EL ROSTRO DEL ESTAFADOR
Por Efraim Castillo
1
¿Conoces el rostro de un estafador?
Lo advierto: no busques en él transparencia.
Ni escarbes en la gruta aglomerada,
ni en la ladera que se empina.
Su rostro es un chiquero enlodado,
levantado entre sol y bruma adornado de espinas
y viejos dolores adocenados.
El rostro del estafador es un rostro anochecido:
escondido tras el piano en el happy hour
quebrándose entre reflejos de candilejas
y abrumado por los vahos y las sombras.
El rostro del estafador no está lejos de ti.
Está ahí, junto a las huellas del día,
contiguo a cada espasmo ritual,
en el galope frenético de la última sonrisa
y estacionado como lumbre en el viento circular.
2
¡Cuidado con el sonriente rostro del estafador!
Está ahí, como desdoble abierto al futuro,
como un viejo tronco que te invita a sentar.
¡Cuidado que te envuelve en el terciopelo del verbo
y como el cocodrilo de lágrimas eternas!
¿Deseas conocer el rostro del estafador?
Asómate al espejo, mírate a los ojos,
esgrime la oración del alba,
entrecruza signos sin remembranzas
y escucharás el eco de la semejanza,
la madeja parsimoniosa de los mimos,
el silencio de las cartillas y abecedarios
y entre los cristales emergerá su semblante
contemplándote a ti como su ego.
Entonces verás un crepúsculo tardío,
un presentido tono de llanto inconcluso
y el retorno agónico de repetidos truenos.
3
¿Apreciarías sentir los azotes del estafador?
Adelanta cada molécula de tu carne:
soporta como un latido de demonio
cada tentación a los deleites.
Esfúmate en las bocanadas del ahogo,
aprisiónate en tus propios brazos
y abanícate en los restos de la brisa.
Sí, ilusiónate en el festín de los recuerdos;
tiéndete sobre la señal que asoma
y cúbrete con los despojos presupuestados.
4
¡Pero no grites nada! Las voces, los cantos,
aún los débiles murmullos, sólo servirán para
alentar de argucias las cantatas irreverentes,
los plagios melódicos de los primeros júbilos
y ya nada quedará para reponer las memorias.
Sólo las horribles máscaras del miedo resurgirán
entre simulaciones asentadas entre llantos
y el yo y el tú y el otro se adentrarán en el nosotros
para completar la farsa que auspiciará el retorno.
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