lunes, 22 de junio de 2020

EL TORNEO ELECTORAL DOMINICANO 2020


El final del torneo electoral dominicano

Por Efraim Castillo

1. El timing

¿Qué es el timing? ¿Con qué se come eso? Esas preguntas deberían responderlas los que dirigen las estrategias electorales del PLD, para quienes el timing es un péndulo que puede definir el futuro político de esa organización, sujeta a ganar el torneo del próximo 5 de julio para evitar que varios de sus dirigentes sean sometidos a la justicia e impedir que una sustancial parte de su militancia emigre hacia La Fuerza del Pueblo, el partido con que Leonel Fernández aspira a reivindicar en el país la casi extinta ideología del boschismo. Por eso, los estrategas peledeístas han estructurado una táctica de vaivén elástico, en donde los argumentos y persuasiones propagandísticos se ajustan al discurso de la pandemia que nos azota.

 Leonel Fernández

Pero también tendrían que responder esas preguntas los estrategas electorales de los partidos opositores [principalmente los del PRM], a los que el virus les ha confundido la maniobrabilidad y los ha situado en un ángulo defensivo que no existía antes del virus, debido a que los resortes del paternalismo con que ha manipulado el oficialismo la crisis —ejercido desde la plataforma de un miedo anexado a la dádiva—, no representaba un crecimiento para su candidato. Por eso, para los estrategas del oficialismo, la pandemia les cayó del cielo, fue como un salvavidas al cual se asieron ante el empuje avasallador de la oposición en el mes de marzo. Y fue a partir de esa estruendosa derrota del danilismo cuando éste comenzó a maniobrar desde dos plataformas y su estrategia marcó un nuevo giro táctico: a) adaptó sus acciones al discurso de la pandemia, convirtiendo las ayudas privadas e internacionales a su favor; y b) maniató a la oposición a través de las repetidas medidas de emergencia y los toques de queda, permitiendo a su candidato repartir limosnas a manos llenas desde vehículos gubernamentales camuflados con eslóganes de la campaña oficial.

Eso, mientras el Ministro de Salud ofrecía [y ofrece] noticias benignas y esperanzadoras que sólo ellos pueden afirmar acerca de una contaminación viral que ha sido mal manejada desde los primeros contagios. Desde esas tácticas, el danilismo ha adaptado los recursos del poder [los servicios gubernamentales de espionaje, la fuerza pública, la publicidad oficial, etc.] y los ha unido a la podrida servidumbre de vocingleros que cuestan al tesoro público miles de millones de pesos anuales.

 Danilo Medina

A menos de un mes de las elecciones presidenciales y congresuales, el timing, esa parte vital e invalorable en donde el tiempo —más allá del reloj—  tiene que aquilatarse como un aliado del que depende el triunfo o el fracaso de la campaña política, constituye el momento sagrado de la acción, en virtud de que determina el antes y el después, el instante en que las estrategias alcanzan la proporcionalidad de la acción. Por eso, la oposición liderada por el PRM debe evadir ripostar las encuestas amañadas y mantener las propuestas del cambio exigido por el país, blandiéndolo como el concepto que impulsó la candidatura de Luis Abinader.


 Luis Abinader

2. Las promesas


En la ponencia de Joseph Napolitan en la Decimonovena Conferencia Anual de la Asociación Internacional de Asesores Políticos [1986], hay un capítulo, el 35, en donde el creador histórico de la asesoría política detalla el porqué los candidatos con posibilidades de ganar no deben descender al campo de las promesas extremas:
“El candidato [especialmente si tiene grandes posibilidades de ganar] no debe hacer promesas exageradas. Prometer más de lo que se podrá cumplir tiene un coste, ya que aunque muchos electores olvidan lo prometido, los adversarios lo recordarán. También puede suceder que las promesas sean tan exageradas que lleguen a sonar a falso y dañen la credibilidad del candidato.”


