martes, 15 de diciembre de 2020

DICTADURA Y DISCURSO ESTÉTICO

 

Dictadura y discurso estético

Por Efraim Castillo

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Años atrás traté de situar en la historia del arte latinoamericano el nombre de algún artista dominicano que, anterior a los años cuarenta del siglo pasado, estuviese involucrado en las llamadas vanguardias estéticas, esos ciclos históricos en donde surgieron antes de la Primera Guerra Mundial— movimientos como el impresionismo, el expresionismo, el fauvismo, el cubismo y el futurismo; y los germinados entre finales de esa contienda y el surgimiento de la Segunda Guerra Mundial, como el dadaísmo, el surrealismo, el suprematismo, el abstraccionismo, el constructivismo, etc. En esa búsqueda sólo encontré a Jaime Colson, quien se nutrió de abundantes escuelas y vivencias —entre 1918 y 1924— en Barcelona y Madrid, así como buena parte de los siguientes años, entre París y México, hasta su regreso al país, precisamente antes de finalizar el decenio de los treinta.

 Jaime Colson [1901-1975]

Aquella indagación la realicé porque en el inventario de los renuevos estéticos que acontecían en Iberoamérica hasta finales de los años treinta, nuestro país adolecía de una identificación nacional, mientras otras naciones se habían anexado a las vanguardias, o habían creado nuevos lenguajes: México con el muralismo; Brasil con una asombrosa avanzada pictórica; Argentina con el Grupo Florida, en donde emergieron Xul Solar y Emilio Pettoruti; Uruguay, en donde Joaquín Torres García creó el constructivismo; Cuba, que había iniciado en los años veinte un arte nuevo; y Haití, que se anexó a las cargas simbólicas que catapultaron —desde el movimiento de la negritud— su arte naïf.

 Emilio Pettoruti [1892-1971]

Cuando Trujillo nombró Superintendente de Educación a Pedro Henríquez Ureña en 1931, dio notaciones de una clara visión acerca de las necesidades culturales del país; algo que, con seguridad, provenía del amplio asesoramiento con que el tirano se rodeó. Y fue a partir de ese año que el dictador visionó la oportunidad de utilizar el arte como parte de la estructura propagandística del régimen, lo que no era nuevo en la historia, ya que Pericles lo había empleado en la Atenas del Siglo V a. C., aprovechando la arquitectura, la escultura y la literatura para beneficiarse.

 Pedro Henríquez Ureña [1884-1946]

Trujillo comprendió que el pueblo —por sí mismo— era incapaz de alcanzar una conciencia estética nacional y sistematizó su difusión a través de la propaganda, servida ésta desde una cartilla ablandada a ritmo de merengue y programando un proyecto cultural anexado a la dictadura como superestructura ideológica; todo servido desde el Partido Dominicano, el único organismo capacitado para ejercer la función de guía social, a excepción de su jefe único, el mismo Trujillo.

A finales de los treinta, cuando se vislumbró la ausencia en el país de una escuela que identificara los movimientos estéticos vanguardistas, los asesores de Trujillo observaron que era necesario encaminar la dictadura hacia la estructuración de un espíritu cultural libre de las calcomanías importadas desde Cuba y Puerto Rico, en donde la sociedad se movía en otras direcciones. Y entonces, la dictadura abrió las puertas a productores miméticos europeos que huían del nazi-fascismo.

2

En la búsqueda de la conformación de un arte vinculado a la esencia de lo dominicano, la dictadura de Trujillo aprovechó la intranquilidad de una intelligentsia europea vinculada a la estética y permitió la entrada al país a productores miméticos  desafectos a las opresivas tiranías y a otros que sólo escapaban de persecuciones raciales y religiosas. La noción de los ideólogos del régimen tenía, anexada a la teoría del desarrollo intelectual, la de un mejoramiento racial y aprovecharon la Conferencia de Évian de 1938 para comunicar al representante del país en Francia que el gobierno dominicano se comprometía a aceptar hasta cien mil refugiados de guerra, siguiendo una iniciativa del presidente de EE.UU, Franklin Delano Roosevelt.

 Franklin Delano Roosevelt

Los exiliados que llegaron al país antes de finalizar los treinta fueron George Hausdörf, pintor y profesor de arte que huía de los nazis, y José Vela Zanetti, pintor y muralista que huía de la dictadura franquista. Luego, bien temprano en los cuarenta, arribaron el austríaco Ernest Lothar, pintor, dibujante e ilustrador; los españoles Eugenio Fernández Granell, pintor, escritor y músico; la profesora de ballet Herta Brauer y su esposo; Josep Gausachs, pintor; el jovencito Antonio Prats Ventós [que luego se convertiría en pintor y escultor]; Manolo Pascual, dibujante, escritor y escultor; Ángel Botello Barros, dibujante y pintor; Francisco Vázquez Díaz [Compostela], escultor; Alfonso Vila [Juan Bautista Acher, Shum], dibujante y pintor; Francisco Rivero Gil, dibujante y muralista; Joan Junyer, pintor y escultor; José Alloza, dibujante y cartelista; Antonio Bernard [Toni], Víctor García [Ximpa], y Blas, caricaturistas; Mateo Fernández de Soto, escultor; Miguel Marinas, pintor; Luis Soto, escultor; Guillermo Dorado, broncista; Oliva Viforcos (Oliva) y Miguel Anglada, fotógrafos, entre otros.

