martes, 16 de abril de 2013


NANTUCKET:
Paraíso de arena bajo el sol

Por Efraim Castillo

A MJ Levy-Dickson
1

Nantucket Harbor abre la isla a mis ojos:
¡Qué visión de arena en siete millas cuadradas!
Arena expandida sobre las dunas y los caminos;
arena bajo las huellas de la historia;
arena encendida planeando sobre el viento;
arena alojándose en las elipses de las olas;
arena entre los huesos insomnes de los cachalotes.

 

Nantucket es el banco de arena del destino.
En sus largas, tendidas y mecidas playas
habita una densa historia de siglos,
aquella de feacios y atlantes descrita por Platón,
donde la leyenda tiñó de dorado sueños y utopías.
Cada camino, cada escondido rincón de Nantucket
despierta los ojos de María Mitchell y las tristes viudas  
escudriñando desde los widow's walk el horizonte preñado,
arropado de mar y cielo y espumas y tempranas lluvias.
 
2
No preguntes en Nantucket por el Essex: ¡nadie responderá!
El Essex y los balleneros cabalgadores del mar
son fantasmas poblados de gritos y silencio,
cuyos lastres arriman los pasos al esplendor del pasado.
 

Si caminas por Nantucket cuenta los ladrillos:
viajarás al pasado en un remolino de lastres y júbilo
donde llantos y risas embriagarán tus recuerdos.
Cuando zambullas tu cuerpo en sus blandas orillas
sentirás que Cisco, Madaket, Jettie, Dionis, Surfside,
Child beach y Siasconset te conducirán al mar de los gozos.

Así, llámame Ismael de nuevo para embarcarme
en el espectro del Pequod y acallar al inmutable Ahab
navegando en el apacible sueño de la búsqueda.

3
En Nantucket las fábulas de fantasmas sacuden los oídos
y desearás ver en las ventanas de las casas dormidas
a niños y doncellas aguardando la alborada.
¿Serán patrañas las bruñidas visiones del pasado?
¿O acaso pétalos de albor para revivir los deseos?
Cada vieja casa de Nantucket aloja un gotero mágico
y sus tejas conducen a corales y crecientes algas.
¡Que lo grite Metacomet, el wampanoag, matador de blancos!


4

En el Madaket mall de Nantucket los despojos y migajas
se convierten en cuerpos reciclables y apreciados:
la presencia de tus sobras se trasmutan en bienes admirados.
Escucharás en Madaket mall el take it or leave it
sin el rubor de la sorpresa y lo que dejas lo encuentras
con la pasión del intercambio que nació en las cavernas.
Pero Madaket beach agitará tu corazón en el atardecer
con la presencia temprana de infinitas y titilantes estrellas.
 

Nantucket te regalará si enfilas la senda luminosa del Este
a la observadora insomne del oriente: Siasconset,
vieja tortuga que danza ágilmente en las tormentas
para llevarte al cálido encuentro con los peces.
Siasconset es una claraboya de luces frente al mar,
un vuelo de yodo y sal cobijado de gaviotas.
Por sus calles te saludarán pescadores sempiternos
cuyas sonrisas opacan el constante bullir del piélago.

En Siasconset el amanecer es un río de oro y bergamotas,
una menguante mareada que busca el arcoiris,
una carrera constante hacia la estación del amor.

5
El código de oro de Nantucket es el respeto:
respeto por la herencia de la arena;
respeto por las huellas del pasado;
respeto por el silencio de sus muertos;
respeto por el niño que ríe;
respeto por el niño que llora;
respeto por cada teja que cae y se levanta;
respeto por la tenue lluvia de primavera;
respeto por el cálido embrujo del estío;
respeto por las hojas que mueren;

respeto por el copo de nieve del invierno;
respeto por la temprana tormenta de octubre;
respeto por la bruma salina;
respeto por la liebre que asoma;
respeto por el venado furtivo;
¡respeto por el mito que duerme!
File:Deer Valley Forge.JPG

6
En la aurora de los tiempos llegaron a Nantucket
hombres de piel tostada en busca de los ciervos;
gigantes de pelo rojo escudriñando nuevos soles.
Llegaron cuáqueros piadosos abrigados en sagradas biblias
y se aposentaron navegantes ensamblados con arpones
y envueltos en la frenética estampida de las olas
acorralaron montañas de peces, céfiros y sargazos
que cayeron batidos en los espacios cristalinos.
 
Llegaron a Nantucket desde el brillante azul del Caribe
aquellos que vislumbraron las promesas del futuro.
Arribaron desde las distantes tierras del Cáucaso
hombres endurecidos por la desolación y el rencor.
Llegaron incluso los hambrientos expedicionarios del azar
remontando sobre visiones, trampas y adoloridas migajas.
Pero nadie oró por ti, Nantucket, hasta la apertura de la luz,
del átomo de amor que tus playas abrieron al mundo.

 
7
En las mansas noches de Nantucket percibirás
como un clamor de mansa nostalgia
el cosquilleo ansioso del mar sobre la playa;
auscultarás maúllos y gorjeos estacionados
suspendidos en perpetuos milenios
y tus ensueños arribarán al encuentro con la aurora.


No se puede partir de Nantucket sin la presencia de lágrimas:
su recuerdo no se asienta en caprichosas neuronas
sino en la parte blanda que domina el corazón
y la evocación es una estampa presente y melancólica.

Por eso, al dejar Nantucket vislumbro entre las olas
y el fulgor de sus faros la silueta de mi corazón.