El pueblo en lucha
Por Efraim Castillo
El pueblo en lucha es un mural
realizado por Ramón Oviedo (1924-2015) para el Museo de la Resistencia de Santo
Domingo, donde recrea su emblemático 24 de abril, producido en plena revolución.
En El pueblo en lucha, Oviedo incorpora escenas que reproducen los
enfrentamientos populares contra las agresiones de los invasores
norteamericanos y sus aliados del CEFA, destacando en uno de los planos la
famosa instantánea de Juan Pérez Terrero, tomada en el momento en que el obrero
dominicano Jacobo Rincón desafía con sus puños a un soldado invasor que lo
amenaza con un fusil AR-15. Aunque sobre estas imágenes se destaca la que protagoniza
el mural 24 de Abril —una mole enfrentando cañones—, existe una diferenciación,
una autonomía incontrovertible en la obra, no sólo por la diferenciación del
color, sino porque Oviedo no deseaba copiarse, sino expresar una ruptura entre
ambos paños, ateniéndose al concepto de que todo lenguaje estético debe
producir —yuxtaponiéndose a la denuncia— una profunda reflexión crítica del
papel del hombre en la sociedad.
Por eso, entre ambas imágenes, concebidas
mediante el principio metafórico de la ficción figurativa, se interpone una
temporalidad que diluye los motivos, las causas originarias del solipsismo, de ese
yo existo que produce en el artista la euforia de la creación y lo presiona
hacia la solución de lo anhelado.
Así, la imagen principal
del mural 24 de Abril no deviene en El Pueblo en Lucha, ni en símil ni copia,
sino en alegoría de un pasado irrepetible, de un pasado decantado en la
memoria, de un pasado transformado en consigna, ritmo, poema; en reinvento de
una nueva historia, de una nueva modalidad de amor. Por eso, el tratamiento
monocromático del mural 24 de Abril, trocado ahora —no enmascarado— en negro, ocre
y azul con toques amarillos, separa estéticamente dos momentos, dos historias
que se reconcilian metafóricamente: a) el de una revolución que se
convirtió en guerra patria, en algo que debió ser y no fue; y b) el
estacionado casi cincuenta años después, donde aparentemente la vida se
desenvuelve en el delgado equilibrio de una paz social que sucumbe ante la
ironía y la ocultación.
Oviedo, al incorporar en
El pueblo en lucha esas figuras enfrentadas a cañones y fusiles que tiñe de azul
—en contraposición a los negros en que se apoyaban las del mural anterior—,
envía una cavilación sobre las sutilezas de nuestra historia, en donde
lenguaje, sujeto, poder, sociedad y cultura, han seguido discursos rotos,
enajenadores del ritmo y enviando señales distorsionadas al futuro.
El Oviedo del mural 24 de
Abril era un Oviedo de 41 años, y el Oviedo de El Pueblo en Lucha es un Oviedo
de 88, una apostilla que
introduzco, no para enfatizar sobre un posible cansancio biológico por parte
del artista, sino para enfocar la distancia y, con ella, los ritmos, los
lenguajes y los modos de producción trastornados por las presiones ideológicas
y, más que nada, por la evolución de nuestro gran muralista.
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