 André Breton y Eugenio Fernández Granell

En ese exilio también llegó Manuel Valldeperes, quien creó una conciencia crítica del arte, desapasionando los conceptos aferrados al amiguismo y otras pasiones, que protagonizaban las reflexiones sobre el discurso estético. Asimismo, llegó Magda Corbett [que continuaría las clases de ballet iniciadas por la profesora Brauer]; también arribó al país María Ugarte, organizadora de la investigación histórica adscrita al arte; y en 1948 el pintor y escultor húngaro Joseph Fulop y su esposa, así como la pintora alemana Mounia L. André, integrándose a una década que, verdaderamente, estructuró la mezcla creativa que marcó el desarrollo del arte en República Dominicana.

Irene Costa Poveda, en “Jornades de Foment de la Investigació”, de la Universitat Jaume I de Valencia, escribió que “el exilio español perteneciente al campo de la estética escogió a París, Moscú, Nueva York, La Habana, Buenos Aires, México y Santo Domingo, como los destinos de sus destierros”. Jesús de Galíndez señaló en su ensayo “La Era de Trujillo. Un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana”, que “la inmigración de refugiados españoles se hizo de acuerdo con el SERE, la oficina montada en París por el Gobierno de la República Española, a fin de evacuar sus centenas de millares de refugiados hacia países donde pudieran reconstruir sus vidas”.  Por eso —sin duda alguna—el decenio de los 40’s fue la fase renacentista del arte dominicano y el nacimiento de nuestra de conciencia acerca de la marcha de los nuevos lenguajes estéticos mundiales.

 Jesús de Galíndez
3

¿Qué avala mi afirmación de que los años cuarenta constituyeron el nacimiento de un arte genuinamente dominicano? La respuesta, obviamente, se apoya en el vacío estético que vivimos desde la independencia efímera proclamada por José Núñez de Cáceres (1821), hasta la llegada al país de la inmigración de músicos, artistas e intelectuales europeos entre 1939 y 1948, la cual permitió que —a través de sus  influencias— se crearan situaciones y contextos que alimentaron y presionaron las condiciones creativas endógenas, fomentando procesos de producción que hicieron posible el establecimiento de academias de aprendizaje para enseñar los nuevos lenguajes culturales. En esa prodigiosa década se desarrollaron eventos cruciales relacionados con el arte que nos permitieron asimilar las vanguardias históricas, generando —a su vez— que las teorías y los modos de creación se multiplicaran geométricamente entre alumnos y profesores.

 Rafael Díaz Niese

La revolución estética producida en el país por la inmigración de músicos, artistas e intelectuales europeos, puede sintetizarse así:

En 1940 se crea la Dirección General de Bellas Artes, dirigida por Rafael Díaz Niese; en 1941 se funda la Orquesta Sinfónica Nacional, con el español Enrique Casal Chapí como director y Eugenio Fernández Granell como primer violín; en 1942 abre sus puertas la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), siendo su primer director Manolo Pascual y un profesorado integrado por Josep Gausachs, José Vela Zanetti, el judío-alemán George Hausdörf y el austríaco Ernest Lothar (en ese mismo decenio también dirigieron la escuela Celeste Woss y Gil y Yoryi Morel); en 1942 se realiza la primera Bienal de Artes Plásticas y se crea el Conservatorio Nacional de Música y Declamación; en ese 1942 la judío-alemana Herta Brauer inaugura una escuela de ballet (que en 1948 continuaría Magda Corbett); en 1943 los alumnos de la ENBA exponen sus obras; en 1946 se funda el Teatro Escuela de Arte Nacional (TEAN), dirigido por el español Luis Aparicio.

 Yoryi Morel

Pero en esa década surge, en 1943, la agrupación literaria La Poesía Sorprendida, integrada por Franklin Mieses Burgos, Alberto Baeza Flores, Rafael Américo Henríquez, Manuel Llanes, Freddy Gatón Arce, Aída Cartagena Portalatín, Antonio Fernández Spencer, Manuel Rueda, Mariano Lebrón Saviñón, Manuel Valerio, José Glas Mejía y el músico, escritor y pintor español Eugenio Fernández Granel, quien además realizaba las viñetas de la revista del grupo. En 1945 se integra a la ENBA como profesor Gilberto Hernández Ortega, un alumno graduado en la primera promoción. En ese decenio exponen junto a los profesores los egresados de la ENBA, demostrando que la institución había llenado el propósito para el cual se había fundado: engendrar artistas que provocaran la creación de un arte genuinamente nacional. Y el catorce de abril de 1948 se funda el diario El Caribe, desde cuyas páginas se apadrina la talentosa promoción de poetas conocida como Generación del 48.

