Los
Inventores del Monstruo
Cuadro
segundo (Diciembre 9, 1918)
Por Efraim Castillo
Por Efraim Castillo
Una
tienda de campaña levantada en las afueras de algún pueblo, con reducidos
muebles de oficina (un escritorio pequeño con un sillón giratorio y, frente a
éste, dos sillas plegadizas con fondo de tela gris; un armario que sirve de
archivo, así como un mueble donde reposan un sombrero y una casaca) y una Victrola en uno de los rincones del
lateral izquierdo. Sobre el escritorio se amontonan algunos fólderes conteniendo papeles y,
pendiendo de uno de los soportes de la tienda, aparece un gran cartel cuyo
titular reza, en gruesas y llamativas letras: ¡Se buscan vivos o muertos!, destacando cuatro fotografías y,
debajo de éstas, los nombres de Fidel
Ferrer, Cayo Báez, Ramón Natera y Cristino Sánchez. También se lee en el cartel:
“Se
dará una gran recompensa a quien informe sobre los paraderos de estos
peligrosos gavilleros”.
Cuando el telón se levanta, el coronel WILLIAMS, sentado en el sillón giratorio, hojea los documentos, mientras de la Victrola sale la voz de Enrico Caruso entonando alguna aria de «Rigoletto». Es una plena mañana de diciembre y fuera se escuchan voces y griteríos que identifican el entorno de la tienda como un campamento militar. Después de transcurrir algunos segundos, entra a escena EL SARGENTO, portando en una de sus manos un sobre lacrado, y quien, al detenerse con rigidez frente al escritorio, saluda militarmente a WILLIAMS.
WILLIAMS
(sin apartar sus ojos de lo que lee,
devuelve el saludo al SARGENTO)
¿Qué desea, sargento?
EL
SARGENTO (parándose en posición de
descanso, luego de WILLIAMS devolverle el saludo)
Coronel Williams, afuera hay un sujeto
preguntando por usted y me pidió que le entregue este sobre.
(EL SARGENTO le pasa el sobre lacrado a WILLIAMS
y éste lo abre, extrayendo de su interior un legajo de papeles)
WILLIAMS
(después de leer detenidamente el
contenido del sobre)
¿Dónde está el hombre que trajo este
sobre?
EL
SARGENTO (señalando la entrada de la
tienda)
Ya le dije, señor… ¡El sujeto está
afuera! ¿Desea que le haga pasar?
WILLIAMS
Sí, sargento, dígale que pase…
(EL SARGENTO sale y retorna a la escena
seguido de RAFAEL, un hombre que ronda los veinticinco o los treinta años,
vestido con ropas baratas pero muy limpias. Frente al coronel, RAFAEL se quita
el sombrero y, sin saber como comportarse, observa la manera en que lo hace EL
SARGENTO. Al notar que el civil no sabe comportarse frente al CORONEL, EL SARGENTO
lo corrige con un gesto)
EL
CORONEL (observando el papel y luego a
RAFAEL, se pone de pie y camina hasta la Victrola, apagándola. Tras hacer esto,
vuelve a sentarse)
¿Y bien, señor Trujillo? ¿Por qué desea
usted ingresar a la Guardia Nacional
Dominicana? (Al SARGENTO) ¡Puede
retirarse, sargento!
EL
SARGENTO
Sí, señor.
(EL SARGENTO saluda a Williams y hace
mutis)
RAFAEL
(carraspeando)
Bueno, señor Williams, tal como le dije a
mister Johnson en el ingenio, deseo
que la República Dominicana se pacifique…
WILLIAMS
(observa de pies a cabeza a RAFAEL)
¿Y cree usted que a su edad podrá
realizar un buen trabajo? Nosotros buscamos, para conformar la Guardia Nacional Dominicana, hombres de entre los dieciocho y veintidós
años, señor Trujillo… ¿Qué edad tiene usted?
RAFAEL
(tartamudea)
Cumplí veintisiete el pasado mes de
Octubre, señor Williams…
WILLIAMS
¡No
me diga señor Williams! ¡Yo soy el
coronel C. F. Williams, de la Infantería
de Marina de los Estados Unidos de América!, ¿comprende? El vocablo señor lo utilizamos sólo para imprimir
respeto en las conversaciones, no para endosarlo como un título. ¿Comprende,
señor Trujillo?
RAFAEL
(tartamudeando)
Ssssí, coronel… ¡comprendo!
WILLIAMS
Pues bien, señor Trujillo, creo que usted
sobrepasa la edad requerida para entrar como oficial en la recién creada Guardia Nacional Dominicana, aunque (mira de reojo el papel y el sobre),
teniendo en cuenta lo que expresa acerca de usted el señor Johnson, podríamos
hacerle algún hueco. ¿Dónde aprendió a disparar tan bien como expresa el señor
Johnson?
RAFAEL
(con cierta confianza)
Me enseñó mi padre, coronel…
WILLIAMS
¿Y quién enseñó a su padre?
RAFAEL
(con cierto orgullo)
¡Lo enseñó mi abuelo, coronel!
WILLIAMS
¿Y quién diablos era su abuelo?
RAFAEL
Mi abuelo era oficial del ejército
español, coronel…
WILLIAMS
(fingiendo entusiasmo)
¡Ah, conque esas tenemos, señor Trujillo!
