza como un ser bendecido, como un ser para el que
la muerte —esa oscura señal de finitud—, no ha sido más que un trascender hacia
la plenitud de sus recuerdos.
Francisco Lluberes Sánchez
Sí, la muerte —como una
consecuencia— nos iguala a todos, confirmándonos que somos mortales como
Sócrates, como Leonardo, como Shakespeare, como todos los conquistadores de
mundos y doncellas y, por lo tanto, destinados a morir. Pero lo que nos
diferencia es la vida, lo alcanzado en la vida, y que nos conduce siempre hacia
caminos de luces y sombras. Y es allí, en esas encrucijadas donde los hombres
como mi entrañable cuñado, compadre y amigo, Francisco Lluberes Sánchez, saben
transitar entre los senderos donde la honradez y la compasión se abren a la
eternidad.
Octavio Paz tiene uno de los enunciados más precisos sobre el vivir y el morir. El poeta mexicano expresó que “la muerte es intransferible, como la vida. Y si no morimos como vivimos es porque realmente no fue nuestra vida la que vivimos”.
Pero Francisco Lluberes Sánchez sí vivió para descubrir la totalidad de los deleites, esos gozos que se manifiestan en las reuniones familiares, donde hijos, nietos, hermanos y amistades logran la magnitud de los júbilos, los afectos y cariños de los amores compartidos, a través de convivencias y apegos. Porque Francisco fue un polo donde convergieron pasiones, deseos y gratitudes; porque Francisco fue un ejemplo-a-seguir, una antorcha, un visionario que supo entender en vida lo que sería su recuerdo, su presencia después de la muerte. Un recuerdo de vida que vibra a través de sus hijas, de sus yernos, de sus nietos, de sus familiares y sus amigos.
Efraim Castillo y Francisco Lluberes
Sí, la muerte nos iguala a
todos. Pero nos diferencia la vida que vivimos, y esa vida de compasión, de
humildad y amor a toda prueba fue lo que hizo de Francisco el hombre
trascendente, el hombre íntegro y solidario que fue.
Adiós, Francisco Lluberes
Sánchez, mi cuñado, mi compadre y mi amigo. Aunque te has ausentado de la vida,
tu espíritu siempre estará con nosotros a través de tu apasionamiento por el
béisbol, por la justicia y la verdad.
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