 Josep [Joe] Napolitan 
Lo expresado por Joseph Napolitan en aquella ponencia de 1986 debería servir de consejo a los candidatos que protagonizan la campaña electoral que se desarrolla en el país, para que no entren en la trampa del rejuego de las promesas irrealizables; sobre todo Luis Abinader, que encabeza las encuestas. Porque, ¿qué le espera al país luego de esta pandemia que nos abocará a una estrepitosa caída de los servicios y que, por ende, hará menguar nuestro PIB? En el rejuego de las promesas ilusorias el candidato del danilismo ha ofrecido de todo: trabajo, becas, transporte, comida y hace énfasis en la palabra “gratis”, lo cual ha provocado un eco que ha rebotado con fuerza en los recintos de la oposición que lidera Abinader, cuyos estrategas han debido explicarle la maldición que encierran los compromisos que exceden la realidad, y recordarle que lo prometido en los momentos de crisis tiene que emparentarse a ella, nunca sobrepasarla, tal como lo que prometió Winston Churchill al asumir el cargo de Primer Ministro de Gran Bretaña, el trece de mayo de 1940 [en sustitución de Arthur Neville Chamberlain], mientras Inglaterra era asolada por los bombardeos nazis: “sangre, lágrimas, esfuerzo y sudor [blood, toil, tears and sweat]


 Sir Winston Churchill
Sin embargo, sí hay promesas que Abinader debe ofrecer y remachar constantemente a los cuatro vientos, haciendo hincapié en las involucradas en el cambio: la erradicación definitiva de la impunidad, que es apadrinada por un aparato judicial corrupto; el encarcelamiento de los canallas que, para enriquecerse, roban los dineros del erario público; la eliminación del nepotismo y la prevaricación; la reestructuración profunda de la organización hospitalaria y del sistema educativo, cuyos ejercicios los ha viciado la corrupción; la extirpación de la política en los cuarteles militares y policiales, en donde aún prevalece la esencia del trujillismo; la puesta en marcha de un programa fronterizo que suprima los indecentes tráficos de personas, drogas y armas; la viabilidad de una política cultural que inserte como materias académicas la literatura, la plástica, la música, el teatro y la danza.
Estas son las promesas que el país espera oír, ansiosamente, desde las voces de Abinader y los demás candidatos opositores, porque son promesas que el danilismo, por incumplirlas, no podrá nunca ofrecer. Estas son promesas que emulan, pero en sentido inverso, la que hizo Prometeo acerca del fuego.     
3. La recta final

La campaña para la elección de presidente, vicepresidente, senadores y diputados entra en su recta final, ingresando en una ruta que el próximo 5 de julio conducirá a nuestros votantes hacia las mesas de votación [tanto aquí como en varios países que asientan numerosas colonias de ciudadanos dominicanos]. Ese día los candidatos sabrán que piano y violín no son lo mismo a pesar de utilizar cuerdas para producir música y de que no es al final que se gana un torneo, sino al comienzo, cuando la pesca es más abundante por estar tranquilas las aguas. Todos sabemos en República Dominicana que esta campaña arrancó el mismo 17 de agosto del 2016, momento en que el PLD optó por gobernar el país a través del poder absoluto, ejerciendo un dominio total de las cámaras legislativas, la autoridad judicial, la fuerza pública y el sistema fiscal, lo que le permitió gobernar con una total impunidad y quebrar miserablemente el sagrado fuero de la institucionalidad.



Y fue ahí —hace cuatro años— cuando se inició esta campaña que culminará el próximo 5 de julio, la cual dividió el país entre los que desean seguir chupando alegremente la teta del estado y los que anhelan, entre otros cambios, que se asiente un sistema legislativo que diga NO cuando desde el palacio presidencial se desee imponer alguna inmundicia con el SI, un procurador general al que le duela la delincuencia y una justicia que, verdaderamente, cubra sus ojos con una venda.