¿Y no sabe usted que nosotros les quitamos a los españoles las islas de Cuba y
Puerto Rico, y también el archipiélago filipino?
RAFAEL
¡Lo sabía, señor!
WILLIAMS
¿Cómo lo supo?
RAFAEL
Bueno, coronel, trabajé como telegrafista
en mi pueblo natal, San Cristóbal, y he leído algunos libros en la biblioteca
de mi tío, Teófilo Pina Chevalier…
WILLIAMS
(señalando el papel)
¡Eso no lo menciona Johnson en su carta!
Debe usted saber, señor Trujillo, que en la Infantería
de Marina de los Estados Unidos de América nos cagamos en los intelectuales…
¿Acaso no sabe usted que los intelectuales de mierda sólo sirven para bla, bla,
bla? Los intelectuales se mean en los
pantalones a la hora de la verdad y, si no lo hacen, caen en el primer combate.
Entre sus lecturas, ¿no leyó algo sobre Martí, en Cuba?
RAFAEL
Perdone usted, coronel… ¡pero no, no leí
nada sobre ese Martí, en Cuba, y, de verdad, coronel, no sabía que la lectura
afectara tanto el valor! ¡Se lo digo de verdad, coronel!
WILLIAMS
¡Pues sépalo, señor Trujillo! ¡El militar
debe servirse del intelectual y nunca podrá convertirse en uno de ellos, so
pena de que se vuelva un blandengue! Pero, volviendo a la recomendación de mister Johnson, señor Trujillo, y de
esos etéreos motivos que tiene usted de pacificar
este paisaje, ¿qué otra cosa, de verdad, lo mueve? Johnson dice aquí que su
padre y varios hermanos suyos han sido sometidos a la justicia por abigeos… ¿Es
eso cierto?
RAFAEL
(carraspeando)
Esas son habladurías de los enemigos de
nuestra familia, coronel… y son esas infamias las que, precisamente, me han
movido a desear ingresar a la recién formada Guardia Nacional Dominicana. Debe usted saber, coronel Williams,
que en nuestro país ha imperado, desde su separación de Haití, un verdadero
caos, una carencia absoluta de disciplina en todos los órdenes, y el ejército
no ha sido más que una caricatura. Yo, que trabajé como telegrafista, puedo
afirmárselo, señor… ¡perdón, coronel!
(RAFAEL, al hablar, se acerca más al escritorio.
Definitivamente desea «saltar» la alusión de WILLIAMS a sus familiares)
¿Sabe usted, coronel, cuántos generales,
coroneles, mayores, capitanes y tenientes, llegó a tener nuestro ejército antes de que ustedes,
valientemente, nos auxiliaran? ¡Pues miles, coronel… miles!
(RAFAEL mira a WILLIAMS y, tras descubrir, que su
discurso le ha causado buena impresión, lo refuerza y camina hasta el borde del
escritorio)
¡Yo creo que ustedes significan la
salvación de nuestro país, coronel, y es por eso que deseo ingresar a la Guardia Nacional Dominicana, a ese
ejército que bajo sus directrices hará entrar en cintura a nuestro país!
WILLIAMS
(observa con curiosidad a RAFAEL y
sonríe)
Eso lo sé, señor Trujillo… ¡eso lo sé! Y
nuestro gobierno lo sabía, mucho antes de enviarnos a nosotros a salvar la
economía dominicana, que todo el que quería hacerse capitán, o mayor, o
coronel, o general, tan sólo tenía que reunir a los vecinos del barrio, ponerse
un uniforme de carnaval y proclamarse alzado
contra los gobernantes... ¡Y es por eso que estamos aquí, señor Trujillo, y
también es por eso que estamos tratando de organizar un ejército dominicano que
nos ayude a pacificarlos!
(Transición)
Pero, volviendo al asunto de sus
familiares, señor Trujillo, en su correspondencia, Johnson hace una clara
alusión al asunto del robo de ganado y menciona específicamente a su padre, Pepe, y a sus hermanos Pipí y Petán.
RAFAEL
Pero, coronel, ¿qué dice mister Johnson de mí?
WILLIAMS
A usted trata de exonerarlo, diciendo que
sabe enfrentarse a los problemas, a pesar de haber atravesado por algunos
incidentes de falsificación. Pero, ¿cómo es eso de que usted sabe enfrentar los
problemas, señor Trujillo?
RAFAEL
Los problemas yo los enfrento de dos
maneras, coronel…
WILLIAMS
(visiblemente interesado)
¿De dos maneras? A ver, ¡explíquemelas!
RAFAEL
Aplicando la persuasión número uno o la
persuasión número dos…
WILLIAMS
(mucho más interesado)
¿Persuasión uno y persuasión dos? Pero,
¿qué coño son esas persuasiones, señor Trujillo?
RAFAEL
(saboreando las palabras)
A las buenas o a las malas, coronel… O,
simplemente, con palabras o con cuchillo…
WILLIAMS
(sonriendo)
¡Ah, conque esa es la forma en que usted
enfrenta los problemas, señor Trujillo! Pero, ¿acaso no será esa manera una
estratagema para que se le acepte en la Guardia
Nacional Dominicana, a pesar de su edad… y de su tamaño?