 Gilberto Hernández Ortega

 Sí, indiscutiblemente, el decenio de los cuarenta fue el nacimiento y afianzamiento del arte dominicano.

 


domingo, 6 de diciembre de 2020

LA DÉCADA FINAL

 La década final

Por Efraim castillo

1

Así como la década del cuarenta marcó el auge de la dictadura trujillista, la del cincuenta fue la final, debido a un encadenamiento de fenómenos socio-políticos y cambios significativos en las hegemonías globales. Ese decenio conformó la Entregeneración del 50 [Franklin Domínguez, Máximo Avilés Blonda, Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Emilio Reyes, Carlos Esteban Deive, Silvano Lora, Paul Giudicelli, Papo Peña, Ada Balcácer, Eligio Pichardo, Oscar Renta Fiallo —convertido luego en Oscar de la Renta—,  Carlos Curiel, Gilberto Hernández Ortega, Radhamés Mejía, Tete Robiou y Eunice Canaán, entre otros], alimentada por las influencias de una ola migratoria que Trujillo —mediante sus asesores— aprobó a finales de los años treinta para inyectar al país de nuevos conocimientos. Además, esa generación fusionó las experiencias de los escritores pesimistas de los veinte, del individualismo de los treinta, de los  poetas sorprendidos del cuarenta y de los atrevimientos creativos de los jóvenes del 48, junto a las vanguardias científicas y tecnológicas que emergían en el mundo.

 Silvano Lora

Es bueno recordar que en el plano global el decenio de los cincuenta se abrió con los inicios del endurecimiento ideológico entre EEUU, la URSS, la China de Mao y el establecimiento del paralelo 38 [1902-1948], que dividió Corea en dos, produjo una sanguinaria guerra que dejó más de tres millones de muertos y profundas heridas que aún se sienten y mortifican. Pero para la dictadura esa década vio apartados —y uno asesinado— a tres de los asesores más influyentes del régimen: Anselmo Paulino, Manuel Arturo Peña Batlle y Ramón Marrero Aristy. Asimismo, Trujillo debilitó el tesoro público por los gastos incurridos en el montaje de la fracasada Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre [1954-55], que sólo sirvió como prototipo arquitectónico urbano.

 Manuel Arturo Peña Batlle [Chilo].

En los cincuenta —por un pobre asesoramiento—, Trujillo se atrevió a secuestrar y asesinar a Jesús de Galíndez, motivando que las agencias norteamericanas iniciaran una investigación sobre sus tentáculos en EEUU y el Caribe, que se acrecentó con la desaparición y muerte del aviador Gerald Lester Murphy y, luego, la de Octavio de la Maza [1957]. Por una enfermiza percepción que le llevó a ampliar su seguridad [tras los derrocamientos de Perón, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla y Batista], Trujillo fortaleció la represión interna, creando una atmósfera de persecuciones, encarcelamientos y torturas que se dimensionaron con el arribo al país de sicarios argentinos, venezolanos y cubanos. Pero lo que rubricó su ruina fue la expedición de junio en 1959, el atentado a Betancourt y el asesinato de las hermanas Mirabal, en 1960. 

 Rafael Leónidas Trujillo

Muchos desaciertos de Trujillo están asociados al desengaño sufrido cuando Ramfis no pasó el examen del curso de liderazgo militar en la Escuela de Estado Mayor de Fort Leavenworth, Kansas [1958], por preferir la dolce vita de la farándula hollywoodense que le presentó su cuñado Porfirio Rubirosa, donde conoció estrellas de cine como Kim Novak, a quien hizo fabulosos regalos. En esa aventura hollywoodense, Ramfis conoció a su última esposa, la actriz Lita Milán.

2

Los testigos del recibimiento de Trujillo a su hijo Ramfis —luego de fracasar en sus estudios de liderazgo militar en Kansas [1958]—, narran que esa recepción se convirtió en un amargo y vergonzoso desencuentro. Explican que el dictador había acudido al puerto de Santo Domingo acompañado de una unidad mixta de soldados y una banda musical militar a recibirlo y que, al subir a la fragata Presidente Trujillo y contemplar a su mimado hijo borracho, desaliñado y en compañía de mujeres, descendió furioso de la fragata y ordenó un “rompan filas” que aún retumba en los recodos históricos del país. Tras aquella frustrada bienvenida de un amoroso padre a su hijo, Trujillo obligó a Ramfis a someterse en Bélgica a tratamientos psiquiátricos y marcó y estimuló el progreso político de Joaquín Balaguer, quien ascendería desde la vicepresidencia del país a la presidencia, en 1960, cuando la dictadura navegaba hacia su final. 