Usualmente, las rectas finales sirven de escenario para descargar campañas negativas, esas campañas contentivas de actos punibles de los candidatos, y en los cronogramas estratégicos suelen programarse en el timing abocado a los días u horas anteriores a la votación, para evitar que los contrarios puedan reaccionar a tiempo, responder lo mostrado en los anuncios y el golpe sorpresa surta lo esperado. Sin embargo, en esta recta final no ha habido tales sorpresas, porque desde las primarias celebradas en el mes de octubre pasado lo hemos visto todo: una corrupción creciente vehiculada a través del engaño, actos de nepotismo, de prevaricación y el uso excesivo del poder, un dominio que se ha apoyado en esta pandemia para —con tácticas vergonzosas— tratar de sacar provecho del dolor y la indigencia de un pueblo acorralado.      
Que no quepa duda, el próximo 5 de julio se impondrá el voto castigo hacia el PLD [sin importar lo malo o lo bueno que sea su candidato]; un voto castigo que resumirá holísticamente la indignación de ocho años de una administración estatal que convirtió el país en un paraíso de corrupción, abrigado en una desmesurada compra de periodistas, en una irritante propaganda, en mendaces datos de crecimiento y, sobre todo, en un desdichado correlato de falsedades que vulneró sueños y esperanzas.   
Por eso, el voto castigo está decidido y no creo que el deseo del pueblo de cambiar y borrar del escenario las odiosas caras que han protagonizado la corrupción que vivimos, pueda ser alterado.  
4. Memento mori

Este domingo, 5 de julio, muchos de los que durante los últimos ocho años— y un buen número desde los últimos dieciséis— sabrán que son mortales, que son simples hombres abocados a la muerte y no los soberbios y engreídos personajes que creían ser cuando los brillos del poder absoluto los enceguecían. Este 5 de julio, cerca de la medianoche, esos personajes se darán cuenta de que todo en la vida es transitorio, banal y tremendamente anodino. Este 5 de julio, muchos de esos seres que se creían amparados por un inexpugnable y maldito escudo de impunidad, se darán cuenta de que la vida falsificada y, más aún, la vida vivida con una máscara de engaño y corrupción, tiene su final. Este 5 de julio, como una voz lejana que nunca quisieron escuchar, la pandilla peledeísta que traicionó los principios del boschismo conocerá que a todos les llega un memento mori.         

Los romanos, que estudiaron hasta la saciedad las civilizaciones que les precedieron [sobre todo la griega], comprendieron que a sus generales y héroes les faltaba un recordatorio, un martilleo constante que penetrara sus conciencias; una voz que les acordase la simplicidad de la existencia, y por eso crearon la figura del sirviente que les apuntaba en los desfiles victoriosos la frase: “¡Mira detrás tuyo! ¡Recuerda que eres un hombre, no un dios!”


 Tertuliano 

Según Tertuliano [160-220], esta expresión, memento mori [recuerda que morirás],  provenía de los sabinos, uno de los pueblos que, al igual que los etruscos, ecuos, latinos, ligures y samnitas [entre otros], habitaron la península itálica antes que los romanos. Los sabinos utilizaban este llamado para recordar a los miembros destacados de la comunidad que eran sencillamente mortales; una manera de bajarle los humos de la cabeza.


 Joaquín Balaguer

En las elecciones de mayo del 1978 [el torneo en que el balaguerato fue echado del poder por un pueblo que se hastió de la prepotencia de sus mandatos y, sobre todo, de lo que acarreaba un régimen absorto en el poder absoluto], a Balaguer, sin quizás el político dominicano que mejor conoció el trujillato por ser un testigo protagónico de aquella tiranía, le había faltado —desde que asumió la presidencia en 1966— una frase, una voz, un memento mori a sus espaldas que se repitiera como un mantra, como una recordación de que a los humanos nos espera un instante en que lo mortal se apagará y el poder, la vanidad y todos los privilegios se extinguirán. Un recordatorio que es necesariamente vital para todos los que logran triunfos políticos, deportivos, empresariales, literarios, científicos y artísticos, y se ofuscan por el goce momentáneo que los envuelve. Aunque ligeramente moderado, Balaguer suavizó un tanto la implacabilidad de su gobierno en 1986, pero siguió ignorando la importancia del memento mori.

