miércoles, 30 de junio de 2021

ESTA VENTANA

 ESTA VENTANA



Por Efraim Castillo

 Efraim Castillo 

Esta ventana abierta rasga la claridad del día y me devuelve la noción de la quimera. Esta ventana abierta determina la noción del pecado y la sospecha, filtra las pasiones y desgaja la quietud del horizonte. Pero, ¿por qué abro esta ventana si es observatorio y filtro de un mundo adulterado? ¿Por qué permito la violencia de esta memoria que recorre mis euforias?

Esta ventana abierta anida la percepción de miedo en los amagos del continuismo, en un sube y baja constante donde el statu quo, invertido como rosca, semeja una serpiente de fuego, un ave de hielo y lacerante espada. Esta incertidumbre me niega a mí mismo y me grita: cruza sin saludar las vías donde lo social se mella y aborta la posibilidad del goce; donde cada especulación late y gime, danza y canta; donde sueños y despertares crujen entre llamas efervescentes.

Podría cerrar esta ventana frente al crepúsculo; solo tendría que detener los recuerdos enclaustrados en lo memorial; solo tendría que accionar cada reclamo, cada lágrima vertida y todo júbilo perpetrado. Podría sellar, arrinconando en el olvido, este observatorio frente al sol crepuscular y erguirme como un tigre atrapado, para anexar mis reclamos a una defensa ya perdida.

¿Y entonces? 

¿Cómo acatar estas voces interiores que me gritan, que ensordecen; que me piden como truenos la desaparición de las lágrimas, del dolor; de estas punzadas afiladas del terror que nace entre dientes y garras ocultos, que deshacen y succionan lo mejor de nuestra historia? 

¿Y entonces? 

¿Cómo renacer de las oscuras aguas, del magma que enlaza, ensordece y quema? 

¿Cómo volver a encontrar el fragor, la música, el ritmo, el camino sin piedras y los palpitantes destellos? ¿Cómo redimir la sangre derramada, la sangre absorbida en la furia del oro, en los asaltos y degollamientos de la bestia que nos acecha? 

Esta ventana abierta hiere la sensibilidad de mis ojos y los vuelca hacia la opacidad del desconsuelo; hacia esa esquina en donde las sospechas muerden la cola del sarcasmo y desequilibran los sentidos. Esta ventana abierta es un observatorio desde donde la verdad se descompone entre promesas, entre vaivenes y trucos, entre surcos y siembras de mentiras.

¡Ah, si pudiese abrir un hueco entre la puerta y la ventana para atisbar en el cielo (allí donde el claroscuro se debilita) alguna esperanza remota! 

¡Ah, si permitiera penetrar el resplandor del alba para contemplar el nacer de la rosa y alimentar los recuerdos que yacen junto a las sonrisas! ¡Ah, si pudiese retornar el sagrado momento de las epifanías; podría entonces esperar un diminuto y entrecortado suspiro para asir la excitación de la ilusión!

¿Hacia dónde se habrá marchado la magia de la aurora? ¿En cuál lugar de la mentira se habrá alojado aquella promesa de la utopía? ¿Podrá alguien explicar si esta presencia que niega la vida deberá ser echada para siempre de la luz, o si el nuevo hombre de la historia golpeará con furia la promesa invertebrada?

viernes, 11 de junio de 2021

AQUEL MENSAJE DE JUAN BOSCH

 Aquel mensaje de Juan Bosch

Por Efraim Castillo
 
Si viviese de nuevo el momento de 1963 en que Ramón Oviedo —tratando de mejorar mi situación económica— me recomendó como creativo a Manuel García Vásquez, presidente de Publicitaria Excelsior, le diría: “¡Gracias, Ramón, pero prefiero seguir como estoy, militando en la izquierda revolucionaria y escribiendo teatro!” El gesto de Oviedo estaba relacionado con la situación económica que atravesaba en esa época, a pesar de la gran actividad política que desarrollaba como presentador de los programas radiales del Catorce de Junio, las agrupaciones 20 de Octubre y Ex-presos políticos, y del movimiento cultural Arte y Liberación. Oviedo sabía que, inclusive, vivía en una pequeña habitación del local de la 20 de Octubre, en la calle Espaillat.

