miércoles, 4 de septiembre de 2013


Los  inventores del monstruo
Cuadro quinto (Finales del mes de Junio, 1919)

Por Efraim Castillo

 Desfile de marineros norteamericanos por Santo domingo
 

La habitación de RAFAEL en una rústica vivienda de las afueras del poblado de San José de los Llanos, en la región Este de República Dominicana: una pequeña cama plegadiza de metal recostada en el foro y, a su lado, una mesita de noche, un armario simple construido con madera de pino, un par de sillas, otra mesa que sostiene una vasija con agua, una toalla colocada en sus bordes, y clavado en la pared del lateral, un pequeño espejo. Sobre la cama pende un mosquitero. Una de las sillas está cubierta por un uniforme de la Guardia Nacional Dominicana, así como ropa de mujer (un vestido, ropa interior y un sombrero). En el piso, al lado derecho de la cama, hay una bacinilla, un par de botas militares y unas sandalias femeninas.

A la habitación se entra por una puerta adosada al lateral izquierdo y, en el derecho, una ventana de celosías de madera en mal estado.

La iluminación, muy débil, proviene de  una lámpara de gas apoyada en la mesita de noche y la cual parpadea a menudo.

Cuando se levanta el telón, RAFAEL —en ropa interior— se despereza sentado sobre la cama. Se pone de pie, abre un poco la llave de la lámpara de gas (iluminándose mejor la escena) y camina hasta la mesa que sostiene la vasija, en donde lava las manos y la cara, rociándose luego un poco de agua bajo las axilas y secándose a seguidas con la toalla. Tras hacer esto, camina hasta la mesita de noche y saca de una de las  gavetas un frasco de brillantina y un peine. Después de untar las manos de brillantina, las pasa por los cabellos e introduce el peine en la vasija de agua, pasándolo luego por su cabeza. Al peinarse, RAFAEL hace grandes esfuerzos para alisar las hirsutas greñas. Cuando termina de peinarse, se observa con detenimiento en el espejo, da unos toques finales en el pelo, y camina hasta la ventana, la cual abre, bostezando y extendiendo los brazos hacia los lados. Luego se dirige  hasta una de las sillas y se viste con la ropa militar que descansaba en esta. Ya vestido, camina hasta la cama, se sienta en ella y se pone las botas, contemplando la cama y, con ambas manos, sacude la cobija que cubre a ANA, una joven estudiante de los alrededores de San José de los Llanos, la cual se encuentra desnuda. RAFAEL la observa y sonríe,  golpeándola suavemente por las nalgas con una de sus manos.

RAFAEL
¡Eh, Ana, despierta!

ANA (levanta la cabeza y observa soñolienta a RAFAEL)
¿Qué… amaneció?

 Rafael Trujillo

RAFAEL  (señala a ANA la ventana)
Sí… mira el resplandor de la mañana por la ventana.

(ANA, cubriendo su desnudez con la cobija, se lanza presurosa de la cama y corre hacia la silla donde descansan sus ropas y comienza a vestirse)

ANA (visiblemente asustada)
¡Ay, Rafael!, ¿por qué no me despertaste antes? ¡Mis padres deben estar ya levantados!

RAFAEL (despreocupado)
Notengas miedo, Ana, tus padres no podrán hacerte nada…
 
ANA (termina de vestirse y se pone el sombrero)
Pareces estar seguro… ¿por qué lo dices?

RAFAEL
Por las reconcentraciones, Ana… ¡simplemente por eso!

ANA (ignorante)
¿Por las reconcentraciones? ¿Y qué es eso?

RAFAEL
¡Mierderías de los yanquis, Ana!  

ANA
¿Mierderías?

RAFAEL
¡Sí, mierderías! Los americanos se han inventado ahora los traslados de familias vinculadas al bandidaje de un lugar a otro…

ANA
Pero, ¿para qué lo hacen?

RAFAEL
Para debilitar los lugares donde operan los gavilleros. Sabemos, por las informaciones de nuestros espías, que los bandidos, o gavilleros como les llaman ustedes, nos logran evadir gracias al apoyo que reciben de sus familiares y amigos.

