domingo, 17 de octubre de 2021

OTRAS MIRADAS

 Otras miradas

Por Efraim Castillo







Efraim Castillo (Acrílica por Gerardino)

Ahora que he alcanzado la ancianidad y escruto las huidizas miradas de los jóvenes sobre mí, me pregunto constantemente, ¿qué pensarán, cómo me ven? Y al hacerme estas preguntas, me desplazo hacia mi juventud, hasta aquellos años en que —ni por curiosidad— me observé como me veo en la actualidad, asido a un encadenamiento de vivencias que me han conducido hasta estas ocho décadas que arrastro pesadamente.

Las miradas de entonces (cuando el futuro era una incógnita y me cruzaba en las calles con ancianos de paso lento) eran otras, porque indagaban si la vejez era acaso la sonrisa venerable de mis abuelos, o el arrugamiento de sus rostros, el encorvamiento de sus espaldas y las amorosas palabras que proferían sus labios, las cuales aún recogen mis oídos. Debo confesar que nunca imaginé que aquellas miradas podrían convertirse en las miradas de los jóvenes de hoy, tan huidizas y llenas de excusas para no entablar diálogos y liberar sus ojos hacia otras miradas. En El Ser y la Nada (1943), Jean-Paul Sartre describe así esa mirada: “Mirada reflexiva que quiere captar el fenómeno como totalidad y que se ve remitida del reflejo al reflejante y del reflejante al reflejo sin poder detenerse nunca”.

Las miradas de mi juventud a los ancianos (miradas aprisionadas por el miedo que se vivía durante la dictadura, pero siempre observando los ojos del observado) se concentraban en la supervivencia, en el día a día y en el ser que nos cuidaba y alertaba sobre las limitaciones y beneficios del mundo. Por eso, cada anciano que observábamos era alguien al que respetábamos y amábamos como si fuera nuestro anciano y nuestras miradas no podían arrinconarlo en la invisibilización, en la inutilización con que lo excluyen las prisas postmodernas.

Pero, ¿por qué esas miradas huidizas, de inutilización, de los jóvenes sobre nosotros los envejecientes? ¿Será que no comprenden —porque nadie les ha ilustrado— que al mirarnos también guardan para sí lo que serán ellos dentro de algunas décadas? Estoy seguro que la mayoría de nuestros jóvenes ignora que en cada mirada se aprisiona una denotación y connotación que nos conduce hacia los destellos memoriales que nos acompañarán el resto de la vida y que deberán convertirse en conocimiento, en experiencia, en una conexión entre pasado, presente y futuro; en una maravillosa correlación de totalidad cultural.



Jacques Lacan, en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), enuncia que “la mirada tiene una importancia fundamental en la conformación del sujeto, (ya que es) una condición necesaria pero no suficiente para la transformación del cachorro humano”; conceptualizando un establecimiento, una diferencia imprescindible, entre la mirada subjetivante y la función fisiológica del existir.

Y así debe ser, porque en el anhelo sagrado de una sociedad libre de sospechas, zancadillas e intrigas, las miradas de los gobernadores, gobernados, jóvenes y ancianos, deben estar libres de prejuicios y exclusiones; porque las miradas, como ráfagas de amor, deben transportar comprensión y respeto. 

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