 Ramón Oviedo (1924-2015)
 
Hoy, en mi vejez, enlazo aquella llegada mía a Publicitaria Excelsior y mi conversión en publicitario con un mensaje que el profesor Juan Bosch me envió con mi amigo Euclides Gutiérrez Félix, en 1982; algo que no sé si él recuerda: Dile a Efraím que deje la publicidad y se dedique de lleno a la literatura”, me transmitió Euclides. 

Juan Bosch (1909-2001)

Y partiendo de aquel mensaje de Bosch podría realizar una novela adherida a la literatura pulp o splatterpunk, con altas dosis de perplejidad sobre lo bueno y lo malo de los pasos en falso y los extravíos de una vida mal aprovechada. Por eso, al mirar hacia atrás y observar la inmensa cantidad de páginas que escribí de anuncios publicitarios —unas creaciones que se las comerá el geotrichum penicillicatum y los demás hongos y bacterias que acechan los escritos inútiles del discurso humano— siento que no soy lo que quise ser.

  Euclides Gutiérrez Félix

Cuando entré al mundo de la publicidad el sujeto dominicano era un personaje metaforizado al estilo aristotélico: un truco retórico, una caricatura. Entonces nos sacudíamos el polvo de un trujillismo que caló demasiado hondo en nuestros huesos y los villanos que poblaban la escena usaban micrófonos para predicar utopías provenientes de oscuros conciliábulos; eran verdaderos depredadores ensalzados por la iglesia. 

Aquel país de los sesenta estaba tras la búsqueda de guías sociales creíbles y, sin embargo, lo triste aconteció cuando hombres como Manolo Tavárez, Polo Rodríguez, Pipe Faxas, Juan Miguel Román y Francisco Caamaño llegaron, y sus hazañas se las tragó la indiferencia. 

Y es ahí, en el interregno comprendido entre finales de los sesenta y mitad de los setenta que pasamos del status-symbol de la moda jerarquizada —descrita por Baudrillard en Le système des objets (1968)—, al trágico drama del balaguerismo de los doce años, que depositó en el país un constructo psicológico que nos condujo a un consumismo desenfrenado y a la feria de la apariencia vacía. Todo refrendado, salvo pocas excepciones, en el periodo de los ocho años del PRD (1978-1986).
 
Entonces (y como un pelo en el sancocho) se abrió en 1996 el grifo del mal gusto; ese que se entronca al subdesarrollo y calca el mood y el look de las sociedades capitalistas, pero que obvia las estructuras referenciales, las cuales relata Umberto Eco en Opera aperta (1962), señalando que siempre, a la larga, producen un maldito efecto kitsch.

martes, 8 de junio de 2021

Decir y hacer

Por Efraim Castillo

Ivy Ledbetter Lee (1877-1934), considerado el padre de las relaciones públicas (RRPP), creó (1904) el primer despacho de esta disciplina, especializada en comunicar las bondades sociales de sus clientes, entre los cuales se encontraba John D. Rockefeller. Luego, junto a George Parker, fundó la primera agencia de RRPP del mundo: la Parker & Lee (Nueva York, 1906). Sin embargo, fue Edward Louis Bernays (1891-1995), un vienés sobrino de Anna Freud (hermana de Sigmund), quien hizo florecer este nuevo branch de las comunicaciones; estableciendo un Consejo de RRPP y creando los fundamentos de la disciplina en su libro Cristalizando la opinión pública (Crystallizing Public Opinion, Boni & Liveright, 1923). En 1928, el libro Propaganda de Bernays revolucionó la teoría de la publicidad ideológica y, por sus aportes a la publicística, la revista Life lo incluyó entre las 100 personas más influyentes del Siglo XX.

Ivy Ledbetter Lee (1877-1934).

La famosa frase de Ivy Lee de que “los movimientos tácticos y estratégicos debían ser amplificados socialmente” fue ampliada por Bernays, quien sentenció que era preciso “¡hacerlo bien y darlo a conocer!”; haciendo posible que las políticas de secreto y silencio sociales perdieran actualidad. Asimismo, Lee lanzó otra gran profecía en 1913: Las grandes empresas y proyectos solamente podrán subsistir y progresar si explican al público —y en primer término a su personal— cuál es su papel y utilidad en la comunidad local, regional y nacional”. A partir de esta declaración el pragmatismo y las secuencias del progreso, tras finalizar de la Primera Guerra Mundial, fundaron un poderoso eco industrial norteamericano que aún resuena en el planeta. 







