Por
Aquiles Julián
He tenido un vínculo largo,
gratificante y curioso con Efraím Castillo, uno
de mis héroes literarios
personales.
Mi primer contacto con la obra de
Efraím fue en los primeros años de los
´70, cuando fundé junto a Roberto
Tavárez, Efrén Ballenilla y otros
amigos el Teatro de la Búsqueda,
al que por la onda epocal se le agregó la
coletilla “Experimental”, por lo
cual terminamos siendo el Teatro de la
Búsqueda – Experimental, TEBUSEX.
El grupo surgió en una zona clase
media de Los Mina, vinculado a un
club denominado Cultural Seis. Por
residían Raúl Bartolomé, Domingo Tejada y
otros, y desde esos años arranca
mi aprecio por él.
En el grupo montamos “Más allá de
la búsqueda”, obra en un acto que
era parte del libro Viaje de regreso, de la
autoría de Efraím Castillo. Y la receptividad del público,
en las presentaciones que
hacíamos en clubes culturales, colegios y liceos, era alta.
La obra, que trata la angustia
existencial de unos soldados, era aplaudida por la
concurrencia. Así arrancó la
relación con Efraím, por mi parte.
Años después, Efraím, que
posterior a la contienda del 1965 había incursionado
exitosamente en la publicidad,
fue una referencia, junto a René del Risco y otros
escritores, cuando me inicié
gracias a Juan Freddy Armando y a la receptividad de
William y Darío Vargas que me
acogieron en Extensa Publicidad, en la actividad
publicitaria a comienzos de los
años ´80 del siglo pasado.
Efraím era no sólo un ejecutivo y
hacedor dedicado publicitario, también era un
polemista y teórico que sostenía
puntos de vista sobre el quehacer publicitario,
contradecía otros y defendía un
espacio profesional ganado a pulso. Es histórica su
Efraim Castillo Premio Nacional de Literatura |
polémica con el creativo
franco-italiano Francois Zillé, importado transitoriamente
debido a una alianza entre
Extensa Publicidad y la agencia europea Unitrós.
Zillé vino y alborotó el país con
sus tesis creativas y publicitarias, buscando lógicamente llamar la atención y
atraer clientela hacia la representante local de Unitrós, Extensa. Y Efraím le
salió al frente sosteniendo sus tesis y ambos publicaron extensas páginas que
yo leía y aprendía de Efraím, no de Zillé.
Años después, Efraím recopiló esos artículos junto a otros y los publicó
en un libro.
François Zillé |
Años después, comenzamos por el
1977 a promover la Unión de Escritores
Dominicanos, UED. Su primer y
único presidente lo fue el Dr. Víctor Villegas y yo
pertenecí como vocal a su primera
directiva.
Iniciamos una serie de
acercamientos a escritores renombrados de nuestro país, entre
ellos a Manuel Rueda. Y también
lo hicimos con Efraím Castillo y ese fue el primer
encuentro personal que sostuve
con él. Nos invitó a almorzar a varios escritores en El
Mesón de la Cava y compartió con
nosotros impresiones.
La UED desarrolló un programa
quincenal de actividades en la Biblioteca Nacional en
que estuve personalmente
involucrado. Luego, hubo un cambio de directiva en la que no figuré y
posteriormente el intento se sumó a decenas de intentos infructuosos de
relacionar y organizar
institucionalmente a nuestros escritores. Don Víctor siguió
fungiendo formalmente como
presidente de una institución que no existía, tal como
nuestros sindicatos, los
“partidos emergentes” y muchísimas otras instituciones que sólo existen en los
nombres y en los sellos.
Por aquellos años acompañé como
un asistente más a Efraím Castillo a aquel acto en el antiguo Roxy de la calle
El Conde en que puso en circulación su primera novela: Currículum, el síndrome de la
visa,
y leyó, luego de la presentación de Diógenes Céspedes, aquel capítulo cargado de malapalabras que provocó la exaltación de lo que había quedado de Ramón Lacay Polanco, que arrastraba lastimosamente sus últimos
y leyó, luego de la presentación de Diógenes Céspedes, aquel capítulo cargado de malapalabras que provocó la exaltación de lo que había quedado de Ramón Lacay Polanco, que arrastraba lastimosamente sus últimos
años mendigando un trago en la
calle El Conde.
En ocasiones yo transitaba por la
Enrique Henríquez, la calle donde estaba Síntesis, la
agencia de Efraím, sobre todo
cuando por allí vivió mi queridísima amiga Genoveva González.
Efraím evolucionó hacia la
novela, sin dejar de hacer crítica de cine, literaria, teoría de la
comunicación publicitaria, teatro y las campañas con las que producía sus
medios de vida. Era el comander, al que muchos envidiaban bajo las críticas
acerbas en que la pequeña burguesía urbana
dominicana entretiene sus noches.
agasajó con esmero. De él y su
esposa recibimos un trato exquisito, afable y agradable. Y de ese día es la
foto en que estamos juntos.