ANA
¿Y creen ustedes que así acabarán con ellos?

 Gavilleros contra la intervención del 1916

RAFAEL
Al menos, los gringos así lo piensan.

ANA
Pero tú, Rafael, ¿qué piensas de esas reconcentraciones?

RAFAEL
¡Que son una pérdida de tiempo!

ANA
¡Pero estás involucrándote en ellas!… ¡Las estás apoyando!

RAFAEL
¡Yo sólo cumplo órdenes, Ana!

ANA
¡Pero son órdenes para que mates y tortures a dominicanos!

RAFAEL (finge aflicción)
Eso es lo penoso, Ana.

(Transición)

Pero debes tener en cuenta de que si no lo hago yo, lo hará otro. Y oye esto, Ana: si no fueran los americanos los que nos hubieran intervenido, hubiesen sido los ingleses, o los franceses. ¡El equilibrio del mundo se rompió con la derrota de los alemanes, Ana! Creo que por eso, y hace tan sólo unos días, los germanos hundieron su propia flota en Scapa Flow

ANA
¿Scapa Flow? ¿Y dónde queda eso?

RAFAEL
Según Rocafort…

ANA (interrumpiendo)
¿Rocafort… el espía?

RAFAEL
Sí, Rocafort, ese mismo… y según él Scapa Flow es una base inglesa situada en las Islas Orcadas, un archipiélago de unas noventa islas e isletas, situado en la costa nororiental de Escocia. ¡Y ahí, Ana, en ese puerto, los alemanes hundieron nada más y nada menos que cerca de 10 acorazados, 17 cruceros, 50 lanchas torpederas …y algunos submarinos!

ANA  (camina hasta la cama y se sienta junto a RAFAEL)
Pero, ¿por qué hicieron eso? ¿No eran de ellos los barcos?

RAFAEL
Al parecer fue en represalia por el Tratado de Versalles

ANA
¿El Tratado de Versalles?

RAFAEL
Ese fue el tratado que puso fin a la guerra, estipulándose en él que las naves enemigas retenidas pasaban a ser propiedad de los aliados. Además, los alemanes tenían que entregar las otras naves que no se hallaran en Scapa Flow, incluyendo decenas de submarinos que estaban aún en su poder. Entonces, como represalia por ese tratado, decidieron hundir su flota…

ANA
¿Por eso dices que el equilibrio del mundo se rompió?

RAFAEL
Sí, Ana, ahora sólo hay tres potencias…

ANA
¿Y cuáles son esas potencias, Rafael?

RAFAEL
Las que te mencioné antes: Inglaterra, Francia y Estados Unidos.

ANA
Pero, ¿y España, Rafael? ¿Acaso no es España una potencia?

RAFAEL
España es un espejismo, Ana… Un simple espectro del pasado. A España la hundieron los curas y la aristocracia y lo que pudo ser su esperanza americana, se la robaron los yanquis en el 98…

ANA
¿A cuál esperanza te refieres?

RAFAEL
Según Rocafort esa esperanza, ese último reducto español en América, tuvo dos nombres: Cuba y Puerto Rico, que fueron sus últimos territorios del destino y que eran, por lo tanto, sus bastiones, sus refugios en este lado del mar… ¡Y España los perdió en una guerra de la que aún no se repone!

ANA
¿Lo crees así?

RAFAEL
Sí, Ana, así lo creo. 

(Transición. ANA se pone de pie y camina hasta la ventana)

ANA (observando a través de la ventana)
Hoy volverá a llover.

(Aunque débil, la claridad del sol comienza a entrar por la ventana, contrastando con la iluminación de la lámpara de gas. Al notar esto, RAFAEL se pone de pie y camina hasta donde se encuentra la lámpara y la apaga, encaminándose luego hasta la ventana, donde abraza a ANA. Se escuchan repetidos truenos)

¿No lo sientes, Rafael?

RAFAEL (abrazando a ANA)
¿Qué?

 ANA
¡El aroma del aire! ¡Huele a lluvia! ¿Lo sientes, el aroma? ¿Percibes la fragancia de esta tierra bendita?