RAFAEL
Mister Johnson sabe
que soy así, coronel, por lo que puede usted estar seguro de que le hablo la
verdad. Y si su país me acepta como oficial del nuevo ejército dominicano,
coronel Williams, tendrá en mí al mejor de sus aliados en toda la región del
Caribe. ¡No les haré quedar mal, coronel!
WILLIAMS (sonriendo, observa con curiosidad a
RAFAEL)
Usted ha empezado a caerme bien, señor
Trujillo. Pero, no sé… ¡hay algo que me preocupa!
RAFAEL
¿Qué le preocupa, coronel?
WILLIAMS
Sus dientes, señor Trujillo….
RAFAEL
(sorprendido, se lleva una de las manos a
la boca)
¿Mis dientes, coronel? ¿Qué tienen mis
dientes?
WILLIAMS
(se pone de pie y camina hasta situarse
junto a RAFAEL, frente al escritorio)
¿Acaso no tiene usted un espejo en su
casa? ¡Están muy careados, señor Trujillo!
RAFAEL
(decidido)
¡Eso no es problema, coronel! Si tengo
que sacarme los dientes y colocarme una caja… ¡lo haré!
WILLIAMS
(se aproxima más a RAFAEL y le abre la
boca, observando sus dientes)
No, señor Trujillo, no será necesario que
nuestro dentista le extraiga los dientes, aunque sí un par de muelas que
hieden. Nuestro dentista sólo tendrá que cortar y remendar algo en los
incisivos y caninos.
(WILLIAMS deja de examinar los dientes de
RAFAEL, saca un pañuelo de uno de los bolsillos traseros de su pantalón y
limpia con él sus manos. Mientras guarda el pañuelo, camina hacia su sillón y
se sienta)
¡Siéntese, señor Trujillo!
(RAFAEL se sienta en una de las sillas
frente al escritorio)
Hay otra cosa que me preocupa, señor
Trujillo.
RAFAEL
(inquieto)
¿Otra cosa?
WILLIAMS
¡Sí, su adicción a las mujeres!
RAFAEL
¿Le contó también eso, mister Johnson?
WILLIAMS
¡Claro que lo dice en la comunicación!
Johnson, al recomendarlo, tenía que detallar sus virtudes y defectos, señor
Trujillo.
RAFAEL
Pero, coronel, las mujeres forman parte
de mi vida privada…
WILLIAMS
(áspero)
¡En el ejército no hay vida privada para
los oficiales, señor Trujillo! Además, Johnson indica que su gusto por las
mujeres va más allá de lo normal. ¿Es eso cierto?
RAFAEL
Los dominicanos somos así, coronel…
WILLIAMS
(sorprendido)
¡Cómo! ¿Trata usted de decirme que todos
los hombres de este país adolecen de esa aberración?
RAFAEL
(asustado)
¿Aberración, coronel?
WILLIAMS
Sí, señor Trujillo… ¡aberración! Escuche
lo que dice Johnson: (leyendo)
«Trujillo, al ver que una mujer le pasa por el lado, sin importar que ésta sea
fea o bonita, vieja o joven, blanca, negra o mulata, la sigue con la mirada como
si deseara comérsela. Eso lo he notado cuando, juntos, buscamos por los
cañaverales del este a los secuestradores de mister Sandler, a comienzos de año. Creo por esto, coronel
Williams, que de no corregirse, Trujillo enfrentará en el futuro muchos inconvenientes
por esta aberración, la cual lo hace inclinarse muy peligrosamente hacia las
mujeres casadas, muchas de las cuales, aquí en Boca Chica, se han acercado a mí para que lo cancele o lo reprenda…»
(WILLIAMS deja de leer y observa el
rostro de RAFAEL, que se ha tornado lívido)
¿Oyó, señor Trujillo, lo que dice de
usted mister Johnson? Él fue quien
mencionó la palabra aberración, no
yo. ¿Cree usted, entonces, que todos los dominicanos sufren de ese mal? ¿Cree
usted que la moral dominicana no existe? Nosotros sabemos, por los sociólogos
que hemos enviamos a realizar estudios en el Caribe, que esta es una región
donde el sensualismo forma parte del paisaje, y también donde hasta los curas,
si no son pederastas, le echan mano a las feligresas; pero también sabemos,
señor Trujillo, cuáles son los límites de esa afección.
(WILLIAMS se pone de pie y camina hasta
el frente del escritorio, donde RAFAEL está sentado)
¿Cree usted, señor Trujillo, que esa
enfermedad pueda corregirse?
RAFAEL (observando esperanzado a WILLIAMS)
Sí, coronel… ¡creo que podría superar esa
adicción por las mujeres!
WILLIAMS
Y lo otro, señor Trujillo… ¿podrá superar
usted lo otro?
RAFAEL
¿Lo otro? ¿Qué es lo otro, coronel?
WILLIAMS
¡Los robos, señor Trujillo! ¡El abigeo!
¡En el oeste de mi país matamos a los ladrones de ganado sin avisar a las
autoridades!
RAFAEL
(como implorando)
¡Pero, coronel, no soy yo el ladrón de
ganado, sino mis familiares!
