Sí, me estoy quedando en casa y se me agotan las reservas de alimentos y los fármacos recetados para regular la presión arterial, disminuir el crecimiento de la próstata, proteger el único riñón que me queda y otros padecimientos que han surgido desde que entré en el ciclo biológico de la ancianidad. Desde luego, al pasar todo el tiempo en casa, leo —casi devoro— más libros y navego y descubro un ciberespacio que no había concebido antes; un ciberespacio congestionado de cuantas cosas pueda uno imaginarse: películas, noticias, correos útiles e inútiles, podcast, memes, bulos [fake news], publicidad comercial, publicidad política, literatura, pornografía y chateos. También descubro acrónimos y siglas que, antes de la cuarentena, desfilaban fugazmente frente a mis ojos y no me detenía a indagar lo que significaban, como tbt [throwback thursday], fb [Facebook], yt [YouTube], lol [laughing out loud], omg [oh my God], xoxo [hugs and kiss], ily [i love you] y otros que me separaban generacionalmente de mis hijos y nietos.
Sin embargo, en esa telaraña de
multi-información, de mentiras, desaciertos y locuras, también encuentro
verdades, manifestaciones de amor, tiernos abrazos, efusivas reuniones
familiares y aplausos a los verdaderos héroes de esta pandemia: a los médicos, paramédicos,
policías, militares y voluntarios espontáneos que desafían en todos los
terrenos al coronavirus [SARS –Covid 2], protegidos sólo con el escudo de una
vocación de servicio y un corazón fortalecido de amor.
Sí, me estoy quedando en casa, y al hacerlo trato de
contribuir con mi actitud a combatir este brote epidémico planetario, a
combatir desde mi aislamiento que el virus no me contagie ni yo contagiar a los demás y
así imposibilitar su propagación. Y ahora que me quedo en casa, he rememorado
soledades, abandonos, nostalgias y viejas cuitas que mi memoria tenía
archivadas en esos surcos que los lóbulos del cerebro esconden para espantar
las tristezas. Y entonces me fortalezco cuando leo los mensajes solidarios de
un mundo atrapado entre un agente infeccioso microscópico [pero con la asombrosa
capacidad de mutarse en nuestro organismo] y la sorpresa de saberse indefenso,
achicado, y sólo recurre como arma esencial de combate a una frase que nos
llega hondo:
"¡Quédate en casa!"...
"¡Quédate en casa!"...
Y aquí estoy, quedándome en casa hasta que mi cuerpo, la provisión de
alimentos y medicamentos aguanten, porque los que no contamos con esas tarjetas
clientelistas como solidaridad y las otras —que han convertido una amplia
franja de nuestra sociedad en un ejército de inútiles, en manadas de seres manipulados
hacia el voto—, estamos expuestos, al quedarnos en casa, a convertir nuestros
hogares en redención, sí, pero también en desamparo, soledad, en tumbas
navegando a la deriva. Pero por suerte, estamos
en el mes de abril, en primavera, y es bueno recordar
que abril y la primavera forman parte de una historia de
gloria; porque en abril y la primavera las campanas repiquetean
siempre para anunciar reivindicaciones y cambios profundos.
Sí, me estoy quedando en casa.
Abril 7, 2020.
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