RAFAEL (aspira el aire que entra por la ventana)
No, no siento el olor a lluvia, aunque sé que se acerca y de que es la misma lluvia que comenzó el pasado mes de mayo. Gracias a los lodos de esa lluvia pude capturar en breve tiempo al gavillero prófugo Feliciano Toledano, que no pudo remontar las Lomas de agua por Los Haitises, debido a las crecidas de los ríos.

ANA
¿Y qué ganaste con ello?

RAFAEL
¡Felicitaciones, Ana!

ANA (elude los brazos de RAFAEL y se recuesta del marco de la ventana. Comienza a llover copiosamente)
¿Felicitaciones, Rafael?

RAFAEL
¡Sí, Ana, felicitaciones!

ANA
Pero, ¿felicitaciones de quién? ¿De los interventores?

RAFAEL (trata de abrazar de nuevo a ANA y ésta le rehúye)
¡Sí, Ana… del mismo general Fuller, el gobernador militar transitorio!

ANA (sorprendida)
¿Fuller? ¿Acaso no es el capitán Knapp el gobernador militar?

RAFAEL
No, ya Knapp no es el gobernador; a Knapp lo trasladaron y ascendieron a contralmirante. Quien nos gobierna ahora es el general Fuller, que estará al mando hasta el mes de Febrero.

Transición)

Pero, dime Ana, ¿por qué odias tanto a los yanquis?

ANA
Tú lo sabes, Rafael… ¡ellos son unos intrusos!… Tú lo sabes!

RAFAEL
Aunque sólo tenías quince años en el dieciséis, ¿no recuerdas, acaso, el país que teníamos?

ANA
Sí, lo recuerdo… ¡Teníamos montoneras… pero éramos libres!

RAFAEL
¿Has olvidado, realmente, lo que éramos?

ANA
No, no lo he olvidado… ¡Éramos libres, Rafael!

RAFAEL
¿Seguro que sólo recuerdas eso?

ANA
¡Éramos libres, Rafael!

RAFAEL (ríe estruendosamente)
¿Libres? ¡Recalcas la palabra libres como si eso fuera cierto!

ANA
Sí, ¡éramos libres! ¡Nuestra bandera ondeaba sin la sombra de ese trapo de barras y estrellas que ahora le hace sombra!

RAFAEL
¡Bah, Ana, antes del dieciséis éramos menos libres que ahora!

(Transición)

Como bachiller, tú deberías saber que nuestra libertad la perdimos en una fecha que grabé con fuego en mi mente, para que no se me borre jamás…

ANA (sorprendida)
¿Una fecha? ¿Acaso no corresponde esa fecha al mes de abril del 16, cuando Desiderio se alzó contra Jimenes y provocó que los malditos yanquis comenzaran a intervenirnos poco a poco, hasta noviembre de ese mismo año?

RAFAEL (ríe con sarcasmo)
¡Ja, ja, ja! ¡No, Ana, la fecha que tengo grabada con fuego en mi cabeza ocurrió muchos años atrás!

ANA
¿Muchos años atrás?

RAFAEL
Sí, Ana, muchos años atrás.

ANA
¿Y cuál es esa fecha?

RAFAEL
Ahora te mostraré esa fecha…

(RAFAEL camina hasta el armario y lo abre, sacando de él un legajo de papeles, con los que vuelve al lado de ANA y, tras buscar afanosamente  algo entre ellos, lo encuentra y muestra a ANA)

Mira, Ana, aquí está la fecha. ¿Ves esta fecha que subrayé con tinta roja?

(ANA hace esfuerzos por leer la fecha en el documento y RAFAEL lleva el papel hacia la claridad que entra por la ventana).
 
¡Mírala, aquí está! ¿Puedes leer la fecha?

ANA (leyendo)
Sí, puedo leerla…

RAFAEL
¡Vamos, Ana, dime!: ¿cuál es la fecha que estás leyendo?

ANA
Aquí dice: Mayo primero de 1869

(RAFAEL separa el documento del rostro de ANA)

Pero, ¿es esa la fecha que tienes grabada con fuego en tu mente, Rafael?