WILLIAMS
Piense esto, señor Trujillo: imagínese
que consiga usted entrar a la Guardia
Nacional Dominicana y que, tras demostrar un comportamiento valiente y
disciplinado, escalara en ella un puesto de primacía, el cual vendría a ser,
desde luego, un puesto de privilegio dentro del gobierno y del país… Entonces,
explíqueme, ¿cómo enfrentaría usted su adicción por las mujeres y, más aún,
como resolvería los robos de sus familiares? Dígame, señor Trujillo, ¿podría
usted solucionar satisfactoriamente esos terribles lastres? ¡Explíquemelo!
¿Podría hacerlo?
RAFAEL (confuso)
Bueno, coronel, lo intentaría. Pero debo
decirle que los dominicanos somos así…
WILLIAMS
(arremetiendo)
¡Eso lo sé, señor Trujillo! ¡Eso lo sé!
¡Conozco al dedillo la historia de este país! ¿Cree, acaso, que nos metimos
aquí como indecisos turistas buscando el sol? ¡Pues vaya que no, señor
Trujillo! ¡Cuando les hicimos los préstamos y enviamos a nuestros emisarios, ya
conocíamos vuestras debilidades, vuestros malditos vicios heredados de los
españoles y los africanos! Nosotros tenemos un destino manifiesto, señor Trujillo, algo a lo que nos hemos
aferrado con decisión y fe desde mucho antes de la Ley del guano de 1856, donde nos propusimos apropiarnos de toda
isla, cayo o roca guanera de este continente que, dicho sea de paso, sólo
funciona bien del río Grande hacia arriba….
RAFAEL
(gagueando)
Pero, señor…
WILLIAMS
(comienza a pasear frente a RAFAEL)
¿Conocía usted esa Ley del guano, señor Trujillo?
RAFAEL
(sigue gagueando)
¡No, coronel… no la conocía!
WILLIAMS
¡Esa fue la ley inicial…, esa fue la
primera puerta imperial que abrimos en el mundo, señor Trujillo! ¡A través del
guano inyectamos en nuestra agricultura la modernidad!
(WILLIAMS detiene su paseo y observa el techo de
la tienda como si observara a través de él la anchura de un horizonte
esplendoroso)
Señor Trujillo, mientras la reina
Victoria y los ingleses volvían los ojos hacia el oro y un orgullo obsoleto,
nosotros los dirigíamos hacia el futuro, hacia la tecnología, hacia los
alimentos. Antes del 1856 nuestras travesuras se hicieron sentir: destruimos Puerto Soledad, en las islas Malvinas,
en 1831 y nos burlamos de la Doctrina
Monroe al permitir que los ingleses la ocuparan… ¿Lo sabía, señor Trujillo?
RAFAEL
(gagueando)
No, señor… no lo sabía…
WILLIAMS
(desafiante)
Pero eso no fue nada, señor Trujillo.
Entre 1835 y 1853, nos cagamos en México, apoyando insurrecciones, invadiéndola
cada vez que nos daba la gana, ocupando gran parte de su territorio y, al
final, robándole California, Arizona, Utah, Colorado, Nuevo México y, lo más
importante, Texas.
RAFAEL (visiblemente impresionado)
¿De verdad hicieron eso, coronel?
WILLIAMS
(desafiante)
Sí, señor Trujillo, hicimos eso… ¡y mucho
más!
RAFAEL
¿Hicieron mucho más?
WILLIAMS
(se acerca más a RAFAEL y lo encara)
¡Claro que hicimos más, señor Trujillo!
¡Nos burlamos del alma mexicana, de
eso que encierra el fuero, el aliento vital de patria, haciéndoles creer, como
expresó el general Winfield Scout, quien fue jefe de nuestros ejércitos, que los americanos no eran enemigos de
México sino «enemigos transitorios» de los malos mexicanos. Y sabe, señor
Trujillo, primero nos ganamos a la iglesia
mexicana, haciéndole creer que éramos los salvadores de aquella guerra que
los desmembraba. ¡Y vaya si nos portamos mal con los llamados hombres malos de México, señor
Trujillo!...
RAFAEL
(interesado)
Pero, coronel, ¿qué les hicieron a los
hombres malos?
WILLIAMS
(comienza a pasearse de nuevo)
¡Los acabamos, señor Trujillo! ¡Y para
hacerlo bien, arrasamos con ciudades y villas, haciendo realidad el sueño de
Jefferson de que Estados Unidos debía contemplar como su madriguera a toda la
América, poblando con nuestra raza el norte y el sur! ¡Y eso lo dijo nuestro
prócer en 1786, en su famosa carta a Archibald Stuart, señor Trujillo!
(WILLIAMS se detiene y se sienta en la otra
silla frente al escritorio, muy acerca de RAFAEL)
Sí, señor Trujillo, nosotros no vinimos
aquí a contar ovejas ni a enseñarles a brincar la tablita. Nosotros estamos
aquí para abrir puertas, para abrir el futuro de la que será la más grande
nación que jamás existió. ¡Nosotros somos los nuevos romanos, los nuevos
conquistadores, señor Trujillo! ¡Y si el siglo pasado supo algo de nosotros a
través de William Walker, en este que comienza probaremos al mundo quiénes coño
somos! ¿Acaso no les quitamos Guan, Filipinas y Puerto Rico a los malditos españoles? ¿Acaso no gobernamos Cuba de 1898 a 1902, con el general
Leonard Wood, y saliendo de allí tras la Enmienda
Platt, que nos confería el derecho de intervenir la isla cuando nos saliera
del forro, tal como hicimos en 1906 y 1912? ¡Nuestros ejércitos son los mejores
del mundo, señor Trujillo!