 Ramfis Trujillo y Kim Novak

Además, la década del cincuenta —la final de la dictadura—  se vio marcada por la Revolución cubana [1959], un estremecimiento continental que motivó a la juventud dominicana y mundial a vislumbrar un camino redentor y fue a partir de aquella revolución que se encadenaron los factores que echaron a Trujillo del poder: a) en junio de ese mismo año llegaron desde Cuba expediciones armadas por Constanza, Maimón y Estero Hondo a combatir la dictadura; y aunque los expedicionarios fueron torturados y asesinados, dejaron en el corazón del pueblo dominicano un espíritu de rebeldía, germinando el Movimiento Revolucionario Catorce de Junio, cuyos miembros, mayoritariamente, representaban una juventud nacida y criada dentro del propio régimen; y b) el atentado a Rómulo Betancourt y el asesinato de las hermanas Mirabal, en 1960, acorralaron a Trujillo, siendo su régimen expulsado de la OEA. Al sentirse abrumado por esta expulsión, Trujillo trató de acercarse — sin el consentimiento de estos países— a la URSS y a Cuba, los cuales rechazaron sus propósitos.

 Fidel Castro Ruz

El atentado a Betancourt y el asesinato de las hermanas Mirabal crearon una visible repulsa a la dictadura, sobre todo en los sectores progresistas de la iglesia católica, y un año después, el 30 de mayo del 1961, Trujillo fue emboscado y muerto mientras viajaba a San Cristóbal para asistir a una cita amorosa.

 Manolo Tavárez y Minerva Mirabal

El decenio de los cincuenta, repleto de descubrimientos científicos y tecnológicos, así como de bruscos cambios en las estructuras sociales, dimensionaron los lenguajes estéticos y posibilitaron al hombre la exploración del cosmos. Influida por esos cambios, la joven intelectualidad dominicana se alejó vigorosamente del espectro de un trujillato que, a falta de ideólogos como Peña Batlle, instauró en el país una represión más violenta que la ejercida en los años treinta, mordiéndose su propia cola y obviando que en esa asombrosa década —por sobre la fuerza y la arbitrariedad— el ser dominicano ansiaba encontrar a ese sujeto, a ese propio yo perdido en la historia, a ese individuo insular pisoteado por los tratados fronterizos, por un colonialismo abrumador y las crueles dictaduras.

 

 

 

jueves, 26 de noviembre de 2020

ADULONES Y COBEROS

 

Adulones y coberos

Por Efraim Castillo

Recientemente conversé con un amigo sobre el papel de los adulones, lisonjeros y coberos a través de la historia; un nefasto papel que han desempeñado —y siguen desempeñándose— cuando las víctimas de sus adulaciones, lisonjas y cobas resultan ser reyes, héroes bélicos o estadistas con aspiraciones de convertirse en propietarios de sus naciones.

A partir de aquella conversación me pregunté si Nemrod, señalado como descendiente de Noé y organizador de Babilonia —de acuerdo al Génesis bíblico—, o todos aquellos que como la XIX dinastía egipcia (conformada por Ramsés I y sus descendientes), los reyes griegos y macedónicos, los emperadores romanos (desde Augusto y Tiberio hasta Aureliano, atravesando por los abusivos sicópatas Calígula, Claudio y Nerón); si esa estela de conquistadores criminales que impulsó la fiebre del oro y la fama para asesinar y despojar de sus tierras a los habitantes del llamado “nuevo mundo”; si Stalin, Mussolini, Hitler, Trujillo, Batista, Pinochet, Idi Amín Dadá, Pol Pot, Saddam Hussein, Omar Hasan Ahmad al-Bashir, y los delirantes canallas que han teñido de rojo los horizontes continentales, fueron alimentados en sus crímenes por adulones, lisonjeros y coberos. ¡Sí, lo fueron! 

 Nemrod

La coba, la adulación y la lisonja, cuando se prodigan hacia aquel que desvaría por el poder, no sólo provoca en él la ensoñación de que puede alcanzarlo, sino que establece un doble engaño: el efecto provocado en el alentado por la mentira y la sensación de plenitud en quien lo prodiga, que se considera con derecho a la prebenda y al pago de la   ficción inventada. Este cruel ejercicio, no sólo establece el endiosamiento del engañado, sino que arrastra a los que serán sus principales víctimas: los gobernados, los pueblos, que siempre ponen los muertos y las lágrimas. Por eso, casi siempre, el blanco fácil de la coba, de la adulación y el quitapolvismo es el dictador, que frente al espejo permite que su ego le grite que es mucho más grande que la figura reproducida ante él, por lo que necesita que los coros de coberos, adulones, lisonjeros, sobones y embelesadores, lo elogien constantemente, formando anillos donde la misma coba se vuelve trampa, intriga y calumnia.

Desgraciadamente, la historia dominicana está llena, envenenada, no sólo de coberos y lambones, sino de aquellos que fueron presas de sus tramas. Por eso, al estudiar el discurso que ha transcurrido desde el sueño precursor de José Núñez de Cáceres [1821], y la decisión de Duarte y los trinitarios de separarnos definitivamente de Haití en 1844, debemos detenernos en esta cáfila de mentirosos, cuyas adulaciones y cobas han entorpecido los caminos de la Patria.