RAFAEL (sombrío)
Sí, esa es la fecha que tengo grabada en mi mente…

ANA
Pero, ¿por qué, precisamente, esa fecha?

RAFAEL
Por algo que los presidentes que hemos tenido a partir de ella, ¡esos grandes y perversos hijos-de-puta!, han hecho con nuestro país y que, precisamente, nos ocasionaron la maldita intervención norteamericana…

ANA (impaciente)
Pero, ¿qué pasó en esa fecha?

RAFAEL (trágico)
¡Lo peor!

ANA
¿Lo peor?

RAFAEL
¡Sí, Ana, lo peor!

ANA
¿Pero qué pudo ser peor para nosotros que la desgracia de ser intervenidos?

RAFAEL (tajante)
¡La desgracia de haber sido empeñados!

ANA ¿De haber sido empeñados? ¿A qué te refieres con eso?

RAFAEL
A que en ese primero de mayo del 1869, Buenaventura Báez puso en manos de un aventurero internacional llamado Edward Hersberg Hartmont el futuro de nuestro país.

(Transición. ANA, visiblemente interesada en lo que dice RAFAEL, se quita el sombrero y se alisa el pelo)

ANA
Pero, ¿qué pasó con ese tal Hartmont?

RAFAEL (con énfasis de cátedra)
¡Lo peor, Ana… lo peor! El gobierno de Buenaventura Báez suscribió un empréstito a través de ese Edward Hersberg Hartmont, quien representaba una firma, la Hartmont & Co., de Inglaterra, y la cual había sido declarada en quiebra dos años antes; es decir, en 1867. Y, lo peor, Ana, en el artículo nueve del contrato…

(RAFAEL busca otro papel del legajo y lo muestra a ANA)

…¡míralo, aquí está!...

(Leyendo)

 Buenaventura Báez
 
…se estipulaba que el pago regular de las sumas necesarias para el servicio de los intereses y de la amortización de la deuda [estarían] garantizados por todo el activo del Estado de Santo Domingo, sus aduanas, proventos y dominios, acordándose, a favor de los portadores de títulos de este empréstito, la primera hipoteca sobre los objetos antes descritos y no teniendo el Estado de Santo Domingo ninguna otra deuda contraída

ANA (cubriéndose la boca con el sombrero)
¡Ah!... ¿Decía eso el documento?

RAFAEL (vuelve a mostrar el papel a ANA)
Sí, ¡míralo, Ana, aquí está! Pero eso no fue nada… Escucha lo que dice el artículo diez del documento:

(Leyendo)

[en virtud de eso, se ponen] como garantía inmediata las recaudaciones de las aduanas de Santo Domingo y Puerto Plata…

(RAFAEL deja de leer y mira a ANA)

…¿estás oyendo, Ana?: se ponen como garantía las aduanas de Santo Domingo y Puerto Plata…

ANA
Sí, estoy oyendo…

RAFAEL
…¿Y sabes por qué, coño?, ¡porque esas aduanas eran las más florecientes del país en aquella época!…

ANA
Pero, ¿y la aduana de San Pedro de Macorís, acaso no es más importante que ambas?

RAFAEL
Sí, San Pedro de Macorís, ahora, es nuestro puerto más importante, pero en el 1869 este pueblo no era más que una aldea de pescadores a la que llamaban Mosquitisol

ANA (sorprendida)
¿Mosquitisol?

RAFAEL
Sí, Ana, Mosquitisol debido a las innumerables marismas que la rodeaban, las cuales estaban plagadas de mosquitos… esos mismos enormes mosquitos negros que nos pican constantemente y que los gringos combaten, regando insecticida en los charcos y esteros. Entonces, Mosquitisol se levantaba en el lado occidental del río Higüamo, al lado de Guayacanes.

ANA
Pero, ¿pudo el país pagar esa deuda?