RAFAEL (extasiado)
¿De verdad, coronel?
WILLIAMS
(respira hondo y cruza las piernas)
¡Ah, señor Trujillo, me pregunta que si
es verdad! ¡Pues claro que sí! ¡Nosotros dominamos el petróleo de Venezuela; a Panamá y su canal, luego del beneficioso Tratado Buneau Varilla; dominamos a Colombia desde mediados del siglo pasado, a Cuba, a México, a Nicaragua… nosotros dominamos todo el
Continente, señor Trujillo, y el distante cono sur no podrá vivir sin nosotros!
¡Esa es la Doctrina Monroe, señor
Trujillo: América para nosotros los
gringos… los nuevos romanos!
(Transición. WILLIAMS se pone de pie y
camina hasta detrás del escritorio, sentándose en el sillón. RAFAEL sigue sus
pasos, mirándolo con admiración. WILLIAMS saca una cajetilla de cigarrillos de
su camisa, toma uno para sí y ofrece uno a RAFAEL)
¿Un cigarrillo, señor Trujillo?
RAFAEL
No, gracias, coronel. No fumo.
WILLIAMS (toma un encendedor del escritorio y
enciende el cigarrillo, aspirando una gran bocanada de humo y lanzándola luego
hacia el techo de la tienda)
Es bueno que no fume, señor Trujillo. A
la larga, este maldito vicio virginiano acabará con mi salud.
(WILLIAMS vuelve a aspirar otra bocanada de
humo, lanzándola esta vez al rostro de RAFAEL)
Sin embargo, este vicio es más soportable
que el de ir pillando muchachas por ahí, o que dedicarse al hurto de reses (tras las palabras de WILLIAMS, RAFAEL baja
la cabeza hasta el pecho). Pero eso usted podrá superarlo, señor Trujillo…
RAFAEL
(esperanzado)
¿Lo cree usted, coronel?
WILLIAMS
Sí, lo creo… ¡siempre y cuando se ciña
usted a la disciplina de los marines!
(Transición. EL SARGENTO entra precipitadamente
a la tienda y se detiene frente al escritorio y saluda militarmente a WILLIAMS)
EL
SARGENTO (tras saludar a WILLIAMS)
Coronel…
WILLIAMS
(tras devolver el saludo al SARGENTO)
Diga, sargento…
EL
SARGENTO
El capitán McCourt pide permiso para
verlo, señor…
WILLIAMS
¿McCourt? ¿Y qué desea McCourt?
EL
SARGENTO
Llegó con un prisionero y dos alistados,
señor…
WILLIAMS
(sorprendido)
¿Con un prisionero?
EL
SARGENTO
Sí, señor… parece ser ese prisionero (EL SARGENTO señala la fotografía de
Cristino Sánchez que se encuentra en el cartel que reza «se busca»)...
WILLIAMS
(volviendo la cabeza hacia el cartel)
¿Cristino Sánchez?
EL
SARGENTO (algo inseguro)
Parece ser él, señor…
WILLIAMS
(áspero)
¡Coño, sargento!… ¿es ese o no es ese?
EL
SARGENTO (dudoso)
Parece ser él, señor, pero es que está
muy golpeado…
WILLIAMS
¿Está golpeado?
EL
SARGENTO
Sí, señor. Aparenta como si le hubiese
pasado un tren por encima…
WILLIAMS
¿Y para qué coño desea verme McCourt con
un prisionero torturado?
EL
SARGENTO
No lo sé, señor. ¿Qué le digo, señor?
WILLIAMS (observando a RAFAEL y luego al SARGENTO)
Sargento, dígale al capitán McCourt que pase.
EL
SARGENTO
Se lo diré, señor.
(EL
SARGENTO sale)
WILLIAMS
¿Qué tal, señor Trujillo? Tiene
usted ahora su primera prueba de lealtad a los Estados Unidos de América.
RAFAEL
(como perdido)
¿A qué se refiere usted, coronel?
WILLIAMS
A una prueba… ¡A una pequeña y simple
prueba!
RAFAEL
(continúa perdido)
Pero, ¿cuál prueba, coronel?
WILLIAMS
¡Ya lo verá, señor Trujillo, cuando el
capitán McCourt entre con el gavillero
Cristino Sánchez a cuestas… ya lo verá!
(RAFAEL, extrañado, observa la sonrisa
que aflora al rostro de WILLIAMS, mientras entra el capitán McCOURT arrastrando
al «gavillero» Cristino SÁNCHEZ)
McCOURT
(arrastrando a Cristino SÁNCHEZ, quien
luce muy golpeado)
¡Aquí
está su hombre, coronel Williams!
(McCOURT lanza al suelo a Cristino
SÁNCHEZ, que se queja por los golpes recibidos, y le asesta dos o tres patadas
por las costillas)
WILLIAMS
(se pone de pie y camina hasta donde se
encuentra SÁNCHEZ y le propina varias patadas)
¡Toma, maldito gavillero, toma!