 Juan Pablo Duarte

Pero no nos detengamos en los que auparon con sus alabanzas y aplausos corales a Trujillo. Miremos este hoy, este presente donde la política se nutre de esta escoria.  Miremos a nuestro alrededor y preguntémonos si se habrá detenido ese cáncer que embute en los cerebros de los gobernantes la coba y la mentira para provocar alucinaciones de continuidad y grandeza.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Absorción/Transculturación/Fusión

 

Absorción/Transculturación/Fusión

Por Efraim Castillo

En su columna El salto de la pulga [Listín Diario, 5 de noviembre, 2020], Freddy Ortiz lanzó al país un aviso que produjo escalofrío: “Esto pinta feo: 25% de los nacidos en la capital durante los últimos diez meses son hijos de haitianas traídas a parir”. Esa preocupación la había expuesto reiteradamente —tanto en este diario como en varias de las plataformas sociales de Internet— y se la señalé a Luis Abinader como una de las tareas que tenía pendiente el llamado gobierno del cambio si alcanzaba el poder. O sea, lo señalado por Ortiz es un eco de lo que se ha venido martillando desde hace años acerca del peligro que representa esta desmedida invasión de haitianos.

 Efraim Castillo y Freddy Ortiz

La diferencia entre el aviso de Freddy Ortiz y el conocimiento y la sospecha de esa invasión a través del útero, radica en que el por ciento señalado por Ortiz [25%] no se había asimilado desde la perspectiva de un por ciento tan elevado; es decir, que de cada cien nacimientos registrados en los hospitales de Santo Domingo, una cuarta parte de los mismos corresponden a haitianos. Y no se precisa ser avezado en aritmética para realizar el simple cálculo de que, si miramos hacia el futuro y multiplicamos ese porcentaje por un lustro o una década, el escalofrío podría convertirse en un abominable horror, en un terrible espanto y daría paso a un correlato cuyas consecuencias serían, primero la absorción numérica de los ciudadanos dominicanos por nacionales haitianos, y luego una transculturación y fusión como aconteció en Kosovo, aunque sin división, sino tal como soñaron los líderes haitianos desde que dirigieron su mirada hacia el Este de esta vejada isla.

La absorción biológica y el proceso de transculturación guardan un gran parecido al fenómeno de la hipertextualidad, la cual —apoyándome en Gérard Genette [Palimpsestes, 1962]— puntualiza “la relación que une un texto B [el hipertexto] a un texto anterior A [el hipotexto]”. O sea, el texto B [que voy a llamar Haití y su creole], al cubrir por mayoría al texto A [que llamaré República Dominicana y su español] termina transformándolo. Por eso, la absorción biológica es una asimilación y principia la fusión de una cultura a otra. De esos ejemplos está llena la historia.

 Gérard Genette

Los prohaitianos —esos traidores disfrazados de falso humanismo que satanizan y acusan constantemente de racistas a los que nos duele el país— deberían recorrer el viacrucis de nuestra historia y detenerse en las virulencias de los ataques haitianos y su horrorosa ocupación de veintidós años, en donde trataron por la fuerza de haitianizarnos con la imposición de su lengua y sus costumbres. Deberían estudiar el discurso histórico de Haití y entender por qué se ha convertido en un país fallido, en un país que tras no poder conquistarnos con las armas, busca ahora la fusión a través de una inmigración arrolladora, contando con el apoyo de los traidores del patio y las naciones que desean librarse de esa carga.

 

domingo, 15 de noviembre de 2020

ABSORCIÓN/TRANSCULTURACIÓN/FUSIÓN

 

Absorción/Transculturación/Fusión 

Por Efraim Castillo

En su columna El salto de la pulga [Listín Diario, 5 de noviembre, 2020], Freddy Ortiz lanzó al país un aviso que produjo escalofrío: “Esto pinta feo: 25% de los nacidos en la capital durante los últimos diez meses son hijos de haitianas traídas a parir”. Esa preocupación la había expuesto reiteradamente —tanto en este diario como en varias de las plataformas sociales de Internet— y se la señalé a Luis Abinader como una de las tareas que tenía pendiente el llamado gobierno del cambio si alcanzaba el poder. O sea, lo señalado por Ortiz es un eco de lo que se ha venido martillando desde hace años acerca del peligro que representa esta desmedida invasión de haitianos.

La diferencia entre el aviso de Freddy Ortiz y el conocimiento y la sospecha de esa invasión a través del útero, radica en que el por ciento señalado por Ortiz [25%] no se había asimilado desde la perspectiva de un por ciento tan elevado; es decir, que de cada cien nacimientos registrados en los hospitales de Santo Domingo, una cuarta parte de los mismos corresponden a haitianos. Y no se precisa ser avezado en aritmética para realizar el simple cálculo de que, si miramos hacia el futuro y multiplicamos ese porcentaje por un lustro o una década, el escalofrío podría convertirse en un abominable horror, en un terrible espanto y daría paso a un correlato cuyas consecuencias serían, primero la absorción numérica de los ciudadanos dominicanos por nacionales haitianos, y luego una transculturación y fusión como aconteció en Kosovo, aunque sin división, sino tal como soñaron los líderes haitianos desde que dirigieron su mirada hacia el Este de esta vejada isla.

 La lucha en Kosovo ha dejado trises huellas.