RAFAEL
¡Qué va, Ana! Ese empréstito se convirtió en un rosario de endeudamientos que nos condujo, por la corruptela de los políticos, a entregar nuestras aduanas a los gringos, hace doce años y, después, a soportar la intervención de sus marines en 1916. O sea, Ana, a padecer esta intervención que tanto odias y que fue causada por esos cabrones y asquerosos políticos criollos.

ANA
Lo que no me explico, Rafael, es por qué no pudimos pagar el empréstito del 1869 contraído por el gobierno de Buenaventura Báez.

RAFAEL
Por una razón simple: el empréstito (RAFAEL vuelve a buscar datos entre los papeles)…tomado por el gobierno de Báez fue por la cantidad de 420 mil libras esterlinas, las cuales ascendían a unos dos millones 100 mil pesos de la época, y que, estipulando la redención de la deuda en veinticinco años, cuyos pagos anuales debían ser de 58 mil 900 libras esterlinas, daban como resultado un  desembolso total de un millón 472 mil 500 libras esterlinas…

ANA (sorprendidísima)
¿Cómo? ¿Las 420 mil libras se convirtieron en casi un millón y medio?

RAFAEL
Asimismo, Ana, porque según el artículo 10 del préstamo, se estipuló… (RAFAEL busca entre los papeles) …mira, aquí está, que como garantía suplementaria, el gobierno dominicano debía otorgar a los empresarios del empréstito la primera hipoteca sobre las minas de carbón y los bosques pertenecientes al Estado en la península de Samaná, al Este del Grande Estero, así como sobre los derechos que ingresaran al Tesoro Nacional por la explotación del guano o guanitos de la Isla de Alto Velo, debiendo recibir Hartmont & Co., mediante un contrato adicional de la misma fecha, la suma de 100 mil libras esterlinas, como compensación de sus desembolsos y riesgos, y en calidad de comisión.

ANA (queda boquiabierta)
¡Jesús mío!

RAFAEL
Pero lo triste de todo fue que el gobierno recibiría como capital eventual sólo 320 mil libras esterlinas, en vez de las 420 mil, debiendo devolver, al cabo de 25 años, la suma de un millón 472 mil libras. Además, Edward Hartmont sólo entregó, como estaba estipulado a la firma del empréstito, la suma de 50 mil libras, y el resto de la partida, que debió ser completada y entregada para antes del 31 de diciembre del mismo año 1869, nunca se llegó a efectuar, lo que da a entender que la misma fue repartida entre Hartmont y los políticos que participaron en aquel desastre patrio. Además, el cabrón de Báez hizo otra jugarreta al nombrar cónsul general de nuestro país al maldito Hartmont, invistiéndolo de poderes especiales que lo autorizaban a transferir el empréstito a terceros, en la misma medida y alcance en que originalmente había sido convenido. Al ser investido con tales poderes, Edward Hartmont consumó otra desgraciada estafa contra el Estado Dominicano, traspasando los límites que recibió del gobierno de Báez, al combinarse con la firma inglesa Peter, Lawson & Son, para negociar títulos por un monto de 757 mil 700 libras esterlinas, las cuales, en gran parte, hizo circular en nombre del Estado Dominicano.

(Transición. RAFAEL camina hasta una de las sillas y se deja caer pesadamente. ANA lo sigue con la mirada)

Lo demás es una historia de desvergüenza y horror, Ana… Hartmont logró colocar títulos emitidos fraudulentamente en Londres, a nombre del Estado Dominicano. Y aunque el gobierno, finalmente, dio la voz de alarma a los banqueros europeos en 1872, ya se habían creado intereses de buena fe de los bonos dominicanos y, antes de que la protesta nacional se encaminara más lejos, los tenedores de las obligaciones dominicanas cerraron filas para impedir nuevos financiamientos al país, hasta tanto no fueran liquidadas sus acreencias, con lo cual crearon una poderosa arma de presión en contra nuestra.

ANA
Pero, ¿con qué cara pudo Báez seguir en el poder?

RAFAEL
Buenaventura Báez se ocupó de distraer la atención del país con un proyecto donde pretendía anexarnos a los Estados Unidos, y trató de allanar el camino hacia esa desgracia proponiéndole a los gringos el arrendamiento de la Bahía de Samaná, algo que causó estupor en la conciencia nacional y puso en guardia a los generales Cabral y Luperón…

ANA
¿Y qué pasó con el tratado de anexión?

