domingo, 25 de octubre de 2020

PUBLICIDAD Y CORRUPCIÓN

 

Publicidad y corrupción

Por Efraim Castillo

Más allá de los kickbacks de Odebrecht, esos azarosos sobornos que desgraciaron al país y enriquecieron a delincuentes que aún caminan airosos por nuestras calles, están los tenebrosos tejemanejes instaurados desde la publicidad/propaganda estatal, que se convirtió en una fiesta de miles de millones de pesos para beneficiar a ministros y burócratas palaciegos y a las llamadas bocinas, y cuyo dispendio, libre de supervisión, se manejó de acuerdo a los vaivenes de una estrategia propagandística sui generis, en donde el danilismo creía estar por encima de la nación, emitiendo mensajes destinados a encumbrar obras construidas o en construcción, surgidas casi todas desde contratos amañados. O sea, la publicidad —utilizada principalmente como propaganda— se convirtió durante el danilismo en una maldita fuente circular, en un feedback que producía y realimentaba un sistema altamente corrupto. 

La publicidad y la propaganda, cuando proceden del Estado, se han prestado siempre a esos juegos sucios, en donde sobresalen los publicitarios que se enganchan a la profesión sin tener una verdadera vocación y practican el oficio como un negocio para enriquecerse. Esto ya lo había escrito hace más de cincuenta años en la revista Ahora, cuando publicaba la columna semanal Pulso Publicitario, para la cual tuve que adoptar el seudónimo Carlos Trigo debido a las denuncias que hacía. En mis artículos referentes a la corrupción publicitaria denuncié los modus operandi de ese método delincuencial para abultar y disfrazar presupuestos [tanto estatales como privados], los cuales parten desde lo que conocemos como el anuncio, que es la unidad informativa contentiva del mensaje y que, tal como enunció Marshall McLuhan en Understanding Media: The extensión of Man [1964], “es el objeto vital de la comunicación”.

Pero, ¿cómo opera la corrupción estatal a través de la publicidad/propaganda? Este sistema publicitario delictivo tiene cuatro vertientes: 1. Cuando el presupuesto se destina a ocultar obras basadas en contratos delictivos, alabándolas como beneficiosas e imprescindibles con el fin de  aumentar la inversión, permitiendo reforzar el núcleo creativo con mentiras [como aconteció con el acueducto de la línea noroeste, las plantas generadoras Punta Catalina, la autopista del coral, etc.]. 2. Cuando se abulta el presupuesto con ítems innecesarios apoyados en la complicidad, o de una agencia o de un soporte [televisión, prensa, radio, influencers, etc.]. 3. Cuando se adulteran los cargos por creación, investigación, talento, asesoría, etc.; a veces, estos modos operativos se combinan de la misma manera que en la mercadotecnia, estableciendo mezclas que responden a las intenciones del fraude programado [es bueno señalar que la postmodernidad, aunque sosteniéndolo como base, ha superado los alcances del clásico marketing mix, inyectando a la mezcla factores emanados desde una cibernética en permanente cambio]. 4. Con la utilización de brókeres —a manera de testaferros— que compran los contratos a los medios con dineros provenientes del mismo mecanismo corrupto.

Pero, ¿se adecentará la publicidad/propaganda del Estado en este anunciado gobierno del cambio? ¿Podrán vencer la tentación de pescar en ese océano de billetes de banco los encargados de ejecutarla?

domingo, 18 de octubre de 2020

CULTURA Y CAMBIO

 

Cultura y cambio

 

[A mi admirada amiga Carmen Heredia Vda. Guerrero, a quien le pido cuidarse de algunas hienas que la rodean]

 

Por Efraim Castillo

 

No hay que asustarse con el vocablo cultura. La cultura es un cúmulo de entornos artificiales, de hallazgos y luchas; de combates ganados a una naturaleza, o siempre hostil, o siempre espléndida, pero continuamente apta para brindarnos lo bueno y lo malo que encierra. Por eso, desde el australopitecus al homo sapiens —en un tránsito de más de un millón de años cargado de glaciaciones, violentas hambrunas y peligrosas migraciones— el ser humano tuvo que prevalecer con el mazo y el fuego como estandartes; todo para formarnos como somos hoy, como seres humanos con modos de vida construidos y aposentados por geografías que guiaron sus establecimientos. De ahí, a que cada etnia haya desarrollado caracteres y singularidades emanados desde su hábitat. Y esa lucha y adaptación es la que ha fundado y modelado a los sujetos y sus existencias, a sus culturas.