La absorción biológica y el proceso de transculturación guardan un gran parecido al fenómeno de la hipertextualidad, la cual —apoyándome en Gerald Genette [Palimpsestes, 1962]— puntualiza “la relación que une un texto B [el hipertexto] a un texto anterior A [el hipotexto]”. O sea, el texto B [que voy a llamar Haití y su creole], al cubrir por mayoría al texto A [que llamaré República Dominicana y su español] termina transformándolo. Por eso, la absorción biológica es una asimilación y principia la fusión de una cultura a otra. De esos ejemplos está llena la historia.

 Gerald Genette.

Los prohaitianos —esos traidores disfrazados de falso humanismo que satanizan y acusan constantemente de racistas a los que nos duele el país— deberían recorrer el viacrucis de nuestra historia y detenerse en las virulencias de los ataques haitianos y su horrorosa ocupación de veintidós años, en donde trataron por la fuerza de haitianizarnos con la imposición de su lengua y sus costumbres. Deberían estudiar el discurso histórico de Haití y entender por qué se ha convertido en un país fallido, en un país que tras no poder conquistarnos con las armas, busca ahora la fusión a través de una inmigración arrolladora, contando con el apoyo de los traidores del patio y las naciones que desean librarse de esa carga.

 

domingo, 1 de noviembre de 2020

AQUEL 6 DE NOVIEMBRE

 

Aquel 6 de noviembre

Por Efraim Castillo 

"Dios, Patria y Libertad. República Dominicana. En el nombre de Dios uno y trino, Autor y Supremo Legislador del Universo.

Los Diputados de los pueblos de la antigua parte Española de la Isla de Santo Domingo, reunidos en Congreso Constituyente Soberano, cumpliendo con los deseos de sus comitentes, que han jurado no deponer las armas hasta no consolidar su independencia política, fijar las bases fundamentales de su gobierno, y afianzar los imprescriptibles derechos de seguridad, propiedad, libertad é igualdad, han ordenado y decretan la siguiente: 
CONSTITUCIÓN POLITICA DE LA REPÚBLICA DOMINICANA"

Los treinta y un hombres que conformaron aquel congreso constituyente —el 6 de noviembre del 1844 en San Cristóbal— con el propósito específico de elaborar una Constitución que garantizara respeto, protección, garantía y deberes a los dominicanos, convirtió en una realidad geográfico-política la nación que Juan Pablo Duarte y los Trinitarios habían ideado en 1838; entendían que los sujetos sociales a los que otorgaban esos derechos y obligaciones [desde y] con el Estado recién formado, ya existían como nación y lo entendían porque —probablemente— conocían el discurso del doctor José Núñez de Cáceres frente al invasor haitiano Boyer, el 9 de febrero del 1822, en donde vaticinó “la imposibilidad de unión entre los dos pueblos de la isla por su diversidad de razas y costumbres”, afirmándole “que  la palabra [es] el instrumento de comunicación entre los hombres; y si no se entienden por el órgano de la voz, no hay comunicación [y] ya veis aquí un muro de separación tan natural como insuperable, como puede serlo la imposición natural de los Alpes y los Pirineos” [Max Henríquez Ureña, Revista Clío 32, 1938].

 José Núñez de Cáceres Albor

Tanto Núñez de Cáceres como Duarte, los Trinitarios y los treinta y un hombres que redactaron nuestra primera Constitución, sabían que más allá del concepto de persona —que puede ser máscara e imitación—, los trescientos cincuenta años [1492-1844] de una historia cuajada de vicisitudes, traiciones y esperanzas, se habían conjugado para convertir a hombres y mujeres provenientes de múltiples continentes y ADN en sujetos sociales a través de una lengua que les permitía informar, comunicar y transmitir a sus descendientes sueños y alternativas, confiriéndoles una singularidad, un sello diferenciador, una cultura con los que podían ser identificados y distinguidos de los habitantes de las demás islas hispano-hablantes del Caribe y, sobre todo, de las que no la hablaban, como el vecino haitiano que trató de anexarnos. Es decir, esos sujetos sociales eran propietarios de una lengua que los capacitaba para transformar y transformarse mediante ella, agrupándolos y convirtiéndolos en ciudadanos de un país soberano.

 Juan Pablo Duarte

Y desde aquel 6 de noviembre del 1844, nuestra Constitución —nuestro sagrado documento— ha sido sometida treinta y nueve veces a cambios, muchos de ellos introducidos para violentar la pureza de su intención e inyectar en su texto artículos que permitieron crímenes y corruptelas a los dictadores que han manchado nuestra historia. Sin embargo, nuestra Constitución ha conservado la esencia que ha regido un discurso nacional lleno de esperanzas, porque esa fue la intención de los treinta y un hombres que aquel 6 de noviembre se reunieron en San Cristóbal para redactarla. 

Por eso, sencillamente por eso, nuestra Constitución —y cualesquier constitución del planeta— está más allá de un simple pedazo de papel, como expresó Federico de Prusia en 1784, y que repitieron el jurista alemán Ferdinand Lasalle en 1862 y Joaquín Balaguer en 1966, enunciados que se han convertido en desgraciados aforismos, a pesar de que quienes los emitieron lo hicieron en contextos muy disímiles.

