Octubre 2, 2011.
Estimado Freddy:
¡Qué certera, sensible e inquisidora estuvo tu columna del jueves pasado, dedicada honrosamente a la familia Perelló!
Lo de certera, porque resumiste el fondo esencial del verdadero significado de filantropía, que no es más que “demostrar amor desinteresado a la humanidad” y, en este ejemplo específico, a Baní, el lar nativo de los Perelló.
Lo de sensible, porque como conocedor que eres de los componentes de esa prestigiosa familia y, sobre todo, por su ascendencia inmediata, Don Masú Perelló, haz comprendido que ese gesto de entregar e integrarse plenamente, no sólo a un pueblo como Baní, sino también a una región que, como el Sur Dominicano, requerían de una institución exploradora y canalizadora de sus raíces culturales, obedeció al sagrado compromiso de devolver lo abrigado entre los más insondables afectos.
Lo de inquisidora, estimado Freddy, porque tocaste con el filo de lo sociológico, las vergüenzas de todos aquellos que, tras enriquecerse en sus terruños, han rehuido los compromisos humanitarios de “devolverles” —aún con pequeñas limosnas— el agradecimiento de haberlos prohijado. ¿Te imaginas la larga hilera de riquezas extraídas por comerciantes, personeros, truhanes y farsantes a este extraordinario país y qué pocos ejemplos de devolución filantrópica registrados? (Desde luego, las pocas excepciones cabrían y sobrarían en el puño de una mano: la de los León, en Santiago, la de los Bludhorn, en La Romana, y ahora, esta de los Perelló en Baní).
La filantropía, que nació para competir con el alma pura del cristianismo primitivo, cuyos seguidores entregaban —más allá de cuanto poseían— sus propias vidas en aras de la Fe, se integró definitivamente a esta maravillosa doctrina, porque dar, devolver y comprometerse, tras la ruta recorrida de una exitosa administración comercial o intelectual, no es más que una maravillosa simbiosis entre el Ser, la Sociedad y Dios, porque es allí, en el ”dar”, en el “devolver” y en el “compromiso” donde se asienta lo mejor de esa “democracia directa” tan soñada por Hanna Arendt.
Con mi felicitación por tu artículo también va la mía hacia los Perelló.
Efraim Castillo
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