miércoles, 29 de diciembre de 2021

PERDONAER SIN OLVIDAR

 Perdonar sin olvidar

Por Efraim Castillo

El año 2022 está frente a nosotros con grandes oportunidades para practicar el perdón, un ejercicio que, desde luego, no nos obliga a olvidar, ni a dejar de lado el ethos perdido en los dieciséis años de gobiernos peledeístas, donde una pandilla de malhechores asaltó el Estado y dio rienda suelta al soborno, robo, nepotismo, prevaricación, engaño y todas las perversiones que es posible perpetrar desde un poder descontrolado.

Pero el perdón no puede amañarse desde un nefasto borrón y cuenta nueva que tanto daño ha hecho al discurso político dominicano; y de ahí, a que habría que preguntarse como Jacques Derrida, “¿qué perdonar y por qué?, si el  perdón es, en cierto sentido, incompatible con el olvido; precisamente porque aquello que es borrado, reprimido y olvidado nunca puede llevar al perdón; y una ofensa pasada sólo puede ser perdonada si permanece inscrita en la memoria sin ser olvidada” (Entrevistado por Michel Wieviorka en Monde des débats; diciembre, 1999).

 Jacques Derrida

Yo creo en ese perdón instaurado por Jesús, que se ha trasformado en el más extraordinario de los reciclajes humanos. El perdón proyecta lo mejor de nosotros, nos libera y nos acerca más a nosotros y a los otros. Al perdonar nos volcamos sin tapujos en un desborde de alborozo, en una fiesta en que espíritu y carne se funden y se acoplan, convirtiéndonos en materia de ángel.

Perdonar, más que un arte, es la extracción de una fibra inmensa que llevamos dentro y aletea cuando nos dañan, bloqueando esa otra fibra insana que llamamos odio. Mientras el perdón es luz, el odio es oscuridad y temor. Y ambas fibras pueden definir el ethos y lanzarnos a la historia de manera diferente, como a Nerón o Calígula, que sucumbieron frente a las venganzas; o como a Jesús, que abogó y murió por perdón y amor.

 Retrato de Jesús

La historia de cada civilización se ha definido por esas dos fibras: las civilizaciones del odio, del ojo por ojo y diente por diente, y las que han heredado el perdón de labios de Jesús, enriqueciendo nuestras vidas y lanzando nuestros corazones hacia los júbilos. Así, nuestra materia de ángel aguarda tan sólo por la decisión de nosotros saber valorarla y utilizarla en los momentos precisos: como Juan Pablo II frente al hombre que atentó contra su vida y por el que oró cada mañana; como Juana de Arco sonriendo con amor a los que la llevaron a la hoguera; como Magali, mi hermana, perdonando al orate que la agredió a golpes. El ejercicio del perdón es tan simple, tan tenue, que desde que nacemos podemos ejercerlo. Comienza con una sonrisa, con los brazos abiertos, con los ojos humedecidos de amor y un corazón palpitante. Luego, las palabras siguen y los estremecimientos brotan espontáneos.

Sí, creo en el perdón, el más extraordinario de los dones humanos, la más rica herencia de Jesús, la única señal posible de que dentro de cada hombre y mujer vibra esplendente una materia de ángel.