Ahora el peledeismo, que abandonó un boschismo que proponía “servir al partido para servir al país” y lo convirtió en un “ordeñar al país para servirnos nosotros”, sabrá que a todos nos llega el memento mori.


5. ¿Y ahora qué?

No era necesario ser clarividente, ni mago, ni meteorólogo, para adivinar el resultado de lo que pasó el 5 de julio del 2020, el día en que el pueblo le dijo a Danilo Medina [a viva voz] que su gobierno corrupto había llegado a su fin. Y no era necesario convertirse en pronosticador para arribar a esta conclusión, porque desde el momento en que él y su pandilla echaron por la borda el boschismo como guía, como proyecto de gobierno y asumieron la consigna del enriquecimiento personal como trayectoria, los resultados de ese torneo electoral histórico tenían que ser —más tarde o más temprano— tal como acontecieron: una derrota aplastante, contundente.

Pero, ¿y ahora qué? ¿Podrá Luis Abinader cumplir con los anhelos de quienes lo eligieron, unos anhelos que no sólo se relacionan con la distribución equitativa del Estado y su economía, sino con el adecentamiento de una nación asolada por la corrupción, por una justicia parcializada, por el narcotráfico y el nepotismo, por la prevaricación, la mentira y la exclusión social? ¿Podrá Luis Abinader fundar una administración que puntualice, al menos, los principios básicos de la democracia, respetando la división de los poderes y sus derechos fundamentales, y haciendo cumplir la ley? ¿Podrá Luis Abinader acabar definitivamente con un borrón y cuenta nueva que ha servido como cortina de humo para propiciar la continuidad de la corruptela, un borrón y cuenta nueva que ha devenido en una especie de perdonar ahora para luego ser  perdonado, una forma del toma-y-daca [el famoso tit for tat inglés]?

 José Francisco Peña Gómez

Luis Abinader debe saber que su triunfo es una deuda que contrajo desde que el país fue asaltado por la perversión de los contratos de la Odebrecht y los gobernantes, congresistas y ministros se adhirieron a ellos para enriquecerse con sus engaños, cayendo en el rejuego inmoral de las adendas. Luis Abinader debe saber que su victoria es una obligación contraída con las promesas de desarrollo social que Peña Gómez no pudo cumplir por las campañas racistas que se tejieron sobre él; pero sobre todo, Abinader tiene que comprender que la victoria del día 5 de julio es un pagaré que firmó con miles y miles de dominicanos que clamaron justicia a través de la Marcha verde.

 Juan Bosch

A partir del 16 de agosto —cuando se coloque sobre su pecho la banda con la bandera y escudo patrios—, Luis Abinader tendrá que relacionar el cambio [el leit motiv de su campaña] con la verdadera esencia de su significado, no como una simple transición, ni como el palimpsesto en que se ha convertido, donde los que lo asumen como estrategia reescriben sobre él lo que les acomoda. Abinader tendrá, responsablemente, que explicar y probar a través de sus ejecutorias, que sí, que el cambio buscado y el adecentamiento político nacional que quiso ejecutar Bosch en 1963 —y que se perdió en la maraña de tantas traiciones y mañoserías— llegó con él y su gobierno.

Sí, Luis tendrá que probarlo.

6. ¡Cuidado, Luis!

Entre la espesa maraña que envuelve la actividad política dominicana, sobresale un espécimen que ha deambulado airoso desde la misma formación de la sociedad duartiana La Trinitaria: el trepador, un sujeto advenedizo que practica el ex post facto con una inusual destreza, porque sabe cuándo y cómo aprovecharse de una determinada situación después que ésta ha sido resuelta. Por eso, al conocer la estructura del contexto en que actuará, el trepador ejecuta su interpretación de la circunstancia y se inserta en ella, haciendo notar su presencia en el preciso instante que se dilucida. Pero también —y del mismo modo—, el trepador otea el futuro para establecer el intervalo en que deberá abandonar el barco que se hunde y así saltar al bote salvavidas que lo integrará, ipso facto, al nuevo estándar, o al fatídico borrón y cuenta nueva que anulará su pasado y lo reinventará, camuflándose a sí mismo.

