lunes, 15 de febrero de 2021

LOS OTROS

 

Los otros

Por Efraim Castillo

¿Seré yo ese que se abanica frente a mí en el espejo como un horror que rememora al Borges del cristal impenetrable, al otro Papini en el estanque, al William Wilson de Poe, o al señor Goliadkin de Dostoievski? 

 Jorge Luis Borges

Porque son siempre los otros, los agolpados en el doppelgänger, en el sosia, los que nos consumen y martirizan. ¿Podría ser yo el cobarde, el ruin, el avispado que confunde la soledad con la ternura y los dilemas con los acertijos? ¿Podría ser ese espacio de reflejos aquél que sentado sobre el despojo hirió de muerte al demonio con la furtividad de los escapes? ¿O será acaso el engaño reproducido por los resplandores muertos? 

Sí, podría ser que aquellas refulgencias sobre las que multiplicaba mi ego gritándole al mundo que yo era el yo del desafuero, el yo que se erguía sobre las sospechas, hayan regresado para joderme la vida. Me miro y no me miro en el espejo bifurcado, en el cristal estremecido que no sé si se repite en mí o en el otro, porque ignoro lo que me devuelve ese ser que se burla de mis perspectivas.

 Giovanni Papini

Así, podría emitir un leve quejido, una súplica vinculada a lo desconocido, al absurdo laberinto que confundí con la oración. Pero, ¿para qué? ¿Para presentir la mofa del dios de los vencidos, del dios de los tontos que se apretujan en la cola de las peticiones? 

Entonces, lo mejor por ahora sería pellizcarme una mejilla y esperar a que el otro, si se atreve, reproduzca el movimiento de mi mano y la sensación de ardor que deberé sentir en el rostro. Me pellizco y soy yo el que siente el ardor y no el otro que que me devuelve la mirada, por lo que no puedo ser yo el del espejo, sino este yo que percibe la impresión; este yo a quien le duele que sus dedos castiguen con un pellizco su propia cara.

 Fiódor Dostoievski

Toco el espejo con ambas manos, cierro los ojos y no sé si palpo una superficie fría habitada por fantasmas o un pensamiento que se mueve con el resplandor de mi ego. ¿Me convertiré en flor, como Narciso, o tal vez en el espejismo de la metáfora que vine a buscar sobre mí y mis cadencias? He ahí, pues, que la búsqueda de la salida se entronque al silencio de los atajos que no conducen a ningún lado y nos empujan hacia el mismo encuentro de los inicios; a ese callejón de las no-sorpresas creado por el dios de los que esperan. 

 Edgar Allan Poe

No. La suerte no está echada. La suerte, simplemente, repiquetea desde antes como un melancólico gong sobre los albures de las vidas que han cruzado la esquina de la desesperanza. ¡Y se mueven, se mueven, se estrujan! Se estrujan entre sí como fantasmas, como estrépitos inconclusos y, por lo tanto, ¡no puedo ser yo ese pendejo que me mira con adustez desde el resguardo de la nada!

 

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