miércoles, 5 de diciembre de 2012


OVIEDO: Sonidos y palabras para detener el tiempo

Por Efraim Castillo

 
Ramón Oviedo en su estudio de Alma Rosa.
 
MÁS DE CINCO personas me juraron —luego de su exitoso debut como compositor tras el lanzamiento del álbum Fernando Casado interpreta a Oviedo (1992)— que Ramón Oviedo no volvería a desatender la pintura para embarcarse en otras aventuras musicales.

   Pues se equivocaron los que así pensaron. En primer lugar, Ramón Oviedo no desatendió la pintura y, en segundo lugar, nunca dejó de componer, porque aquel espacio de discontinuidad al que me referí en la presentación anterior no se cierra jamás, ya que se convierte en un excedente de significación que subyace siempre en lo más profundo del ser.

   Ahora, Oviedo no sólo vuelve a la carga con nuevas canciones, sino que busca otra voz, otro yo de disyunción, desdoblándose para oírse, para escucharse desde el lado opuesto, desde esa conciencia exterior que la mujer toca con sus sonidos: sí, la voz femenina, a la que Oviedo llega para que su llamado ejecute lo que deseó escuchar hace más de cincuenta años. Y para interpretarse en esa voz acudió a una de las baladistas más exquisitas del país: Taty Salas.

 
Taty Salas

   Pero, ¿por qué un hombre de más de setenta años —y que ha triunfado como productor cultural en la especificidad del arte pictórico— se adentra hacia la articulación de un lenguaje cuyo tiempo fisiológico se inserta en sonidos, tiempos rítmicos, manifestando, además, esa vuelta  anhelada a tiempos mejores? ¿Por qué, yéndonos al grano, Ramón Oviedo, cuya obra ha trascendido la cárcel fronteriza insular, busca explayarse en una reflexión que se deshace en metáforas musicales y antirruidos?

   Para responder a estas preguntas es preciso escarbar, remover, hurgar dónde y cuándo se estableció ese espacio de discontinuidad —que no se cierra, que permanece alimentándose hasta convertirse en un excedente de significación1 que subyace a la espera de una salida donde las condiciones dadas presionen su puesta al día para rescatar los mitos, las desventuras, ilusiones y epopeyas de ese lugar discontinuo, ese momento donde la disyunción simbólica se une a los significantes petrificados.

   Así, este cruce de caminos podría establecerse en el decenio 1930-39, que es el tramo en donde Ramón Oviedo llegó a Santo Domingo desde Barahona, quedando atrapado por el fenómeno de la radiodifusión y, sobre todo, por la voz de Carlos Gardel. Esas macrounidades de significación señalizadas por Gardel se convirtieron, entonces, en pequeñas apoteosis que la radiodifusión latinoamericana amplificaba y horizontalizaba, esparciéndolas como un polen mitológico que aún hoy perdura. Ninguna época —a partir de la electroacústica— ha sido tan propicia para una súper-impresión como aquella en donde las leyendas caían hechas añicos por el empuje de las vanguardias y que, sin embargo, se estructuraban a través del cine, la radiodifusión y una ya establecida iconografía impresa. Las ideologías del híper-romanticismo, del acicalamiento personal, inclusive de aquella axiología del cinismo, tomaron cuerpo en las relaciones de identidad entre los individuos que podían encontrarse a la deriva, inmersos en las corrientes específicas de los neosistemas que atropellaban a las sociedades o que trataban de redimirlas.

 
Carlos Gardel

   Oviedo —y con él otras personas sociales— fue de los que se marginó del proceso discursivo musical, de los constructores de la dilettancia gardeliana, manteniendo y alimentando su excedente de significación con una dialéctica del recuerdo, con un constante monólogo interior en donde la convergencia de los discursos múltiples y el caos solipsístico se combatían por la floración de las presencias. De ahí, la vivencia de una bohemia forjada al calor del canto y del dibujo, así como del arribo cuasi-definitivo a su identidad social de pintor; aunque, antes, fue la de director de arte publicitario.