Jean-Paul Sartre creó un concepto, el mauvaise foi [mala fe], que describe al trepador como un sujeto cosificado al que no le importa abanderarse en cualquier ideología para sobrevivir y, por lo tanto, actúa de mala fe, atándose al autoengaño. Sin embargo, es preciso explicar que en el existencialismo sartreano la existencia precede a la esencia y el trepador dominicano está más allá de esta ontologización, porque su praxis se ha perfeccionado por un curriculum iniciado en la lucha separatista del 1844 y continuado en la Restauración del 1863, en las falsificaciones y robos de Buenaventura Báez, en la dictadura de Lilís, en la intervención yanqui del 16, en los aspavientos reeleccionistas de Horacio Vásquez, en el trujillato, en los siete meses de Bosch, en la Revolución de abril, en la agonía y éxtasis del balaguerato, en los ascensos y caídas del perredeísmo, y en las dilatadas euforias del leonelismo y el danilismo, donde se hirió de muerte al boschismo.













Jean-Paul Sartre


El trepador dominicano nace con un serrucho en las manos, con un rápido “sí señor, a sus órdenes” en los labios, con un vestuario apto para asistir a fiestas y entierros, con una agenda multicolor en los bolsillos; el trepador nacional puede reír y llorar al mismo tiempo, puede deglutir y deglutirse, ser fiel e infiel instantáneamente, puede exclamar un viva Trujillo, un viva Bosch, un viva Balaguer, un viva Leonel, un viva Danilo, y ahora un viva Abinader con la sonoridad de un coro gregoriano. El trepador dominicano es una careta múltiple, una voz coral.

Y es ahí donde reside la peligrosidad del trepador, del parveno, del escalador social, ya que necesita —para colarse— mentir, cubrirse de disfraces y antifaces y, obnubilado en su pretendido escalamiento, llegar a lo indecible, a una peligrosa actuación que lo aproxima al crimen.           

¡Cuídate, Luis!, de ese malandrín que tanto daño ha hecho el país y que, en su trayectoria, ha posibilitado la supervivencia de la corrupción, la prevaricación, el nepotismo y una lambonería que trastorna la cabeza de los gobernantes, haciéndoles creer que son dioses.  


7. El neuromarketing

Con los avances de la neurociencia y el advenimiento del neuromarketing, el conocimiento del cerebro alcanzó su madurez, propiciando un golpe paradigmático en los espacios electorales, un fenómeno casi igual al escenificado en el decenio del 50, cuando el marketing incursionó en el torneo electoral de EEUU, en 1952, con la utilización de una agencia publicitaria por parte de los republicanos para crear la campaña de su candidato, Dwight [Ike] Eisenhower. La campaña, creada por Rosser Reeves, de la publicitaria BBDO [Batten, Barton, Durstin & Osborne], se apoyó en un tema [It’s time for a change] y una frase [I like Ike]. Debo explicar que hasta finales de los ochenta, las frases y los estribillos eran los guías esenciales en la propaganda electoral. 

 Rosser Reeves [1910-1984]

El mismo Rosser Reeves publicó en 1961 uno de los libros que más incidieron en el desarrollo de la publicidad y el marketing, Reality in Advertising, en donde expuso su teoría del USP [Unique Selling Proposition], consistente en investigar una de las singularidades fundamentales del producto —o el servicio— y proponerla como característica diferencial en la campaña. La frase, el gimmick y los estribillos venían marcando —como persuasores de fácil recordación— el rumbo de la creatividad publicitaria desde finales del Siglo XIX y su utilización consistía en golpear con ellos insistentemente la mente del consumidor para vulnerar sus deseos y conducirlo hacia la compra del bien ofertado. Desde luego, hubo creativos como David Ogilvy que nunca se creyeron eso y apelaban a otro tipo de persuasión.
                                                                                                         