(Mientras WILLIAMS patea a SÁNCHEZ, McCOURT mira
con extrañeza a RAFAEL, que contempla incrédulo las patadas que el coronel da
al prisionero)
McCOURT
(acercándose a WILLIAMS, le secretea algo)
¡Eh, coronel!, ¿quién es ese civil
sentado frente a su escritorio?
WILLIAMS
(deja de patear a SÁNCHEZ y habla en voz
alta a McCOURT, procurando que RAFAEL escuche)
¿Ése? (se
acerca a RAFAEL). ¡Este que ves
sentado aquí se llama Rafael Trujillo,
un recomendado de Paul Johnson!
McCOURT
¿Recomendado de Johnson?... Pero, ¿para
qué, coronel?
WILLIAMS
Pues para ingresar como oficial a la Guardia Nacional Dominicana…
McCOURT (atónito,
vuelve a secretear a WILLIAMS, esta vez para que RAFAEL escuche)
¡Pero, coronel, este hombre debe tener
más de treinta años!
WILLIAMS (secreteándole
a McCOURT para que RAFAEL escuche)
¡No, McCourt, en la recomendación dice que tiene 27!
McCOURT
(secreteándole igual a WILLIAMS)
¡Es lo mismo, coronel! ¿Qué más dan tres
añitos?
WILLIAMS
(cambiando el tono)
Bueno, capitán McCourt, ¿y para qué trajo
usted a este gavillero a Haina?
(WILLIAMS camina hasta el sillón, detrás
de su escritorio, y se sienta. McCOURT se sienta en la silla frente a RAFAEL y
lo observa con detenimiento, mientras habla a WILLIAMS)
McCOURT
Recuerde, coronel, que usted me habló de
lo mucho que le estaba fastidiando Sánchez junto al tal Liborio…
WILLIAMS
Bueno, McCourt, eso fue hace más de tres
meses…
McCOURT
(deja de observar a RAFAEL y se enfrenta
a WILLIAMS)
Lo sé, coronel, pero deseaba, antes de
llevarlo al cuartel general en Santo Domingo, que usted lo tuviera frente a
frente y le diera dos o tres patadas… ¿Qué le parece?
(Transición. McCOURT vuelve a observar a
RAFAEL, que aún contempla a SÁNCHEZ retorciéndose de dolor)
WILLIAMS
Si es así, está bien, McCourt. (A RAFAEL). Señor Trujillo, ¿qué le
parecieron las patadas a este maldito gavillero?
RAFAEL
(tartamudeando)
La verdad es que no sé, coronel…
McCOURT
(a RAFAEL)
¿Dice usted que no sabe?
RAFAEL
(tartamudeando y volviéndose a McCOURT)
Es que de verdad no lo sé, señor. No sé
lo que hizo este hombre…
McCOURT
¿Y cree usted que mis pateadas y las del
coronel Williams fueron aplicadas por nada? Ese hombre, señor Trujillo, ha
asesinado a diez de nuestros infantes en emboscadas, y ha secuestrado a docenas
de empresarios norteamericanos en toda la geografía de este maldito país.
Entonces, si ya sabe lo que este hombre hizo, ¿qué opina usted de nuestras
patadas?
(RAFAEL se frota las manos con
nerviosismo y comienza a sudar copiosamente)
RAFAEL
(nervioso)
Bueno, señor McCourt, si es así,
considero que las patadas suyas y las del coronel Williams estuvieron bien
aplicadas…
WILLIAMS
¡Sí, señor Trujillo, fueron bien
aplicadas! (Se pone de pie y camina hasta
RAFAEL, que lo observa con nerviosismo). ¿Patearía usted a este hombre,
señor Trujillo?
RAFAEL
(pasmado, mira a SÁNCHEZ y luego a
McCOURT)
¿Yyyyo… que patee yo a este hombre?
WILLIAMS
¡Sí, señor Trujillo, que lo patee! ¡Mire,
así! (WILLIAMS da una fuerte patada en
las costillas de SÁNCHEZ). ¿Lo ve? Es sumamente fácil, ¿verdad capitán
McCourt?
McCOURT
(se pone de pie y patea a SÁNCHEZ con
saña)
¡Sí, señor Trujillo, es muy fácil, cómodo
y placentero patear un gavillero!
Mire, es así…
(McCOURT
vuelve a patear a SÁNCHEZ)
WILLIAMS
¡Venga, señor Trujillo, incorpórese a la
fiesta! ¡Este hombre nos mató diez de nuestros muchachos! ¿Y sabe usted el
historial de esos niños? ¡Algunos, de seguro, nacieron en las montañas de
Vermont, o en las llanuras de Virginia, donde sus antepasados tuvieron que
luchar con los indios iroqueses y algonquinos, pasando cientos de
penurias! (A McCOURT). Por cierto,
capitán McCourt, ¿de dónde viene usted?
McCOURT (con disimulado orgullo)
¡Soy de Virginia, señor, del primer lugar
donde se estableció plenamente una colonia inglesa, después de expulsar a los cherokees y algonquinos! En nuestro estado, señor, se creó el estilo de vida
norteamericano, y fuimos nosotros los que ondeamos la bandera que motivó la
expulsión de los británicos de nuestro amado territorio. Otra cosa, coronel,
fuimos los virginianos los que, liderados por Washington, Mason y Madison,
estuvimos al frente del movimiento que elaboró la Constitución federal de 1787. ¿Y usted, coronel, de dónde viene?