Edward Bernays (1891-1995).

Y esto lo apunto porque las RRPP de Luis Abinader se están utilizando, no para vender trayectoria, sino como una estrategia de propaganda con fondo electoral, olvidándose de los fundamentos de esta actividad creada por Lee y teorizada por Bernays, de que es preciso llevar a término lo que se dice; primero haciéndolo y luego dándolo a conocer. O sea, que las RRPP no deben utilizarse, a priori, para transferir discursos y promesas que vulneran el ethos contenido en la intención. Por eso, en sus argumentos, Abinader debe estrategizar su discurso a través de un programa que relacione su decir con el hacer. De ahí, a que el gabinete encargado de manejar la imagen gubernamental (la Dirección General de Comunicación, DICOM), debe separar las RRPP de la publicidad y la propaganda, para evitar que la locutoría del presidente se convierta en pathos, en una emoción diluida y contradictoria, al difundir sus mensajes, muchos de estos amplificados a través de influencers y bocinas que conformaron la estructura propagandística del danilismo. 

Abinader es un político sin experiencia de Estado, cuyo discurso —cargado de buenas intenciones— luce atrapado por una feroz hegemonía empresarial. Y esta es una buena razón para proyectar su administración sin maquillajes, sin subterfugios, ni mentiras. Por eso, su meta principal debe concentrarse en desmontar el andamiaje de corrupción del danilismo y fortalecer nuestra soberanía. Y eso se puede decir y hacer.  

martes, 1 de junio de 2021

LA VIOLACIÓN DE ISABEL GUZMÁN

 LA VIOLACIÓN DE ISABEL GUZMÁN, PERPETRADA POR EL TENIENTE RAFAEL TRUJILLO EN LA IGLESIA DE SAN JOSÉ DE LOS LLANOS, SEGÚN EL DRAMA “LOS INVENTORES DEL MONSTRUO”, DE EFRAIM CASTILLO, PREMIO NACIONAL DE TEATRO, 2004: 


CUADRO SÉPTIMO (FINALES DE JULIO, 1919)


El interior de una iglesia construida de madera en la localidad de San José de los Llanos, en la mañana. Algunos bancos están alineados al centro y un pequeño altar se levanta en el lateral izquierdo. La puerta de entrada se encuentra en el lateral derecho y, por el foro, unos escalones conducen hacia el campanario, que es de donde proviene la luz que ilumina la escena. 


Cuando el telón se levanta RAFAEL abre la puerta de la iglesia y entra, seguido de ISABEL, una hermosa muchacha blanca de unos quince años, de aspecto distraído. Viste un faldón con blusa blanca y cubre la cabeza con un viejo sombrero de cana.


RAFAEL: Puedes sentarte.


ISABEL (se sienta en uno de los bancos y mira asustada el interior de la iglesia): ¿Dónde está papá?


RAFAEL: No te preocupes, vendrá pronto.


ISABEL (preocupada): Pero usted nos dijo que él estaría aquí, en esta iglesia…


RAFAEL (se sienta en el banco junto a Isabel): No debes preocuparte, Isabel, tu padre vendrá pronto. Pero dime, antes de que venga, ¿te gustaría ir a estudiar a San Pedro de Macorís?


ISABEL (sonríe): No sé, nunca he sido buena para los estudios. A mí me gusta la cocina y las cosas de la casa.


RAFAEL: Eres muy hermosa, Isabel, y si te quedas en Los Llanos te llenarás de hijos y estropearás tu vida. ¿Por qué no vienes conmigo a San Pedro de Macorís?


 Fotografía de Rafael Trujillo Molina de los años veinte.


ISABEL: No puedo, teniente Trujillo, debo ayudar a mamá y mis hermanas con las cosas de la casa. Además, no soy buena para los estudios. 


(ISABEL vuelve a observar con curiosidad el interior de la iglesia). 


 Isabel Guzmán, entrevista en noviembre de 1973 por la Revista Ahora.


Esta iglesia está vacía, teniente Trujillo, aquí no hay nadie. ¿Y mi padre, dónde está?


RAFAEL: ¡Él vendrá pronto! ¡Ya verás!


 (Transición. RAFAEL pasa una de sus manos por el pelo de ISABEL y ésta se separa un tanto de su lado)


¡No temas, Isabel! ¿Sabes?, tienes un hermoso pelo, ¿lo sabes?