Hoy, tras la incorporación de la neurociencia a la investigación de los mercados, el neuromarketing [comercial y político] puede acceder a datos más precisos sobre los consumidores y votantes, y se convertirá —como afirma en su tesis doctoral Matthew Carl Sauvage, de la George Washington University, 2013—  “en la base de los estudios políticos vinculados a las estrategias de campaña”, argumentando que a través del neuromarketing Político los partidos y sus candidatos “podrán transmitir eficazmente su candidatura y su mensaje, comunicándolo de manera emocional y ajustando el lenguaje corporal para activar las redes de asociación positivas y ser más efectivo, cercano y persuasivo”.

Pero lo más importante del neuromarketing [comercial y político] es que en esta era de la multi-información se podrá acceder a los integrantes de varias generaciones nacidas en los últimos veintitantos años (1995-2020) y que, disfrutado a plenitud de la multiconectividad, han desarrollado personalidades muy diferentes. Estas generaciones son los millenials o Y [1981-1996], con entre 40 y 24 años; la generación Z, o post-millenials [1997-2010], con entre 24 y 18 años; y luego desde el 2010 hasta un probable 2025, la T o Táctil, llamada también la Generación Alfa.


Estas generaciones, que han absorbido una extraordinaria capacidad dialógica, aprenden no sólo en la institución escolar, sino a través de otras voces provenientes de las redes [combinando así diálogo y razonamiento], por lo que el neuromarketing puede ser más efectivo que el microtargeting [las micro focalizaciones] y otras investigaciones del mercado electoral.

8. El eslogan

Un eslogan, ya sea para ser utilizado como acompañante del logotipo de una corporación o en campañas publicitarias y propagandísticas, debe sintetizar y vender un concepto, un valor, o la intención de una estrategia; porque el eslogan nació para eso, para identificar y facilitar la persuasión del discurso, convirtiéndose [como enuncia J. Jonathan Gabay en Teach yourself copywriting, 2003,] en “la correa o línea de sujeción de los mensajes publicitarios y políticos”.  La misma procedencia gaélica del vocablo, sluagh-ghairm [grito de guerra] implicaba ya un contenido ligado a la adhesión y a la acción grupal. Y esa es la razón por la que tantos eslóganes han estado vinculados a sucesos victoriosos o frustratorios en el trayecto de la historia.

Bastaría sólo con cliquear Google y escribir el vocablo eslogan para que este motor de búsqueda presente cientos de temas y frases que han acompañado a héroes y villanos, entre los que no se salva ni el Alea iacta est que Suetonio atribuyó a Julio César, ni el aforismo imputado al vikingo Erick El Rojo, de Si corres, morirás cansado; así como la famosa frase que endilgan a Napoleón de que No hay nada imposible para quien lo intenta.

Joseph Goebbels, que mitificó a Hitler y al nazismo utilizando el eslogan para idiotizar al pueblo alemán mediante una mezcla de orgullo, odio y miedo, sabía que una frase corta y penetrante causaba tanta unión como destrucción y de que todo dependía de su uso y frecuencia. Franklin D. Roosevelt, Dwight [Ike] Eisenhower, John F. Kennedy y Lyndon Johnson, ascendieron a la presidencia de los Estados Unidos no sólo debido a sus conocimientos o caras bonitas, sino a eslóganes que sostenían las estructuras conceptuales de sus campañas. Y lo mismo ha sucedido en el resto del mundo con los que han ganado el poder a través de torneos electorales, en donde las estrategias se han conceptualizado con temas sintetizados en eslóganes. De ahí, a que los temas y eslóganes de campaña, una vez que éstos han incidido en el triunfo, deberán emitir señales de que serán implementados por parte del candidato beneficiado.

 Joseph Goebbels

Como tendrá que hacer Luis Abinader, que sabiendo que el voto castigo del país a Danilo Medina no fue motivado por su política económica, sino por los latrocinios cometidos por él y sus áulicos, enfocados en prevaricaciones, nepotismo, desfalcos, sobrevaluaciones y tráfico de drogas, descansó su estrategia electoral en el concepto cambio, cuya hermenéutica implica una profunda y real transformación de los valores éticos y culturales que estructuran el tejido social de un país, en un tránsito de décadas.