 

domingo, 25 de octubre de 2020

PUBLICIDAD Y CORRUPCIÓN

 

Publicidad y corrupción

Por Efraim Castillo

Más allá de los kickbacks de Odebrecht, esos azarosos sobornos que desgraciaron al país y enriquecieron a delincuentes que aún caminan airosos por nuestras calles, están los tenebrosos tejemanejes instaurados desde la publicidad/propaganda estatal, que se convirtió en una fiesta de miles de millones de pesos para beneficiar a ministros y burócratas palaciegos y a las llamadas bocinas, y cuyo dispendio, libre de supervisión, se manejó de acuerdo a los vaivenes de una estrategia propagandística sui generis, en donde el danilismo creía estar por encima de la nación, emitiendo mensajes destinados a encumbrar obras construidas o en construcción, surgidas casi todas desde contratos amañados. O sea, la publicidad —utilizada principalmente como propaganda— se convirtió durante el danilismo en una maldita fuente circular, en un feedback que producía y realimentaba un sistema altamente corrupto. 

La publicidad y la propaganda, cuando proceden del Estado, se han prestado siempre a esos juegos sucios, en donde sobresalen los publicitarios que se enganchan a la profesión sin tener una verdadera vocación y practican el oficio como un negocio para enriquecerse. Esto ya lo había escrito hace más de cincuenta años en la revista Ahora, cuando publicaba la columna semanal Pulso Publicitario, para la cual tuve que adoptar el seudónimo Carlos Trigo debido a las denuncias que hacía. En mis artículos referentes a la corrupción publicitaria denuncié los modus operandi de ese método delincuencial para abultar y disfrazar presupuestos [tanto estatales como privados], los cuales parten desde lo que conocemos como el anuncio, que es la unidad informativa contentiva del mensaje y que, tal como enunció Marshall McLuhan en Understanding Media: The extensión of Man [1964], “es el objeto vital de la comunicación”.

Pero, ¿cómo opera la corrupción estatal a través de la publicidad/propaganda? Este sistema publicitario delictivo tiene cuatro vertientes: 1. Cuando el presupuesto se destina a ocultar obras basadas en contratos delictivos, alabándolas como beneficiosas e imprescindibles con el fin de  aumentar la inversión, permitiendo reforzar el núcleo creativo con mentiras [como aconteció con el acueducto de la línea noroeste, las plantas generadoras Punta Catalina, la autopista del coral, etc.]. 2. Cuando se abulta el presupuesto con ítems innecesarios apoyados en la complicidad, o de una agencia o de un soporte [televisión, prensa, radio, influencers, etc.]. 3. Cuando se adulteran los cargos por creación, investigación, talento, asesoría, etc.; a veces, estos modos operativos se combinan de la misma manera que en la mercadotecnia, estableciendo mezclas que responden a las intenciones del fraude programado [es bueno señalar que la postmodernidad, aunque sosteniéndolo como base, ha superado los alcances del clásico marketing mix, inyectando a la mezcla factores emanados desde una cibernética en permanente cambio]. 4. Con la utilización de brókeres —a manera de testaferros— que compran los contratos a los medios con dineros provenientes del mismo mecanismo corrupto.

Pero, ¿se adecentará la publicidad/propaganda del Estado en este anunciado gobierno del cambio? ¿Podrán vencer la tentación de pescar en ese océano de billetes de banco los encargados de ejecutarla?

domingo, 18 de octubre de 2020

CULTURA Y CAMBIO

 

Cultura y cambio

 

[A mi admirada amiga Carmen Heredia Vda. Guerrero, a quien le pido cuidarse de algunas hienas que la rodean]

 

Por Efraim Castillo

 

No hay que asustarse con el vocablo cultura. La cultura es un cúmulo de entornos artificiales, de hallazgos y luchas; de combates ganados a una naturaleza, o siempre hostil, o siempre espléndida, pero continuamente apta para brindarnos lo bueno y lo malo que encierra. Por eso, desde el australopitecus al homo sapiens —en un tránsito de más de un millón de años cargado de glaciaciones, violentas hambrunas y peligrosas migraciones— el ser humano tuvo que prevalecer con el mazo y el fuego como estandartes; todo para formarnos como somos hoy, como seres humanos con modos de vida construidos y aposentados por geografías que guiaron sus establecimientos. De ahí, a que cada etnia haya desarrollado caracteres y singularidades emanados desde su hábitat. Y esa lucha y adaptación es la que ha fundado y modelado a los sujetos y sus existencias, a sus culturas.