RAFAEL
Báez llegó a firmarlo, pero para nuestra suerte, el senado norteamericano lo rechazó.

ANA
Oye, Rafael, ¿cómo te has enterado de todo esto?

RAFAEL
En la biblioteca de mi tío Teódulo Pina y la de Mariano Rocafort, quien me facilitó estos documentos…

ANA
Lo que no me explico es cómo el empréstito con Hartmont desembocó en la intervención norteamericana…

RAFAEL
Por la misma mierda, Ana. A la caída de Báez, en el 1874, el Estado dominicano estaba en bancarrota y nadie le prestaba una mota por lo ocurrido con Hartmont, hasta que en 1888, siendo presidente Lilís, se llegó a un acuerdo con la Westendorp & Co., unos banqueros de Ámsterdam, quienes prestaron al Estado la suma de 770 mil libras esterlinas, redimibles en un plazo de treinta años y a un interés anual del 6%, para que el país abonara 55 mil 645 libras anuales y totalizara un pago de un millón 669 mil 350 libras. El intermediario para esa transacción fue el conde Tadeo de Okzsa. Pero lo execrable de esa transacción radicó en que la operación de la Hartmont fue reconocida en el contrato de la Westendorp, fijándose aquella deuda en la suma de 142 mil 810 libras esterlinas y redimiéndose con la entrega de 7 mil 143 bonos de 20 libras cada uno, correspondientes a la nueva emisión.

ANA (preocupada)
Pero, ¿acaso el país no había recibido sólo 50 mil libras esterlinas de la emisión de bonos con la Hartmont?

RAFAEL
¡Efectivamente! Pero eso no fue todo, Ana. Muchos de los poseedores de las obligaciones de 1869 se negaron a aprobar la transacción negociada por el Consejo de Tenedores de Bonos, ya que argumentaban con razón que la operación significaba una fuerte reducción del capital supuestamente adeudado por nuestro gobierno.

ANA
Y entonces, ¿qué pasó?

RAFAEL
La operación se convino a razón de un bono de la Westendorp, por valor de 20 libras, por cada bono de 100 libras del empréstito Hartmont. Y aunque quedaron sin canjearse 43 mil 400 libras esterlinas, esa cantidad se reconoció y se canceló cuando en 1897 se consolidó la deuda nacional con la Santo Domingo Improvement Co., que heredó a la Westendorp.

(RAFAEL, notando la cara de pena de ANA, se acerca a ella y la abraza)


¿Ves por qué grabé con fuego en mi mente aquella fecha del 1869?

ANA (eludiendo el abrazo de RAFAEL)
Aún así, creo que la intervención es lo peor que nos pudo haber sucedido…

RAFAEL (intenta abrazar de nuevo a ANA)
Olvídate de todo, Ana, y abrázame. Ahora lo que importa es este momento entre tú y yo…

ANA (esquivando el abrazo)
¡Debo irme, Rafael!

(ANA camina presurosa hacia la puerta)

RAFAEL
¡Espera, no te vayas, aún! Ven, no temas. Más tarde me ocuparé de tus padres…

ANA
¿De mis padres? ¿Qué harás con ellos?

RAFAEL
Los llevaré hacia Ramón Santana y les diré que tú fuiste conducida anoche a San Pedro de Macorís.

ANA (asustada)
¡Tengo miedo, Rafael, tengo miedo!...

RAFAEL (tratando de abrazar a ANA)
No temas, Ana… ¡Estás conmigo, con el teniente Rafael Trujillo y Molina, de la Guardia Nacional Dominicana, y soy el niño bonito de los gringos en toda esta región del país! ¡No temas, amor mío!

(ANA rehúye los intentos de abrazos de RAFAEL)

ANA
¡No, Rafael, déjame ir! ¡Tengo miedo! ¡Te tengo miedo!...

RAFAEL
¿A mí? ¿Me tienes miedo a mí?