Posteriormente hemos coincidido
en algún lugar: en Plaza Lama, su cliente,
del que es la voz oficial y el asesor por excelencia, su mejor obra
comunicacional visto los
imponentes resultados; o en
cualquier lugar de la zona próxima al Jardín Botánico, ya
que somos vecinos. Él vive en Los
Ríos y yo en Altos de Arroyo Hondo III.
Siempre sonriente, siempre
fraterno, siempre estimulante. La última vez que le vi me
animaba a escribir novelas, su
pasión. Y me expresó que me enviaría una obra de teatro: Adán, Eva y los Moluscos, para
compartirla con el público lector.
Adán, Eva y los moluscos
Escena
Personajes:
La mujer
El hombre
La acción transcurre en una casa
vacía que comienza a ser amueblada.
Una gran sala vacía. En algún
rincón se apiñan muebles nuevos. En el foro,
dos grandes ventanas de cristal fino
por donde entran los rayos plateados
de la luna. A pesar de la gran
luna, la noche no es profunda y luce como si
colgara de uno de esos almanaques
populares que se tiran en viejos divanes
como desperdicios. Se podría
decir, entonces, que la escena es una rara
mezcla de credo oculto y feliz
sospecha por algo que se presiente.
de un anciano de pelo blanco y
brillante. Él es joven y fuerte. Ella, joven también, y
muy atractiva. Ambos visten de
rojo y, cosa extraña, llevan el pelo muy largo.
EL HOMBRE (como dándose cuenta de
algún error)
¡Ah, sorprendente! ¡Aún respira!
LA MUJER
¡Cierto! ¡Aún respira!
(Ambos se miran perplejos)
EL HOMBRE
¿Habrá que matarlo de nuevo?
LA MUJER
¡No, no lo creo! ¡Él morirá solo!
EL HOMBRE (como recordando algo)
Recuerda esto: “...hay que ayudar
a morir”. ¿Lo recuerdas?
LA MUJER
Lo recuerdo bien... “...hay que
ayudar a morir”. ¡Sí, lo recuerdo!
EL HOMBRE (está anonadado,
mientras observa el
cuerpo del anciano. No cree bien
lo que ve)
¿Entonces...?
LA MUJER
¡Entonces nada! ¡Aún respira!
EL HOMBRE (como excusándose)
¡Pero...!
LA MUJER (enérgica)
No, ¡elimina los peros de tus
labios!...!Lo que pasa es que aún respira!
EL HOMBRE
¡Al menos...!
LA MUJER
¡Deja, deja!... ¿No lo ves, no lo
sientes...? ¡Lo que pasa es que aún respira!
(Silencio largo. EL HOMBRE se
incorpora y camina hasta
una de las ventanas y se detiene
allí. Luego vuelve hacia
donde está el cuerpo del anciano,
lo contempla y, de repente,
como presa de una furia
repentina, comienza a patearlo por
las costillas)
EL HOMBRE (pateando)
¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho, nueve, nueve, nueve, nueve, nueve y...
diez y diez!
LA MUJER (que ha permanecido en
cuclillas,
observa, relamiéndose los labios,
la acción de EL HOMBRE)
¡Ya está! ¡Ya está!
EL HOMBRE (golpeando de nuevo)
¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho, nueve, nueve, nueve, nueve y... diez y
diez! (Mira a LA MUJER y se seca
el sudor que gotea desde su frente). ¿Qué? ¿Lo sigo
pateando?
LA MUJER (incorporándose, se
encara a EL
HOMBRE)
¿Qué?... ¿Crees que ya
está?...
EL HOMBRE (aún sudoroso, abre la
camisa del
anciano y coloca su oído sobre el
pecho izquierdo de éste.
Permanece así unos segundos y
luego se pone de pie y mira
a LA MUJER, que espera nerviosa
una respuesta.)
¡Mierda! ¡Aún respira!
LA MUJER (cae abatida)
¡Coño, y yo pensaba que todo
había acabado!
EL HOMBRE
¡Aún no… aún no está!
LA MUJER
¡Ah, todavía falta mucho tiempo!
EL HOMBRE
¡Cierto, todavía su muerte no
está al doblar de la esquina! (Pensativo). ¡Te lo juro, creí
que a estas horas ya sería
cadáver!
LA MUJER
¡Pero nada, coño… que aún el
maldito respira! (Gritando) ¡Aún el maldito respira!
EL HOMBRE (gritando también)
¡Eso mismo… el maldito aún no es
cadáver!
LA MUJER (como si se le ocurriese
algo)
Pero aún podría ser…
EL HOMBRE (esperanzado)
¿Lo crees así?
LA MUJER
Tú lo insinuaste, al comienzo.
EL HOMBRE
Sí, pero...