 

Pero en esa vasta cronología de espantos, destierros y hallazgos, surgió como una luz la palabra, y la palabra marcó un antes y un después, estableciendo los procesos que han transformado la vida, ya que como enuncia Henri Meschonnic, “es el poema [la palabra] lo que hace que esta vida se transforme y que el lenguaje se transforme mediante esta vida” [Manifiesto por un Partido del Ritmo, 1999]. O sea, que el lenguaje es quien nos define y señala como somos, a través de un continuo perenne. Los griegos, que convirtieron lo abstracto en concepto mediante el asombro, asentaron la transición de valores inculcados en la educación, en la transmisión de lo heredado con la paidéia, el proceso para arribar a la areté, a la construcción del hombre virtuoso, perfecto. Para explicar mejor este discurso, Marco Tulio Cicerón, dos años antes de ser decapitado por Marco Antonio [45 a. C.], lo tradujo en Tusculanae Quaestiones como cultura animi [cultura autem animi], porque “la cultura del alma es la filosofía y es ella quien extirpa radicalmente los vicios”.

 

 Marco Tulio Cicerón


Cicerón creó una matriz del viejo vocablo indoeuropeo kwel y ese paradigma viajó hasta el Siglo XVI [1515], cuando fue documentada la palabra cultura con múltiples acepciones [diccionario crítico-etimológico de Corominas] y en 1729 la RAE ofreció sólo tres, entre las cuales sobresalió que cultura es “metafóricamente el cuidado y aplicación para que alguna cosa se perfeccione, como la enseñanza en un joven, para que pueda lucir su entendimiento.”


 Carmen Heredia Vda. Guerrero


Y esto lo escribo porque Carmen Heredia Viuda Guerrero —nuestra Ministra de Cultura y amiga de toda la vida— sabe que es desde la cultura donde el cambio es posible y tiene el conocimiento y la destreza, además, para enderezar los entuertos de sus predecesores, los cuales manejaron ese ministerio ignorando la importancia de la palabra y la magnitud de los múltiples entornos que han estructurado al sujeto dominicano, permitiendo así que se pierdan asombros y creaciones debido a los múltiples espectáculos y fusiones que los ahogan.

 

domingo, 11 de octubre de 2020

SOBRE SANTOS Y RUMORES

 

Sobre santos y rumores

Por Efraim Castillo

1. Ha nacido un santo

¡Aleluya, Señor, ha nacido un santo! ¡Ha nacido el hombre que República Dominicana esperaba desde que Duarte partió hacia la eternidad! Sí, la Patria necesitaba un hombre como Lisandro José Macarrulla Tavárez, quien ha proclamado que “donará su salario como funcionario [Ministro de la Presidencia] en vista de que su patrimonio le permite vivir sin tocar las arcas del estado”; una disposición que es necesario aplaudir de pie, ya que con esta acción Macarrulla entra a un sagrado espacio que lo convertirá en inmortal y derribará del trono de la filantropía nacional al padre Billini y su lotería para los pobres. Y tengo que decir esto porque me había construido —como mal pensado que soy— una imagen falsa de este santo varón, donde lo vinculaba a los peores intereses de la hegemonía empresarial del país, la cual tiene como meta el achicamiento total del Estado y confinarlo al rol de fiscalizador y árbitro maniatado del desenvolvimiento económico.

 Lisandro Macarrulla

Sin embargo, almaceno algunas sospechas sobre esta publicitada generosidad, tal vez influenciado por los múltiples ejemplos de falsos altruismos que registra nuestra historia, los cuales están hiperbolizados en las tretas de Trujillo, que engañó la nación mediante donaciones que provenían del mismo fisco, un viejo truco que Walt Disney inmortalizó con el Rico McPato —el tío millonario del pato Donald—, quien regalaba dinero en la mañana y en la tarde lo obsequiado volvía a él.  

2. El rumor como estrategia

Si algo positivo surgió de la extensa corrupción peledeísta fue la solidificación del sujeto dominicano, cuyo cimiento gnoseológico —esculpido por la osadía, el miedo, la visión de futuro, la incertidumbre y una religiosidad inculcada folclóricamente—, se robusteció con esos robos, estafas y engaños, haciendo posible que las sospechas sobre el accionar de nuestros políticos se activara constantemente. Por eso, el pueblo ha comenzado a establecer como una estrategia del PRM para ganar imagen, los rumores que se hacen circular desde las esferas oficiales sobre subidas de impuestos, privatizaciones, supresión de la regalía pascual y otros, contradiciendo las promesas de la campaña perremeista y que Luis Abinader, prontamente, desmiente a través de alocuciones con voz y gestos altisonantes.

