Sobre santos y rumores
Por Efraim Castillo
1. Ha nacido un santo
¡Aleluya, Señor, ha
nacido un santo! ¡Ha nacido el hombre que República Dominicana esperaba desde
que Duarte partió hacia la eternidad! Sí, la Patria necesitaba un hombre como
Lisandro José Macarrulla Tavárez, quien ha proclamado que “donará su salario
como funcionario [Ministro de la Presidencia] en vista de que su patrimonio le
permite vivir sin tocar las arcas del estado”; una disposición que es necesario
aplaudir de pie, ya que con esta acción Macarrulla entra a un sagrado espacio
que lo convertirá en inmortal y derribará del trono de la filantropía nacional
al padre Billini y su lotería para los pobres. Y tengo que decir esto porque me
había construido —como mal pensado que soy— una imagen falsa de este santo
varón, donde lo vinculaba a los peores intereses de la hegemonía empresarial del
país, la cual tiene como meta el achicamiento total del Estado y confinarlo al rol
de fiscalizador y árbitro maniatado del desenvolvimiento económico.
Sin
embargo, almaceno algunas sospechas sobre esta publicitada generosidad, tal vez
influenciado por los múltiples ejemplos de falsos altruismos que registra nuestra
historia, los cuales están hiperbolizados en las tretas de Trujillo, que engañó
la nación mediante donaciones que provenían del mismo fisco, un viejo truco que
Walt Disney inmortalizó con el Rico McPato —el tío millonario del pato Donald—,
quien regalaba dinero en la mañana y en la tarde lo obsequiado volvía a él.
2. El rumor como estrategia
Si algo positivo surgió de la extensa corrupción peledeísta fue la solidificación del sujeto dominicano, cuyo cimiento gnoseológico —esculpido por la osadía, el miedo, la visión de futuro, la incertidumbre y una religiosidad inculcada folclóricamente—, se robusteció con esos robos, estafas y engaños, haciendo posible que las sospechas sobre el accionar de nuestros políticos se activara constantemente. Por eso, el pueblo ha comenzado a establecer como una estrategia del PRM para ganar imagen, los rumores que se hacen circular desde las esferas oficiales sobre subidas de impuestos, privatizaciones, supresión de la regalía pascual y otros, contradiciendo las promesas de la campaña perremeista y que Luis Abinader, prontamente, desmiente a través de alocuciones con voz y gestos altisonantes.
Desde sumeria, el rumor ha sido
utilizado como una estrategia para denigrar, ensalzar y condenar amigos y
enemigos. Suetonio lo explica bien en Vidas
de los doce césares [121 d. C.], cuando Marco Antonio Bruto, Cayo Casio
Longino, Cayo Trebonio y los demás conspiradores que dieron muerte a Julio
César, lo utilizaron para desacreditarlo y echar por el suelo las advertencias
del adivino etrusco Espurnia, quien advirtió al líder romano que se cuidara de
los Idus de marzo.
Como estrategia, el rumor —a veces transfigurado en fake news—, es un
cuchillo de doble filo que puede clavarse en la espalda para denigrar, o un manifiesto
cuando contiene verdades irrefutables—, pero siempre puede trocarse en un boomerang para quien lo esparce; sobre
todo, si logra almacenar odios que no pueden resarcirse.
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