ANA
¡Sí, a ti! ¡Tengo miedo de ti y de los americanos! ¡Tengo miedo de todo!

(RAFAEL se abre la chaqueta militar y comienza a desvestirse)

RAFAEL
¡Ven, Ana, no temas! ¡No tengas miedo ni de mí, ni de los americanos, ni de tus padres! ¡Ya verás, hoy mismo los conduciré detenidos al cuartel de Ramón Santana!

ANA (corriendo hasta la puerta)
Pero, ¿por qué conducirás a mis padres detenidos?

RAFAEL (se quita la chaqueta y los pantalones y camina despacio hacia ANA)
¡No temas, Ana! ¡Tus padres estarán bien junto a tus hermanos y primos!

ANA (gritando)
¿Los detendrás a todos?

RAFAEL
¡Tengo que hacerlo, Ana, pero es por culpa de las reconcentraciones ordenadas por Wilson, a través de Roosevelt! ¡Son ellos, Ana, los yanquis, los que ordenan todo en el país!… ¡Ellos son los nuevos romanos, los nuevos amos de la vida y de la muerte!… ¡Ellos son los creadores de las reconcentraciones! ¿Y sabes algo, Ana? ¡Yo necesito auparme en ellos, aprovecharme de ellos y treparme en ellos, para que me esculpan, Ana, para que me formen! ¡Ven, Ana, dame tu calor, dame tu cuerpo en esta madrugada fría, en este día lluvioso de finales de junio!

(ANA abre la puerta y RAFAEL la ase por los hombros y comienza a besarla con locura)

ANA (haciendo esfuerzos para librarse de RAFAEL)
¡Déjame, Rafael…! ¡Estás enloquecido! ¡Déjame!

RAFAEL
¡No temas, Ana… no temas! ¡Ven, ven, déjame sentirte de nuevo, ven! ¿Recuerdas lo que me decías anoche? ¡Anoche decías que me amabas, Ana, decías que serías mía para siempre!

ANA (tratando de zafarse de las manos de RAFAEL)
¡Anoche las reconcentraciones no existían, Rafael! ¡Anoche sólo hablábamos de amor, de matrimonio! ¡Suéltame… suéltame, canalla!

RAFAEL (abofetea a ANA)
¡Calla, maldita… calla!

(RAFAEL cierra la puerta con uno de sus pies y arrastra a ANA —que gime y patalea— hacia la cama, donde la lanza con furia y le rasga el vestido, lanzándose luego sobre ella)

ANA (chillando y sollozando)
¿Qué haces, maldito… qué haces? ¿Cómo podré llegar a mi casa en este estado? ¡Suéltame, suéltame!

(RAFAEL vuelve jirones el vestido de ANA y lanza éstos hacia un rincón de la habitación; luego le quita la ropa interior y la deja completamente desnuda. ANA gime desconsoladamente)

¿Por qué haces esto, Rafael?… ¿Por qué?

RAFAEL (como enloquecido)
¡No temas, Ana, no temas! ¡Yo responderé por ti! ¿Sabes?, ¡a mí me aguarda un gran futuro al lado de ellos, al lado de esos yanquis a los que tanto detestas! ¡Ya lo verás, Ana… ya lo verás!

ANA (gritando, mientras RAFAEL la cubre de violentas caricias)
¡No quiero un futuro contigo, Rafael! ¡Prefiero antes la muerte!



RAFAEL (abofetea repetidamente a ANA)
¡Calla, maldita, calla! ¡Yo soy el teniente Rafael Trujillo y Molina, de la Guardia Nacional Dominicana, que es lo mismo que decir la Infantería de Marina de los Estados Unidos de América, y tú no eres más que una maldita campesina de Los Llanos! ¡Después de todo, Ana, sólo te he utilizado para acercarme a tu prima Isabel Guzmán! ¡Sí, Ana, es a Isabel a quien busco… no a ti!

ANA (gritando)
¡Canalla… canalla!

RAFAEL
¡Calla, maldita campesina, y abre pronto las piernas para que goces con este falo del destino!

(El telón cae pesadamente)

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