Desde sumeria, el rumor ha sido utilizado como una estrategia para denigrar, ensalzar y condenar amigos y enemigos. Suetonio lo explica bien en Vidas de los doce césares [121 d. C.], cuando Marco Antonio Bruto, Cayo Casio Longino, Cayo Trebonio y los demás conspiradores que dieron muerte a Julio César, lo utilizaron para desacreditarlo y echar por el suelo las advertencias del adivino etrusco Espurnia, quien advirtió al líder romano que se cuidara de los Idus de marzo.

 Julio César

Como estrategia, el rumor —a veces transfigurado en fake news—, es un cuchillo de doble filo que puede clavarse en la espalda para denigrar, o un manifiesto cuando contiene verdades irrefutables—, pero siempre puede trocarse en un boomerang para quien lo esparce; sobre todo, si logra almacenar odios que no pueden resarcirse.  

domingo, 4 de octubre de 2020

EL MALDITO PASEO

 EL MALDITO PASEO

Por Efraim Castillo 

El maldito paseo a las siete pm en puntito. Claro, Trujillo cena, se acuesta y levanta temprano, y yo vivo de noche: estudio y leo de noche porque la noche es mía, de nadie más. Todos caminamos en fila india encabezados por el Jefe y lo seguimos los ministros, viceministros, guardias, historiadores, poetas, soplones, burócratas, y para terminar el carnaval con sarcasmo político, los bufones. Un tremendo sancocho de veinte carnes que se da el Jefe. Pero, ¿es prudente caminar con tanta gente? Porque a la hora de morir todos morimos solos y hasta los faraones, los emperadores chinos y sus largos ejércitos de velamuerte murieron solos. Pero el Jefe es así, pletórico en la exhibición del poder y cauto, casi solitario en la intimidad de la maldad.

El paseo es a las siete en puntito y luego la noche cubre el país con remembranzas, cuitas y alegrías pasajeras. En montañas, valles, riberas de ríos y playas arrinconadas, en el mismo profundo silencio del país, hombres, mujeres, niños, ancianos, curas y monjas, elevarán sus rezos ante el temor por el futuro y el paseo, el conocimiento de que el Jefe camina desde la calle César Nicolás Penson hasta la avenida George Washington con un séquito de adulones y alcahuetes, los animará a dar gracias a Dios por otro día transcurrido.

El maldito paseo es todo de él y luego de los ministros, viceministros, guardias, soplones, burócratas, historiadores, poetas y bufones. El paseo es de apenas hora y media y en él se puede saborear de todo: desde los chistes pasados por agua hasta las sentencias de muerte y allí surgen agrias expresiones de burla, desparpajo de risas y sorpresas  ante las noticias de desapariciones, cuernos y premiaciones. Trujillo camina con la barbilla en alto. ¡Así quién no! Él se levanta a las cuatro, cuando la alborada es un ligero presentimiento en este trópico misterioso; y la diferencia está ahí: yo no soy él ni él soy yo, que me acuesto tarde y echo parrandas hasta la medianoche. Al caminar, el Jefe lleva un compás de historia: camina delante de nosotros con flux y chaleco de cachemira sin excretar una gota de sudor, haciéndonos palidecer de envidia dentro de nuestras empapadas vestimentas.

Al llegar al obelisco siempre medito, subconscientemente, una pregunta a Trujillo: ¿no desea sentarse, Jefe mío? ¡Deténgase, suavice la caminata un tanto, ¡please!... ¡Por favor, párese frente a ese obelisco que es réplica ridícula del de Tutmosis y del de Teodosto, y que Cucho Pina inauguró en 1937 para enaltecer la gratitud del país a usted, un ave Fénix engendrada ad infinitum desde el 1930. Sí, amado Jefe. ¿Acaso no lo dijo Cucho al recibir el obelisco?:

El obelisco de Santo Domingo. Inaugurado en 1937.

Firmes sus bases, severas sus líneas, enhiesta la figura, señera la cima, la inmensidad del mar como fondo, y como palio el cielo azul: es el altar que se consagra a la gloria de un Benefactor”.

[Del Capítulo 5 de mi novela El Personero, 1984-99]