ISABEL: Deseo ver a mi padre, teniente Trujillo. Usted nos dijo, a mi madre, a mí y a mis hermanas, que él estaría aquí, en esta iglesia de Los Llanos… y no lo veo. Esta iglesia está vacía. ¿Dónde está mi padre?


RAFAEL (vuelve a pasar la mano por el pelo de ISABEL): ¡Tu padre vendrá pronto, Isabel, no te preocupes! Lo que pasa es que sobre él pesan graves acusaciones de complicidad con los gavilleros. Las órdenes emanadas de los norteamericanos son precisas y contundentes…


ISABEL (asustada): ¿Y cuáles son esas órdenes?


RAFAEL: ¡Las peores, Isabel! A los cómplices de los gavilleros,como tu padre, les toca ser fusilados; lo que podría evitar si nos ayuda a atrapar a Olivorio Carela y Ramón Matías. Pero no temas, Isabel, yo impediré eso... ¡no temas! 


 (Transición) 


Fíjate, Isabel, escogí esta iglesia, esta casa de Dios, para que el sargento Ramírez traiga a tu padre. Y lo hice con el firme propósito de que los gringos no sospechen nada, porque esta operación no la he reportado. Así, Isabel, que no temas. Ahora sólo estamos tú y yo, aquí, en esta casa de Dios, y no debes temer nada. 


 (RAFAEL señala el crucifijo que cuelga sobre el pequeño altar)


Mira, Isabel, ahí está Cristo y él es testigo de que tu padre está bien y de que pronto te reunirás con él, aquí, en esta iglesia. No temas.


 (RAFAEL vuelve a pasar la mano por la larga cabellera de ISABEL y ésta vuelve a eludirle)


¿Sabes?, lo que más me gusta de ti es tu pelo y el color de tu piel. En mi pueblo, San Cristóbal, no abundan las muchachas blancas como tú, ¿lo sabías? 


ISABEL:  Pero, ¿por qué mi madre y mis hermanas no entran a la iglesia y nos acompañan?


RAFAEL: No, Isabel, es mejor que ellas aguarden junto al cabo Soriano y el raso Mercedes la llegada de tu padre. Ven, acércate a mí…


(RAFAEL se aproxima a ISABEL y le quita el sombrero de la cabeza, a lo que ésta protesta)


ISABEL (arrebatando el sobrero de las manos de RAFAEL): ¡No, teniente Trujillo, estoy en una iglesia y no puedo descubrir mi cabeza!


RAFAEL:  Recuerda, Isabel, que yo soy el teniente Trujillo; el azote de los gavilleros del este y no debes temer porque tu cabeza esté descubierta en una iglesia. Tampoco debes temer ni por tu padre, ni por tu madre, ni por tus hermanas, ni por ti. Ven, Isabel, acércate un poco más a mí… ¡No temas!


(ISABEL rehúye acercarse a RAFAEL)


Lo estás haciendo mal, Isabel. Debo explicarte que la liberación de tu padre depende de mi y de nadie más.


(ISABEL comienza a llorar)


¿Te vas a poner a llorar, ahora, cuando todo está a punto de realizarse? ¡Vamos, muchacha, no llores! ¡Las lágrimas no son más que melcocha; no son más que vahídos inútiles del corazón! ¿Crees que con tus lágrimas me ablandarás? 


ISABEL (llorando): Pero, ¡usted nos dijo que liberaría a mi padre! 


RAFAEL: ¡Y sostengo mi palabra, Isabel! ¡La sostengo! ¡Te lo juro! ¿Deseas de verdad que lo libere?


ISABEL (esperanzada): Sí, eso es lo que deseamos mi madre, mis hermanas y yo…


RAFAEL : Pues entonces ven, dame un beso (RAFAEL pone los labios al alcance de los de ISABEL). Ven, Isabel, dame un beso…


ISABEL (estampa un pequeño beso en una de las mejillas de RAFAEL): Ya está, teniente… le di un beso.


RAFAEL: No, Isabel, no te pedí un beso de hermanito, ni el besito de las buenas noches. Lo que deseo es un beso grande, húmedo, prolongado, de lengua batiente. ¡Vamos, Isabel, dame un beso!


