Adulones y coberos
Por Efraim Castillo
Recientemente conversé con un amigo sobre el papel de los
adulones, lisonjeros y coberos a través de la historia; un nefasto papel que
han desempeñado —y siguen desempeñándose— cuando las víctimas de sus
adulaciones, lisonjas y cobas resultan ser reyes, héroes bélicos o estadistas
con aspiraciones de convertirse en propietarios de sus naciones.
A partir de aquella conversación me pregunté si Nemrod,
señalado como descendiente de Noé y organizador de Babilonia —de acuerdo al
Génesis bíblico—, o todos aquellos que como la XIX dinastía egipcia (conformada
por Ramsés I y sus descendientes), los reyes griegos y macedónicos, los
emperadores romanos (desde Augusto y Tiberio hasta Aureliano, atravesando por
los abusivos sicópatas Calígula, Claudio y Nerón); si esa estela de
conquistadores criminales que impulsó la fiebre del oro y la fama para asesinar
y despojar de sus tierras a los habitantes del llamado “nuevo mundo”; si
Stalin, Mussolini, Hitler, Trujillo, Batista, Pinochet, Idi Amín Dadá, Pol Pot,
Saddam Hussein, Omar Hasan Ahmad al-Bashir, y los delirantes canallas que han teñido de rojo los horizontes
continentales, fueron alimentados en sus crímenes por adulones, lisonjeros y
coberos. ¡Sí, lo fueron!
Desgraciadamente, la historia dominicana está llena,
envenenada, no sólo de coberos y lambones, sino de aquellos que fueron presas
de sus tramas. Por eso, al estudiar el discurso que ha transcurrido desde el
sueño precursor de José Núñez de Cáceres [1821], y la decisión de Duarte y los
trinitarios de separarnos definitivamente de Haití en 1844, debemos detenernos
en esta cáfila de mentirosos, cuyas adulaciones y cobas han entorpecido los
caminos de la Patria.
Pero no nos detengamos en los que auparon con sus
alabanzas y aplausos corales a Trujillo. Miremos este hoy, este presente donde
la política se nutre de esta escoria.
Miremos a nuestro alrededor y preguntémonos si se habrá detenido ese
cáncer que embute en los cerebros de los gobernantes la coba y la mentira para
provocar alucinaciones de continuidad y grandeza.