WILLIAMS
(da una patada por las costillas a SÁNCHEZ,
antes de responder a McCOURT)
¡Yo soy de Oregón, McCourt… de Medford,
que es la ciudad más próxima a California! Nosotros también tuvimos que luchar
con indios, capitán… sobre todo con los chinooks,
los yaminas, los cayuses, los modocs y los
shoshones, que no eran nada fáciles.
(A RAFAEL)
¿Lo oyó usted, señor Trujillo? Algunos de
nuestros muchachos asesinados por este bandido (da otra patada a SÁNCHEZ), nacieron, probablemente, o en Vermont,
o en Virginia, o en Oregón, o en California, debiendo sus ancestros, probablemente,
haber ayudado a establecer nuestra democracia, la más pura del mundo. ¡Nuestra
democracia, señor Trujillo, hubiese enorgullecido a los griegos y a los
romanos, y este maldito gavillero conspiró
contra ella con premeditación y alevosía!
(Vuelve a golpear a SÁNCHEZ)
¿Y entonces, señor Trujillo?
RAFAEL
(que estaba absorto, escuchando a
WILLIAMS, vuelve a la realidad y tartamudea)
¿Cree usted, señor coronel, que una
patada mía ayudaría a calmar los llantos de las esposas y madres de los
muchachos de Vermont, Virginia y Oregón, asesinados por este hombre?
WILLIAMS
(pateando a SÁNCHEZ)
Sí, señor Trujillo, ayudaría… ¡en algo!
McCOURT
(pateando a SÁNCHEZ)
¡Venga, Trujillo, comience a patear a
este perverso gavillero!
RAFAEL
(sumamente nrvioso)
Pero, coronel, capitán… ¡mis piernas son
muy cortas! ¿Creen ustedes que mis patadas le dolerán a este hombre?
McCOURT
(furioso)
¡Maldición, Trujillo, este no es un
asunto de dolor físico, sino de intención, de venganza, de ira! ¡Déjese de mierderías
y comience a patear!
WILLIAMS
(secundando a McCOURT)
¡Venga, hombre, y déjese de blanduras,
coño, que a este asesino, luego de las patadas, le sacaremos los cojones y le
echaremos ácido por la boca! ¡Venga, hombre… coño!
(RAFAEL se pone de pie con extremada timidez y comienza a patear a SÁNCHEZ, que
emite un quejido)
SÁNCHEZ
(tras emitir un quejido con la patada de
RAFAEL)
¡No!… ¡No lo hagas tú… tú eres dominicano
como yo!
WILLIAMS
(risueño, a TRUJILLO)
¡Bravo, señor Trujillo, su patada le ha
dolido más que las nuestras!
McCOURT
(a RAFAEL)
¡Así se hace, hombre!
WILLIAMS
¡Ahora sé que usted da para infante de marina de las gloriosas
fuerzas armadas norteamericanas, señor Trujillo! ¿Verdad, McCourt?
McCOURT
¡Cierto, coronel… este hombre sabe patear
a los enemigos!
(RAFAEL, animado por los elogios, patea a
SÁNCHEZ con mayor encono)
WILLIAMS
¡Siga, señor Trujillo! ¡Siga usted
pateando a este canalla, que lo está haciendo bien… requetebién… súper bien!
McCOURT
(asombrado por el vigor que imprime
RAFAEL en las patadas)
¡Coño, Trujillo, qué hermosas patadas
lanza usted!
(A WILLIAMS)
Coronel, este hombre, aunque casi llega a
los treinta años y tiene dientes podridos, podría salir un buen oficial… ¿Qué
cree usted?
WILLIAMS (Risueño)
¡De seguir pateando como lo hace ahora,
no tengo la menor duda de que el señor Trujillo saldrá un buen oficial!
(WILLIAMS y McCOURT dejan de patear a SÁNCHEZ y
sólo RAFAEL continúa haciéndolo)
SÁNCHEZ
(a punto de desfallecer)
¡No me golpees tú! ¡Tú eres dominicano!
¡No me golpees tú que eres igual que yo! ¡Por favor, no me golpees tú!
(Pero RAFAEL sigue golpeando a SÁNCHEZ
hasta que éste pierde el conocimiento. Al notar el desmayo de SÁNCHEZ, WILLIAMS
detiene las patadas de RAFAEL)
WILLIAMS (deteniendo a RAFAEL)
¡Basta ya, señor Trujillo! ¡Basta ya!
¡Este hombre se ha desmayado y ya no siente las patadas! Venga, siéntese de
nuevo en la silla y conversemos sobre el glorioso futuro que le aguarda como
oficial de la Guardia Nacional Dominicana…
RAFAEL
(sentándose)
¿Cree usted, coronel?
WILLIAMS
¿Oyó la pregunta del señor Trujillo,
capitán McCourt? ¡Me pregunta que si yo creo que a él le aguarda un maravilloso
futuro dentro de la Guardia Nacional
Dominicana! ¡Pues claro que sí, señor Trujillo!