 
Claude Levi-Strauss

   Entre lo continuo y lo discontinuo, entre el sentido y la naturaleza, se estaciona lo que Levi-Strauss señaliza como la redistribución periódica que presiona la imaginación mitopoética2, un espacio vital para la reconquista de la integralidad de la significación. Tarde o temprano —quizá un poco más tarde en el caso concreto de Oviedo— en el ser social la adquisición de un sentido que evoluciona desde el interior, discontinuamente, madura y adquiere continuidad desde la esfera cognoscitiva.

Fernando Casado

   Si no se conociera el pasado del pintor Ramón Oviedo, si el excedente de significación no se hubiese registrado a través de su obra iconográfica inicial (el Retrato de Fedora, Retrato de Minita y otros), en donde los correlatos de esa dialéctica del recuerdo se entrelazan a través de la impronta imborrable de Gardel, habría sido irreconocible la carga monoléxica de los textos literarios que estructuran las producciones de los álbumes musicales de Fernando Casado interpreta a Oviedo y este titulado Amor por dosis, al que la señorita Taty Salas pone su arrulladora voz, en virtud de que podría no haber junción posible entre el escritor de baladas como En ti y Fedora y el productor del mural Mamamérica3.
 
   Sin embargo, la hay, porque los textos de las baladas no reproducen los fenómenos cognoscitivos del pintor a priori, sino que se estacionan allí donde el recuerdo golpea y fluye, operándose una significación verbal que salta y evade la ideología iconográfica. El Oviedo de la música no es, necesariamente, el Oviedo que opera con una paleta, una brocha y unos pigmentos. Este Oviedo, el de las palabras y los sonidos, es otro productor, es el operante de un discurso con otra ideología, pero con la instrumentalidad adecuada para simbolizar un trecho que se había retrasado y al que tenía que rescatar para la recreación de los viejos mitos; de aquellos recuerdos imbricados junto a la bohemia de marquetería, al ritmo de Gardel, de los tríos románticos y las trasnochadas frenéticas. 
 
    Así, como un ajuste de cuentas con su pasado bohemio, Oviedo comenzó a exorcizar sus propios demonios y a reencontrarse a través de la música, con la pureza de un romanticismo que se encontraba ausente de su producción pictórica.¨Porque todas las categorías denotativas-connotativas en donde la objetivación textual se inserta en la significación secundaria o subjetiva, adquieren la referencia del trecho significante, deshaciendo la percepción en el mito del primer amor:

   Amor como este
  Jamás soñé
  Amor tan tierno
  Nunca probé.
  Amor por dosis
¡Qué rico es!

  Cada macrounidad de significación opera una referencia cuya noción se establece en un pasado por salvar:

Amor que es siempre
Luna de miel.4

   Sí, el pasado es inalterable y sólo puede reconstruirse y transformarse fundándolo y operándolo desde un proceso simbólico, algo que ni la fama ni la fortuna pueden manipular.

El sonido y las palabras en Ramón Oviedo.

   Ahora bien, ¿cómo sobrepasa Ramón Oviedo todas las etapas de su vida posterior a los finales del decenio 1930-39 y, más que todo, al decenio siguiente, el de 1940-49, que es el que sella, el que propicia la impronta de su bohemia? El análisis de los textos (tanto los que conformaron el álbum interpretado por Fernando Casado como este que canta la señorita Taty Salas) y la reproducción del modelo funcional, determinan un sistema específico en donde sujeto, situación y enunciados operan una etapa de frustración en la cual el productor detiene los significantes. Parecería como si Oviedo, en tanto que emisor, hubiese detenido su locución junto a la carga de excedentes de significantes, archivando en algún lugar de su memoria eso que para Levi-Strauss no expresa, después de todo, lo que el artista piensa, sino lo que hace, y que si no fuese ése el caso, no tendría necesidad de escribir poemas, o música o de pintar cuadros, porque simplemente escribiría libros.5
 
