El jingle y
su historia
Por Efraim Castillo
¿Qué es un jingle?
La palabra jingle tiene un origen inglés y se refiere —según el Webster’s English Dictionary Online— a la rima o el sonido de una
manera repetitiva pegadiza. De ahí a que a la cancioncilla One Horse Open Sleigh,
compuesta en 1850 por el norteamericano James Pierpont, le anexaran en 1857 las palabras jingle bells, convirtiéndola en Jingle bells, One Horse Open Sleigh, por
la insistente repetición de algunas estrofas. Pasarían cincuenta y tres años
para que la publicidad se decidiera a utilizar una cancioncilla en una campaña
publicitaria, pero lo que incidió en tal decisión fue la furiosa aparición del
medio radio a finales de los 10’s y comienzos de los 20’s.
James Pierpont
Así, el
primer jingle grabado y puesto en
escena por la publicidad salió al aire en 1920: una cancioncilla creada para
los calcetines Interwoven Socks e
interpretada por los Happyness Boys[1],
un dúo que mantuvo uno de los primeros programas populares de la radio,
integrado por el tenor Billy Jones y el bajo-barítono Ernest (Ernie) Hare. El jingle fue grabado en un estudio de California en un
aparato Brunswick,
que se convirtió en un éxito instantáneo, despertando un maridaje que ha ido
aumentando, año tras año, salpicando en su esplendor al siguiente estadio
publicitario: el cine.
Happyness Boys
Esos benditos sonidos musicales acompañados
de una letrilla pegajosa, brillante, elaborada, creados pensando en que debe
repetirse, aprenderse e impulsar al sujeto envuelto en la historia (el
producto), tiene su origen en el roce de los estribos de los caballos durante
la cabalgadura. Ese chirriar de metales contra el cuero de la montura y la piel
del caballo, así como los engranajes de las carretas deslizándose por los
caminos, servían de acompañamiento a las melodías inventadas por
los conductores durante la travesía.
El cascabel, por ejemplo, que casi siempre envolvía los cuellos de los caballos, también se unía al acompañamiento musical y
de ahí, estoy seguro, surgió el nombre de la más famosa canción navideña (Jingle bells, despues
de la inmortal Noche de Paz —Stille Nacht, heilige Nacht, del sacerdote austríaco Joseph Mohr—, compuesta en 1818.
Joseph Mohr
Cuando escribí aquel artículo en la revista ¡Ahora! en el decenio de los 60’s, los
músicos que integraban el ensamble que se estructuraba para grabar los jingles cobraban entre diez y veinticinco pesos por sus ejecuciones, y los creadores
musicales (incluyendo el arreglista) sólo ciento cincuenta. Los cantantes, como
seres privilegiados, exigían entre veinticinco y cincuenta pesos, siendo este
último cobro —el de cincuenta pesos— lo que se destinaba a los cantantes de
primera como Fernando Casado, Luchy Vicioso, Cuqui Defilló, Niní Cáffaro,
Francis Santana, a los integrantes del cuarteto Los Solmeños (formado por los mellizos
Pichardo, Nandy Rivas y Tito Saldaña). Solano, que usualmente se integraba a los coros, también cobraba ese monto.
Así, un jingle, en el tiempo romántico que abarcó dos decenios (los 60’s y 70’s), salía por alrededor de trescientos cincuenta pesos. Esta suma se desglosaba así: Compositor ciento cincuenta; 5 músicos cincuenta; y 3 cantantes cientocincuenta. Hoy, en este Siglo XXI, hay que descomponer el jingle de la siguiente forma: compositor y arreglista, cincuenta mil pesos; cuatro o cinco músicos, veinticinco mil; tres cantantes promedio, treinta mil; y estudio, edición y copiado, alrededor de diez mil. Lo que redondea el costo en unos ciento quince mil pesos.
Desde luego, ese es un costo económico, ya que todo
depende de la calidad del compositor-arreglista., porque hay producciones musicales que redondean los entre doscientos cincuenta y trescientos mil pesos.
Podría verse muy abultado el crecimiento en el costo
de la producción del jingle y, sin embargo, no es así. Esta elevación es mucho menor que el aumento de la tarifa por pulgada cuadrada de los
diarios, así como muchísimo menor que el aumento de las tarifas por segundo en las emisoras de radio y televisión.
