Inequidad e Iniquidad
Por Efraim Castillo
(No sería justo que adultos jóvenes y sanos en
los países ricos se vacunen primero que los trabajadores sanitarios y personas
mayores de los países más pobres" —T. A. Ghebreyesus, Director General de
la OMS.)
Las vacunas para paliar la pandemia del coronavirus han destapado la caja de Pandora que no pudieron abrir ni el nazismo ni el comunismo: el baúl de la inequidad e iniquidad. Las vacunas han expuesto lo que sumerios, egipcios, griegos y romanos —las civilizaciones que moldearon la historia— no lograron erradicar y ocultaron bajo la alfombra. Estas vacunas han echado abajo las máscaras de los que, erigidos como líderes mundiales, no han sabido compartir con el conjunto de vacunas descubiertas para contener el coronavirus, dejando en claro que la equidad —cuando se rompe— no es más que un valor metafísico vinculado a los apremios mercantiles.
Ya Immanuel Kant (en 1784) había alertado sobre la arrogancia del poder hegemónico: “Los tutores, que tan bondadosamente se han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la mayoría de los hombres […] considere el paso de la emancipación, convirtiéndolo en difícil y en extremo peligroso (Kant: ¿Qué es la ilustración?). Kant sabía que ese ropaje de santo con que se viste la acumulación —para disimular y arrogarse la bonhomía— no es más que un subterfugio, un trágico engaño. Sabía Kant que la justicia solo es infalible si hay igualdad, la cual siempre se rompe cuando cunde el miedo; como ahora, en que los gobernantes de los países del primer mundo han priorizado su vacunación contra el virus sobre nosotros, los habitantes de la periferia, los alojados en este espacio existencial al que el economista francés Alfred Sauvy acuñó como tercer mundo (Tres mundos, un planeta, L’Observateur, agosto de 1952).
John M. Hobson, actualiza el término
tercer mundo en su libro The Eastern Origins of Western Civilisation (2004),
apoyándose en una tabla clasificatoria imaginaria de las civilizaciones y la
invención racista del mundo, según la cual “los británicos se sitúan a sí mismos
en la Premier League; los europeos en la Primera División; los asiáticos en la
Segunda División; y los negros y coloreados en la Tercera División, justo al
borde de caer en la Cuarta División”. Hobson se apoya en “la teoría del
despotismo oriental, la teoría de Peter Pan de Oriente, la clasificación por
clima y temperamento, la expansión del evangelismo protestante y la aparición
del darwinismo social y el racismo científico”.
Sin embargo, para el filósofo norteamericano John B. Rawls (1921-2002), “las desigualdades son producto del mercado y la cultura, siempre arbitrarias, que sólo encuentran acomodo cuando son el producto de decisiones individuales y particulares de vida […] en donde el esfuerzo y el mérito no tienen participación alguna” (Rawls: Teoría de la Justicia, 1971).
Sería cruel e inhumano que esa inequidad
—cargada de iniquidad— con que nos excluyen las hegemonías mundiales en la
distribución de las vacunas, se manifieste también entre los países del tercer
mundo, donde las vacunas deben administrarse por necesidades humanitarias y no
por categorías sociales.