(RAFAEL vuelve a poner la boca al alcance de la de ISABEL, quien lo besa en la frente)


RAFAEL (incómodo): ¡Lo estás haciendo mal, muchacha… muy mal! ¡Tampoco te pedí un beso protocolario, ni el beso de un maestro a su alumno! ¡Lo que te pedí, coño, es un beso de amante, de marido y mujer! ¡Lo que te pedí es un beso lleno de pasión, estruendoso y ensalivado! ¡Vamos, Isabel, dámelo!


(RAFAEL vuelve a poner su boca frente a la de ISABEL y ésta lo besa en el mentón)  


¡Ya me cansé de tus besos insípidos, Isabel! ¿Qué te pasa, no deseas que libere a tu maldito padre?


ISABEL (temerosa): ¡Por favor,  teniente Trujillo, no diga malas palabras en esta iglesia! 


RAFAEL: ¡Entonces, bésame!


ISABEL: Pero eso es lo mismo que decir malas palabras, lo único que haciéndolas… ¡Esta es la casa de Dios, usted mismo lo dijo!


(RAFAEL se pone de pie)


RAFAEL: ¡Ah, conque es eso! ¡No me besas porque estamos en una iglesia! ¿Es por eso?


ISABEL (tartamudeando): Bueno, no exactamente…


RAFAEL: ¿Y entonces, en qué quedamos? ¿Deseas o no deseas que libere a tu padre?


ISABEL: Por eso vinimos hasta aquí, teniente Trujillo…


RAFAEL: ¡Bueno, entonces bésame!


ISABEL: Pero, ya le dije, teniente Trujillo; no puedo besarlo porque estamos en una iglesia, en la casa de Dios… Mire, ahí está el crucifijo de Cristo y nos está mirando…


RAFAEL: ¡Bah, Isabel! ¡Él no nos puede mirar!


ISABEL: ¡Está blasfemando, teniente!


RAFAEL: ¡Qué blasfemia… ni blasfemia! ¿No ves que esa figura es una estatua, un amasijo de yeso con forma humana?


(RAFAEL toma el sombrero de ISABEL, camina hasta el altar y lo coloca sobre la cabeza del Cristo)


¿Ves? ¡Ya Cristo no podrá vernos!


ISABEL (señala las otras imágenes del altar): Pero, ¡ahí están la Virgen de los Dolores y San Pedro! ¡No, teniente Trujillo, no podría besarlo en esta iglesia! 


(RAFAEL, incómodo, vuelve al lado de ISABEL y la abraza con furia, estampándole un beso en la boca. ISABEL protesta y patalea)


¡No, teniente Trujillo, no haga eso, por favor!


RAFAEL (vuelve a besar a ISABEL en la boca y ésta le muerde los labios): ¡Coño, no me muerdas! ¡Así no, maldita!


 (ISABEL llora desconsoladamente)


ISABEL (llorando): ¡No, teniente Trujillo, no me haga esto! ¡Estamos en una iglesia! Además, yo nunca he besado a un hombre en la boca! ¡Sólo tengo quince años, teniente!


(RAFAEL toma a ISABEL de una mano y cuando trata de zafarse la arrastra hacia las escaleras que conducen al campanario de la iglesia) 


RAFAEL: ¡Ven, subiremos al campanario, donde  no nos acecharán ni Cristo ni los santos del cielo! 


ISABEL: ¡No, no quiero ir al campanario! ¡Suélteme, teniente Trujillo, suélteme!


(ISABEL continúa llorando mientras RAFAEL la arrastra escaleras arriba, balbuciendo frases hirientes contra los gavilleros y los padres de la muchacha. A medida que ascienden, la escena de la iglesia va quedando en penumbra y se van iluminando las escaleras, hasta dejar con mucha luminosidad el espacio del campanario. A lo lejos y a través de las ventanas del campanario, se ven siluetas de árboles)


RAFAEL (lanzando al suelo a ISABEL): ¡Ya estamos lejos de Cristo y los santos; y ahora, Isabel, sí me besarás! ¡Vamos, desnúdate!


ISABEL (llorando y muy asustada): ¡Tenga piedad de mí, teniente Trujillo! ¡Por favor, teniente Trujillo, tenga piedad de mí! ¡Mire, no soy más que una campesina! ¡Además, soy señorita!


RAFAEL (áspero): ¡Eso es lo que busco, Isabel, tu virginidad, coño! ¡Vamos, dije que te desnudes!