 

Pero en esa vasta cronología de espantos, destierros y hallazgos, surgió como una luz la palabra, y la palabra marcó un antes y un después, estableciendo los procesos que han transformado la vida, ya que como enuncia Henri Meschonnic, “es el poema [la palabra] lo que hace que esta vida se transforme y que el lenguaje se transforme mediante esta vida” [Manifiesto por un Partido del Ritmo, 1999]. O sea, que el lenguaje es quien nos define y señala como somos, a través de un continuo perenne. Los griegos, que convirtieron lo abstracto en concepto mediante el asombro, asentaron la transición de valores inculcados en la educación, en la transmisión de lo heredado con la paidéia, el proceso para arribar a la areté, a la construcción del hombre virtuoso, perfecto. Para explicar mejor este discurso, Marco Tulio Cicerón, dos años antes de ser decapitado por Marco Antonio [45 a. C.], lo tradujo en Tusculanae Quaestiones como cultura animi [cultura autem animi], porque “la cultura del alma es la filosofía y es ella quien extirpa radicalmente los vicios”.

 

 Marco Tulio Cicerón


Cicerón creó una matriz del viejo vocablo indoeuropeo kwel y ese paradigma viajó hasta el Siglo XVI [1515], cuando fue documentada la palabra cultura con múltiples acepciones [diccionario crítico-etimológico de Corominas] y en 1729 la RAE ofreció sólo tres, entre las cuales sobresalió que cultura es “metafóricamente el cuidado y aplicación para que alguna cosa se perfeccione, como la enseñanza en un joven, para que pueda lucir su entendimiento.”


 Carmen Heredia Vda. Guerrero


Y esto lo escribo porque Carmen Heredia Viuda Guerrero —nuestra Ministra de Cultura y amiga de toda la vida— sabe que es desde la cultura donde el cambio es posible y tiene el conocimiento y la destreza, además, para enderezar los entuertos de sus predecesores, los cuales manejaron ese ministerio ignorando la importancia de la palabra y la magnitud de los múltiples entornos que han estructurado al sujeto dominicano, permitiendo así que se pierdan asombros y creaciones debido a los múltiples espectáculos y fusiones que los ahogan.

 

domingo, 11 de octubre de 2020

SOBRE SANTOS Y RUMORES

 

Sobre santos y rumores

Por Efraim Castillo

1. Ha nacido un santo

¡Aleluya, Señor, ha nacido un santo! ¡Ha nacido el hombre que República Dominicana esperaba desde que Duarte partió hacia la eternidad! Sí, la Patria necesitaba un hombre como Lisandro José Macarrulla Tavárez, quien ha proclamado que “donará su salario como funcionario [Ministro de la Presidencia] en vista de que su patrimonio le permite vivir sin tocar las arcas del estado”; una disposición que es necesario aplaudir de pie, ya que con esta acción Macarrulla entra a un sagrado espacio que lo convertirá en inmortal y derribará del trono de la filantropía nacional al padre Billini y su lotería para los pobres. Y tengo que decir esto porque me había construido —como mal pensado que soy— una imagen falsa de este santo varón, donde lo vinculaba a los peores intereses de la hegemonía empresarial del país, la cual tiene como meta el achicamiento total del Estado y confinarlo al rol de fiscalizador y árbitro maniatado del desenvolvimiento económico.

 Lisandro Macarrulla

Sin embargo, almaceno algunas sospechas sobre esta publicitada generosidad, tal vez influenciado por los múltiples ejemplos de falsos altruismos que registra nuestra historia, los cuales están hiperbolizados en las tretas de Trujillo, que engañó la nación mediante donaciones que provenían del mismo fisco, un viejo truco que Walt Disney inmortalizó con el Rico McPato —el tío millonario del pato Donald—, quien regalaba dinero en la mañana y en la tarde lo obsequiado volvía a él.  

2. El rumor como estrategia

Si algo positivo surgió de la extensa corrupción peledeísta fue la solidificación del sujeto dominicano, cuyo cimiento gnoseológico —esculpido por la osadía, el miedo, la visión de futuro, la incertidumbre y una religiosidad inculcada folclóricamente—, se robusteció con esos robos, estafas y engaños, haciendo posible que las sospechas sobre el accionar de nuestros políticos se activara constantemente. Por eso, el pueblo ha comenzado a establecer como una estrategia del PRM para ganar imagen, los rumores que se hacen circular desde las esferas oficiales sobre subidas de impuestos, privatizaciones, supresión de la regalía pascual y otros, contradiciendo las promesas de la campaña perremeista y que Luis Abinader, prontamente, desmiente a través de alocuciones con voz y gestos altisonantes.

Desde sumeria, el rumor ha sido utilizado como una estrategia para denigrar, ensalzar y condenar amigos y enemigos. Suetonio lo explica bien en Vidas de los doce césares [121 d. C.], cuando Marco Antonio Bruto, Cayo Casio Longino, Cayo Trebonio y los demás conspiradores que dieron muerte a Julio César, lo utilizaron para desacreditarlo y echar por el suelo las advertencias del adivino etrusco Espurnia, quien advirtió al líder romano que se cuidara de los Idus de marzo.

 Julio César

Como estrategia, el rumor —a veces transfigurado en fake news—, es un cuchillo de doble filo que puede clavarse en la espalda para denigrar, o un manifiesto cuando contiene verdades irrefutables—, pero siempre puede trocarse en un boomerang para quien lo esparce; sobre todo, si logra almacenar odios que no pueden resarcirse.