Entonces, Abinader debe tener bien presente [como si fuera una tarea pendiente] que el pueblo aguarda por un cambio prometido, cuya lectura podría traducirse en el encarcelamiento para aquellos canallas que, burlándose del pueblo, creyeron que la impunidad les acompañaría más allá de las elecciones. Y este cambio debe alejarse de cualquier asomo del nefasto borrón y cuenta nueva que tanto daño ha causado al país.

 9. El nepotismo

Un amigo me invitó a confrontar el nepotismo del trujillismo con el ejercido por el danilismo, una tarea difícil, ya que a la tiranía le han faltado historiadores que reconozcan sus aportes a la modernización del Estado dominicano y le han sobrado los atrapados en resentimientos personales, los cuales se han agrupado para juzgar como perjudicial todo lo proveniente de ella. Y este desequilibrio podría desbalancear un poco la analogía. Pero los hechos están ahí: imperturbables y aptos para juzgarse de acuerdo a sus alcances: Trujillo ejerció sus mandatos a sangre y fuego, cometiendo innumerables abusos y asesinatos que constituyeron sus antivalores fundamentales, mientras que el danilismo, a mi entender, sólo le aventajó en uno: el nepotismo. 












Pisístrato [607-527 a. C.]

El nepotismo, como aberración social, no emergió en la historia humana con Pisístrato [607-527 a. C], ni cuando los romanos emplearon el vocablo nepotis [sobrino] para identificarlo durante el Primer Triunvirato, constituido por Gneo Pompeyo Magno, Cayo Julio César y Marco Licinio Craso [60-53 a.C.]. El nepotismo surgió en el paleolítico superior, cuando el jefe cavernícola prefirió a su sobrino o amigo para representarlo en las reuniones de la tribu. O sea, el nepotismo ha habitado en la especie humana desde que ésta culturizó su entorno a través de artificios durante el paleolítico superior, y por eso este flagelo —que invita a la arrogancia, al abuso y a menospreciar las cualidades intrínsecas de los demás— aún gravita e invita a la corrupción, convirtiéndose en un cómplice activo de aquellos gobernantes a los que el poder enceguece, como [verbigracia] Rafael Leónidas Trujillo [1930-1961] y Danilo Medina [2012-2020], quienes creyeron que sus  parientes eran representantes de los valores requeridos para puestos específicos, violando los cánones de la meritocracia. 

Gneo Pompeyo Magno [106-48 a. C,]

Por eso, el antitrujillismo no surgió sólo debido a los asesinatos y abusos del dictador; el antitrujillismo emergió también como una consecuencia de un feroz nepotismo que se engranó en el tejido social dominicano, en donde hijos, hermanos, sobrinos, cuñados, primos, queridas y amigos del tirano, contribuyeron con sus arrogancias a multiplicar una repulsa que, harta de las arbitrariedades del sistema, lo descabezó la noche del 30 de mayo del 61.

El nepotismo ha sido una lacra, un cáncer que ha contaminado la política dominicana, causando grandes actos de corrupción, tal como aconteció durante la tiranía; pero nunca había explosionado como en estos fatídicos ocho años del danilismo, en que su esposa, hermanos, hermanas, cuñados, concuñados, primos de los cuñados, guardaespaldas, amigos de los hermanos, amantes, novias, etc., fueron nombrados en puestos claves de la administración pública, justo allí en donde se mueven vigorosamente los fluidos monetarios.

Después de realizar esta comparación, le expresé a mi amigo que el nepotismo del danilismo superó ventajosamente al practicado por Trujillo en alrededor del dos por uno. Y creo que así como aconteció en el pasado, en que el nepotismo fue una de las causas del odio engendrado hacia la dictadura, es necesario admitir que también fue el motor de la derrota electoral del danilismo.