Jorge Taveras
Por lo regular, el tiempo de estudio nunca pasaba de
dos o tres horas (Solano me realizó un jingle
para los tenis Paseo, Siete Vidas y Campeón en el tiempo record de una hora y media, siendo aprobado por el
cliente ese mismo día. Ahora bien, si el cliente rechazaba el trabajo, se
llamaba al compositor y le explicaba que el jingle
no había gustado y él, bajando la cabeza, se iba como si toda la culpa
descansase en sus hombros. De verdad, había mucha injusticia en aquel trato con
los músicos.
Danny León
Para esa fecha el mercado del jingle, en cálculos anuales, no pasaba de cincuenta o cien producciones,
las cuales se repartían entre Rafael Solano, Bienvenido Bustamante, Papa
Molina, Milton Peláez y, emergido por esos años, Danny León. Chiquitín Payán,
que fue un gran jinglero entre los
decenios 40, 50 y comienzos de los 60’s, fue dejando el terreno a otros y,
finalmente, se ausentó del país junto a su esposa e hijos.
Las sistematizaciones de hoy, en cuanto a producciones
musicales publicitarias arrojan un balance de más de quinientos jingles anuales y los
principales compositores son: Danny León (quien falleció este 2012), carlos Mario Echenique, Jorge Taveras, Víctor Víctor (Vitico), y San Beng, entre otros, los cuales son
preferidos por determinadas agencias y, en el mayor de los casos, sus
producciones son repeticiones melódico-armónicas de días mejores con la impronta epocal de la bachata y el hip-hop. O sea, que la
diferencia en sólo dos o tres décadas, respecto al costo del jingle, es de varios miles de pesos por producción.
El mercado del jingle
en otros países del Caribe tiene
bases específicas establecidas para equilibrar la oferta y la demanda, como: a) pagos
por la extensión del uso más allá del contrato firmado, b) reglas sobre las
responsabilidades de pago en caso de que el cliente rehace la producción, y c)
pago o prohibición total de los instrumentos electrónicos que sustituyan los
acústicos.
El pago por el tiempo de utilización podría oscilar
en nuestro país entre los seis y doce meses, ya que este es un tiempo prudente para que
una campaña agote sus recursos motivacionales introductorios, o de un determinado
mantenimiento, y en caso de que esos recursos hubiesen dado un excelente
rendimiento y la estrategia siguiente obligue a continuar con la producción, lo
adecuado sería pagar por la reutilización del jingle, incluyendo los modelos y talentos que integraron las realizaciones audiovisuales
de la campaña, exceptuando, claro está, la participación creativa de la agencia,
la que seguirá cobrando su comisión por la colocación del material. En cuanto a las responsabilidades de pago en caso de
que el cliente rechace el jingle, éstas deberían ser obligatorias sólo para la agencia publicitaria.
El problema de los instrumentos electrónicos —los
sintetizadores, sobre todo— es que pueden sustituir una gran cantidad de
músicos ejecutantes. El string, por
ejemplo, puede sustituir a los violinistas y el melotrón las cuerdas graves (cellos, violas, etc.); el wind wood y el clavinete pueden ser sustitutos de los instrumentos de viento,
tales como oboes, clarinetes, flautas, etcétera; y el sintetizador
orquestador puede arrasar con el resto de los instrumentos, a excepción de
cierta percusión casi imprescindible para ser utilizada en la base rítmica del jingle o el número musical. Es decir que
con tres músicos (bajo, batería y el ejecutante del sintetizador) se puede
realizar un jingle.
Sintetizador digital Korg X50
Creo por esto, que un mercado de producción
musical por el orden de varios millones de pesos anuales debería ser atendido
cuanto antes. Sobre todo, para tranquilidad de las publicitarias, de los
clientes, de los organismos correspondientes y, por supuesto, de los músicos.
[1] SALA COSTA, Judith: Del
jingle a las canciones pop: Una aproximación al uso de la música en publicidad.
Universitat Abat Oliba CEU. Facultad de Ciencias sociales. 2009.
[2] CASTILLO,
Efraim: Sobre publicidad dominicana. Biblioteca Taller
55. Editora Taller. Santo Domingo. 1979.
[3] El lead es un adelanto o pequeña entrada,
en cuanto a música, que orienta al compositor acerca de lo que el creativo
desea de la melodía.
[4] La Asociación de músicos, cantantes y
bailarines, AMUCABA, jugó un rol
estelar, no sólo en la aplicación de un reglamento que defendía al gremio, sino
en la estructuración de premios relativos a los trabajos artísticos anuales de
sus miembros y el festival que llevaba su nombre catapultó a muchos de los
grandes músicos y cantantes de República Dominicana.
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