Esta ventana que abro
1
Esta ventana que abro al atardecer
rasga
los velos de la claridad moribunda
devolviéndome
la noción y quimera.
Esta
ventana crujiente indetermina la noción del pecado,
filtra
de sonidos y graznidos la quietud del horizonte.
¿Por
qué abro esta ventana-observatorio,
tamiz
estacionario de un cosmos adulterado?
¿Por
qué permito violentar la memoria
que
recorre remotas euforias?
2
Esta
mirada que se pierde anida la percepción de tus labios
y los arrinconados amagos de tu presencia.
Esta
mirada se amedrenta y sube y baja constantemente
en
el rocío de tu lengua invertida como rosca,
como
serpiente de fuego y lacerante espada.
Esta
mirada se niega a sí misma y me grita,
cruza
sin saludos las vías donde tu aliento
mella
y viola la posibilidad de tristeza;
cae
y especula, late y gime, danza y canta
allí
donde sueños y despertares saltan
y
crujen entre llamas y espumas.
3
Podría
cerrar esta ventana frente a la tarde:
tendría
sólo que detener los recuerdos en el claustro de la memoria:
accionar cada reclamo, cada ladrido, cada
lágrima vertida
y todo goce perpetrado.
y todo goce perpetrado.
Podría
sellar este observatorio frente al moribundo sol
irguiéndome
como rata atrapada y mascullar lo que habría
que
agregar a una defensa ya perdida.
4
¿Y
entonces? ¿Cómo acatar las voces interiores?
Esos
alaridos que gritan, ensordecen y piden los
truenos del humedal,
las punzadas de tus dientes, los ocultos anillos,
la gula inimaginable de tu esfínter ahogador?
las punzadas de tus dientes, los ocultos anillos,
la gula inimaginable de tu esfínter ahogador?
¿Y
entonces? ¿Cómo renacer de las oscuras aguas?
¿Del
magma que comprime, que aúlla y
relampaguea frente a mis ojos?
¿Cómo
volver a encontrar los trinos, la música,
el
camino sin piedras y los palpitantes destellos?
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