ISABEL: ¿No me dará golpes, como a mi prima Ana? 


RAFAEL: Si te portas bien y me abres las piernas, no tendré que golpearte como a tu prima Ana… ¡además, libertaré a tu padre!


ISABEL: ¿De verdad lo hará, teniente… libertará a mi padre?


RAFAEJ: ¡Sí, lo libertaré… tienes mi palabra! ¡Ven, te ayudaré a quitar la maldita ropa!


(ISABEL, gimiendo, comienza a quitarse la ropa, ayudada por RAFAEL. Los gemidos de ISABEL crecen hasta convertirse en un llanto devastador. Por la puerta de la iglesia entra el raso Francisco MERCEDES, de la Guardia Nacional Dominicana, quien busca la procedencia de los llantos)


RASO MERCEDES (fuerte): ¡Eh!, ¿quién está llorando?


RAFAEL (tapa con una de sus manos la boca de ISABEL y grita al raso MERCEDES): ¡Nadie está llorando, raso Mercedes! ¡Puede retirarse!


RASO MERCEDES (camina hasta las escaleras y habla a RAFAEL); ¡Señor, escuché a alguien llorar!


RAFAEL (en voz baja, a ISABEL): ¡Si vuelves a gritar te mato a ti, a tu madre, a tus hermanas y a tu padre, coño! (Al RASO MERCEDES) ¡Retírese, raso Mercedes, con seguridad usted escuchó llorar a algún santo!


RASO MERCEDES: ¡Señor, le juro que escuché un lloriqueo!


RAFAEL: ¡Le dije que se retirara, coño!


RASO MERCEDES (se para en atención): ¡Como usted ordene, teniente Trujillo, pero le digo que escuché a alguien llorar!


(El RASO MERCEDES comienza el mutis, pero antes mira con desconfianza hacia todos los rincones de la iglesia y detiene su mirada en el sombrero que cubre la cabeza del Cristo. Entonces camina hacia el altar, toma el sombrero y camina con él hacia las escaleras, desde donde grita a RAFAEL)


¡Teniente Trujillo… teniente Trujillo!


RAFAEL: ¡Sí, raso Mercedes!


RASO MERCEDES: ¡Ya sé quién fue que lloró!


RAFAEL (incómodo): ¡Dígame, raso Mercedes! ¿Quién coño fue que lloró?


RASO MERCEDES: ¡Fue la señorita Isabel Guzmán! 


RAFAEL (incómodo): ¿Y cómo sabe que fue ella?


RASO MERCEDES: ¡Por su sombrero, señor! ¡Aquí lo tengo! ¡Estaba cubriendo la cabeza de nuestro señor Jesucristo!


RAFAEL (para sí): ¡Maldición! (Al RASO MERCEDES) ¡Está bien, raso Mercedes, guarde el sombrero y siga vigilando junto al cabo Soriano a la mujer y a las hijas del gavillero José Núñez! 


(El RASO MERCEDES, aún desconfiando y observando los rincones de la iglesia, hace mutis. RAFAEL, al notar la salida del guardia, quita la mano de la boca a ISABEL).


Ahora, termina de quitarte la ropa…


ISABEL: Pero, ¿debo quitármela toda?


RAFAEL: Bueno, levántate el faldón y todo ese amasijo de telas que llevas debajo… luego bájate las bragas y acuéstate en el piso.


 (ISABEL se levanta el faldón y el refajo, y se saca las bragas)


ISABEL:  ¿Y ahora, qué hago?


RAFAEL (toma a ISABEL entre sus brazos y la arroja con furia al suelo): ¡Ahora abre bien las piernas y déjame cubrirte para que sepas quién, coño, es Rafael Trujillo!  


 (Las luces se van apagando lentamente cuando ISABEL abre las piernas y  RAFAEL, de espaldas al proscenio, busca su miembro entre la bragueta del pantalón militar y se lanza violentamente sobre la muchacha, penetrándola. En ese instante El RASO MERECEDES vuelve a entrar a la iglesia después que ISABEL, herido su himen por la penetración, lanza un chillido desgarrador)


ISABEL (gritando): ¡Ayyyyyyyy! 


RASO MERCEDES (mira hacia las escaleras del campanario y habla consigo mismo): ¡Sí, yo lo sabía, coño, el grito vino de ahí arriba!


(El telón cae violentamente, mientras las luces se apagan por completo)