jueves, 1 de agosto de 2019

EL PUEBLO EN LUCHA


El pueblo en lucha

Por Efraim Castillo

El pueblo en lucha es un mural realizado por Ramón Oviedo (1924-2015) para el Museo de la Resistencia de Santo Domingo, donde recrea su emblemático 24 de abril, producido en plena revolución. En El pueblo en lucha, Oviedo incorpora escenas que reproducen los enfrentamientos populares contra las agresiones de los invasores norteamericanos y sus aliados del CEFA, destacando en uno de los planos la famosa instantánea de Juan Pérez Terrero, tomada en el momento en que el obrero dominicano Jacobo Rincón desafía con sus puños a un soldado invasor que lo amenaza con un fusil AR-15. Aunque sobre estas imágenes se destaca la que protagoniza el mural 24 de Abril —una mole enfrentando cañones—, existe una diferenciación, una autonomía incontrovertible en la obra, no sólo por la diferenciación del color, sino porque Oviedo no deseaba copiarse, sino expresar una ruptura entre ambos paños, ateniéndose al concepto de que todo lenguaje estético debe producir —yuxtaponiéndose a la denuncia— una profunda reflexión crítica del papel del hombre en la sociedad. 
Por eso, entre ambas imágenes, concebidas mediante el principio metafórico de la ficción figurativa, se interpone una temporalidad que diluye los motivos, las causas originarias del solipsismo, de ese yo existo que produce en el artista la euforia de la creación y lo presiona hacia la solución de lo anhelado. 
Así, la imagen principal del mural 24 de Abril no deviene en El Pueblo en Lucha, ni en símil ni copia, sino en alegoría de un pasado irrepetible, de un pasado decantado en la memoria, de un pasado transformado en consigna, ritmo, poema; en reinvento de una nueva historia, de una nueva modalidad de amor. Por eso, el tratamiento monocromático del mural 24 de Abril, trocado ahora —no enmascarado— en negro, ocre y azul con toques amarillos, separa estéticamente dos momentos, dos historias que se reconcilian metafóricamente: a) el de una revolución que se convirtió en guerra patria, en algo que debió ser y no fue; y b) el estacionado casi cincuenta años después, donde aparentemente la vida se desenvuelve en el delgado equilibrio de una paz social que sucumbe ante la ironía y la ocultación. 
Oviedo, al incorporar en El pueblo en lucha esas figuras enfrentadas a cañones y fusiles que tiñe de azul —en contraposición a los negros en que se apoyaban las del mural anterior—, envía una cavilación sobre las sutilezas de nuestra historia, en donde lenguaje, sujeto, poder, sociedad y cultura, han seguido discursos rotos, enajenadores del ritmo y enviando señales distorsionadas al futuro. 
El Oviedo del mural 24 de Abril era un Oviedo de 41 años, y el Oviedo de El Pueblo en Lucha es un Oviedo de 88, una apostilla que introduzco, no para enfatizar sobre un posible cansancio biológico por parte del artista, sino para enfocar la distancia y, con ella, los ritmos, los lenguajes y los modos de producción trastornados por las presiones ideológicas y, más que nada, por la evolución de nuestro gran muralista.

Ramón Oviedo




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