RAFAEL
(dudoso)
Pero usted me habló de mis debilidades,
coronel. Mencionó mi afición a las mujeres y al abigeo…
WILLIAMS
¡Pamplinas, señor Trujillo! ¡En este país
de mierda eso es un deporte, como usted dejó insinuado! Lo importante, eso sí,
es lo que usted nos ha demostrado al capitán McCourt y a mí: ¡las patadas,
saber patear, señor Trujillo… y usted lo sabe hacer bien, con encono, con
rabia, con furia, con tirria, con bellaquería, como decimos en Oregón! ¿Verdad,
capitán McCourt?
McCOURT
¡Claro, coronel Williams! ¡Este hombre,
aunque es bajo de estatura, flaco, viejo y con los dientes podridos, tiene algo
que a nosotros nos encanta: sus patadas, su ira, su estremecimiento arrollador
ante los débiles y los malvados! Pero, ¿cree usted, coronel, que sirva para la
próxima sesión de tortura?
RAFAEL
(sorprendido por la pregunta de McCOURT,
mira con timidez a WILLIAMS)
Pero, coronel, ¿seguirán torturando a
este hombre? ¡Él está casi muerto!
WILLIAMS
(sonriendo)
¡Claro, señor Trujillo! ¡Mientras
respire, mientras sienta una pizca de dolor… lo seguiremos haciendo! ¡Usted,
McCourt y yo! ¡Esta sesión de patadas acaba de empezar! ¡Recuerde que en este
país de menos de un millón de habitantes hay que dar ejemplos de buena cajeta!
RAFAEL
¿Y qué le harán ahora, coronel?
WILLIAMS
(a McCOURT)
¡Explíquele al señor Trujillo como continuará la
sesión, capitán McCourt!
McCOURT
(relamiéndose los labios)
Ahora viene algo simple, señor Trujillo…
RAFAEL
(impaciente)
¿Qué, capitán… qué vendrá ahora?
McCOURT
Ahora le apretaremos los testículos,
señor Trujillo, y más tarde le echaremos gasolina por la boca con un embudo.
¡Lo que viene es muy simple, a menos que desee usted seguir dándole patadas!
RAFAEL
(muy nervioso)
¡Ah…!
WILLIAMS
(voceando hacia la puerta)
¡Sargento!
(Tras
unos segundos, entra EL SARGENTO)
EL
SARGENTO (después de saludar)
¡Ordene, mi coronel!
WILLIAMS
¡Traiga el alicate, el embudo y la
gasolina!
EL
SARGENTO (saludando)
En el acto, señor…
(EL
SARGENTO sale)
WILLIAMS
(caminando hasta el sillón y sentándose)
¡Ahora viene lo bueno, señor Trujillo!
McCOURT
(sentándose en la silla, frente a RAFAEL)
¡Sí, futuro infante de marina del que será el más poderoso ejército de la
historia, ahora es que viene lo bueno!
WILLIAMS
¡Ahora haremos que este canalla gavillero sepa con quién coño se metió a
pelear!
McCOURT
¡Lo volveremos un guiñapo, señor
Trujillo! ¡Y es eso lo que deberá hacer usted en el futuro con nuestros enemigos, y que, a la larga,
serán sus enemigos!
EL
SARGENTO (entra con el embudo, el alicate
y un envase con una etiqueta que reza: «Gasolina»)
¡Coronel, aquí está lo que ordenó!
(EL SARGENTO deposita los objetos sobre el
escritorio, saluda militarmente y sale)
WILLIAMS
(a McCOURT)
Capitán, explíquele al señor Trujillo los
pasos que daremos para continuar torturando al gavillero Cristino Sánchez.
McCOURT (a
RAFAEL, poniéndose de pie)
Bien, Trujillo, ¡póngase de pie!
(RAFAEL, sumamente nervioso, se pone de
pie)
Ahora, sostenga este alicate firmemente
con una de sus manos…
(RAFAEL toma con su mano izquierda el
alicate)
Bien, señor Trujillo, el siguiente paso
lo daré yo…
(McCOURT afloja los pantalones de SÁNCHEZ, los
hace descender hasta las rodillas y luego hace lo mismo con la ropa interior.
Al hacer descender hasta las rodillas la ropa interior, se lleva una de sus
manos a la nariz)
¡Fo, fo, fo… este hombre se ha cagado en
los pantalones, coronel!
WILLIAMS
(observando desde el sillón)
¡Eso no importa, capitán! ¡Continúe!
McCOURT
¡Bien, señor Trujillo, ahora le toca a
usted!
RAFAEL
Pero, ¿qué debo hacer, capitán?
McCOURT
(se incorpora)
Algo simple, señor Trujillo: separe las
piernas de este canalla y comience a apretarle los cojones… ¡Algo que hasta un
recién nacido podría hacer! Sin embargo, recuerde que debe hacerlo con la saña
que nos demostró al patear, señor Trujillo. El éxito de las torturas no reside
tan sólo en el sufrimiento que se aplica, sino en el goce conque se hace… ¡recuérdelo!
WILLIAMS
¡Adelante, señor Trujillo! Recuerde que
le aguarda una carrera venturosa en la Guardia
Nacional Dominicana y dentro de la gloriosa Infantería de Marina de los Estados Unidos de América. ¡Adelante,
futuro oficial!
(El telón cae violentamente, mientras las
luces se apagan)
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