Están allí los viejos truenos
Por Efraim Castillo
1
Miguel,
estoy aquí parapartir,quebrar
y
fragmentar la paridad del sueño,
Estoy
aquí,justamente donde el otoño,
como
un oráculo de inciensos,
reverbera
entre el vientoy los chamanes,
gritandoal
hastío de los tiempos.
Se fueron Jacques, René, Grey, Condecito,
y
como una espiga alta, Silvano también se fue.
¿Cuántos
más partirán, Miguel, en esta procesiónde ángeles?
¿Cuántos
de los gritos coléricos quedarán aquí,
junto
al fuego para despertar los truenos?
2
Sin
embargo, la tengo junto a mí,
sin
pretensióny sensiblemente aprisionada,
la
imagende la mañana:
San
Carlos abriéndose a la lluvia,
a
los pregones hirientes,
a
las esquinas que aguardan la bruma.
Está
aquí, sin pretensión:
aprehendidaen
el iris de mis ojos
tu
imagenrecorriendo Villa Francisca,
bajando
presurosa por la Duarte para desafiar las brumas,
los
aceros filosos de la barbarie,
donde
Condecito esgrime la metáfora
como
un halo negro disuelto entrelos ecos de las campanas
y
los raídos pinceles.
Sí,
es indudable,está aquí la lluvia aún.
Está
aquí con sus gotas de plata refulgiendo
entre
la humedad del aire y un revoloteo de palomas.
enmoheciendo
los ancianos pórticos celestes,
abismándolo
todo como un dolor de espigas,
como
una herida abierta frente al balcón de la tarde.
3
¿Hacia
dónde, Miguel, se habrá marchadola magia de la alborada?
¿En
qué perdido lugar estará la promesa de aquella utopía
aguardando
tras la tarde yempinándose sobre las montañas?
¿Podrá
alguien,un anciano, un soldado,
alguien
capaz de sumar sonrisasy rituales,
explicar
con voz de trueno si esta presencia que niega la vida
deberá
ser echada para siempre del nuevo sol?
Si
el nuevo hombre imaginado por el Che,
se
escudará trasla computadora para vetar la inquina
y
golpear con la mercadotecnia la esperanza invertebrada;
si
ese nuevo hombre descenderá como un ángel marginal
sobre
la Ciudad de Dios y auspiciará losensueños,
los
cantos redentores y el brotar evocado del gluten y los cascajos?
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