    Es por esto, entonces, que Oviedo puede atreverse ahora,a devolver, como noción situacional, toda la frescura que como sujeto atado al mito había detenido; o, quizá, sepultado en algún lugar recóndito de sus neuronas y que logra salvar en el texto:

   Las flores te abren paso cuando vienes,
   Perciben el perfume peculiar y grato de tu cuerpo
  Y me lo hacen saber al cambiar de color.
  Me siento orgulloso de tenerte
  Con toda tu ternura
  Con todo tu esplendor.6

    Todo como una síntesis semántica, construyendo —como enuncia Jakobson—un modelo funcional de lengua sobre las relaciones locutor-mensaje (función cognitiva, función de llamada, función metalingüística y otros)7; por lo que sujeto y situación detienen el contexto para interpretarlo y rehacerlo cincuenta y pico de años después, con un respeto asombroso, claro está, de los códigos y medios gramaticales específicos, pero, también, acatando las esencias del sentido mítico de la matriz musical de la epoca.
 

  Posiblemente el respeto hacia aquella situación, hacia aquel estadio que Oviedo detuvo por las íntimas razones que él consideraba sagradas, fue quebrado por ciertos arreglos musicales que no reproducen la veracidad del contexto, sobre todo en esas zonas donde la electroacústica los ha desarticulado para manejar ganancias sonoras (la alta fidelidad primero, la estereofonía luego, y el sonido digital después), pero que no obstruyen, de ninguna manera, la reproducción de la totalidad evocada. Considero, entonces, que si las macrounidades (compuestas por la música y los textos literarios) reproducen la especificidad de un sistema situacional, también representan la remembranza, la evocación del sujeto. Porque para Oviedo —me atrevería a señalar— la cacería de un mito al que consideraba casi, casi perdido, y su posterior exorcización, no se establece como una estética de la redención, sino como un medio de volver a vivir un pasado inalterable a través de la creación. De ahí, sin lugar a dudas, que la teoría de sujeto-situación cobre un espacio vital en esta producción y devuelva a Ramón Oviedo la alegría que sólo es posible a través del renacer.

   Y es esta alegría, pues, la intención final del álbum producido para Fernando Casado y de este que interpreta Taty Salas.

   Sí, alegría para rescatar el mito, la época, esa situación en que los caminos se bifurcan y los discursos se detienen irremediablemente; alegría para estructurar y propiciar los saltos que vulneran las esperas largas; alegría para, tras más de cincuenta años de petrificación, lograr fluir de nuevo con la sonoridad de la música y las palabras hacia el lugar donde se unen todas las corrientes de una época y sus escenarios, para converger en una matriz de luminosidad y esperanza.

   Sí, alegría para retomar y doblegar los demonios ambulantes de aquella avenida José Trujillo Valdez y mostrarlos como testigos de que el tiempo no muere en la memoria de lo estético.

Santo domingo, 1992-2002.

 

1 LEVI-STRAUSS, Claude: Antropología estructural. EUDEBA, Buenos aires, 1968. Cap. 15: La existencia hipotética de un excedente de significación puede ser considerada como una primera gran ruptura, o fisura, del proceso general de la simbolización inherente...
2 LEVI-STRAUSS, Claude: Op. Cit.
3 MAMAMÉRICA es el título del extraordinario mural de Oviedo que se exhibe permanentemente en el palacio de la OEA, en la ciudad de Washington.
4 versos de la canción Amor por dosis.
5 LEVI-STRAUSS, Claude: Arte, Lenguaje, Etnología (entrevistas con Georges Charbonier. Siglo XXI Editores, S.A. México, 1979. P. 101.
6 Versos de la canción Pasión sublime.
7 ROMAN JAKOBSON citado por Jean Dubois en Estructuralismo y lingüística (Estructuralismo y Marxismo). Ediciones Martínez Roca, S.A. Barcelona, 1977. P.48.

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