LA MUJER
¿Ves? ¿Sientes?... ¡Has vuelto
con los hijo-e-putas peros! ¡Estás apostando a que aún no
es la hora!
(Tras un largo silencio, EL
HOMBRE camina hasta uno de
los muebles arrinconados y se
sienta)
EL HOMBRE (golpeándose el
estómago)
Estoy hambriento.
LA MUJER
Vigila tus tripas.
EL HOMBRE
Llevo tanto tiempo vigilándolas,
esperando que caiga el racimo maduro. Pero aún el
maldito respira… ¡señal de que el
tiempo aún no ha llegado!
LA MUJER
¡Bah… la incierta hora llegará...
y mientras más esperemos… con más vigor llegará! ¡Que
no te quepa duda! Todo será
cuestión de saber esperar la hora, la terrible hora para
ellos, la feliz hora para
nosotros.
EL HOMBRE
¡Esta es una verdadera
mierda!
LA MUJER
¿Por qué lo dices?
EL HOMBRE
Bien simple: ¡por el tiempo que
falta para que sea feliz! Ahora pienso que nuestra hora
llegará con los escarabajos.
¡Tendremos que reiniciar los cichos!
LA MUJER
¡Echa a un lado los escarabajos,
bien sabes que prefiero los moluscos! ¿Tú lo sabes? Los
moluscos no tienen huesos y son
apetitosos.
EL HOMBRE
hablamos de evolución.
(Un largo silencio que se quiebra
por el sonido acompasado
y triste del tic-tac de un reloj,
que EL HOMBRE y LA
MUJER escuchan con atención. Tras
unos segundos, ambos
caminan hacia el centro de la
escena)
¡Lo oyes… lo estás oyendo!
LA MUJER (prestando atención al
sonido del tic-tac)
Escucho algo… ¿Y tú, lo escuchas?
EL HOMBRE
¡Sí, escucho algo!
LA MUJER (acercándose al cuerpo
del anciano)
Te digo que escucho algo. Dime,
¿qué coño escuchas?
EL HOMBRE (acercándose al cuerpo
del anciano)
¡Calla, calla! ¡Déjame escuchar!
(Encara a la mujer). ¿No sientes algo?
LA MUJER
¡Calla, coño! ¡Déjame escuchar!
EL HOMBRE
¡Shshshshshsh, escucha,
escúchalo… aún respira!
LA MUJER
¡Ah, era eso: la respiración!
¡Cierto, la escucho, aún! ¡La escucho golpeándome aquí, en
las sienes, y aquí en las tripas,
y aquí en el útero!
EL HOMBRE (mira hacia las
ventanas)
¡Mírala, todavía está ahí la
maldita noche! ¡Aún la noche persiste con sus sonidos y
oscuridad asfixiantes! (Señala
hacia una de las ventanas por donde entran los rayos de
la luna) ¿La ves? ¿La ves? ¡Allí
está la noche con sus rayos de plata esperando por los
muertos… esperando que caigan los
huesos diseminados por el viento! ¡Ah, cómo odio la
noche avariciosa y glotona que
rodea de silencio las luces del alba! ¡Sí, maldita sea, aún
está la noche que truena y que
asusta… aún está!
LA MUJER (observando hacia las
ventanas)
¡Aún está todo! ¡Aún está el
huidizo sol desperezándose allá, por donde se mete el búho
cabizbajo y triste
EL HOMBRE (observa con pesadumbre
el cuerpo del
anciano)
Y pensar que aún respira. Pensé
que a estas horas mi corazón gritaría alborozado. ¡Pero
nada! ¡Ahí está el maldito cuerpo
con sólo una leve herida en el parietal derecho! ¿Crees
que será preciso que nos
devolvamos hacia el lodo, hacia el desgraciado charco
darwiniano y desde allí movernos
como células aisladas, como espesos moluscos en
busca de huesos con formas!
¿Acaso seremos eso, tan sólo?
LA MUJER (áspera)
¡Los moluscos, los moluscos… nada
de huesos tienen los moluscos!
EL HOMBRE (como buscando algo
desde sus
adentros)
¡Ah, si todavía pudiera!
LA MUJER
¿Qué? ¿Si pudieras qué?
EL HOMBRE (señalando el cuerpo
del anciano)
¡Pisar su boca y estrujarla!
LA MUJER
¿Y qué, coño? ¿Es que acaso no
puedes?
EL HOMBRE (apenado)
Pero, ¡lo has visto, lo has
sentido! Al parecer… ¡aún no es tiempo!
LA MUJER (dándole a EL HOMBRE y a
ella misma,
un rayo de esperanza)
Pero, ¿por qué no probamos? ¡A lo
mejor resulta!
EL HOMBRE
¿Tú crées? ¿Y si los tiempos nos
traicionan?
LA MUJER (insistente)
¿Por qué no te callas y te
preguntas si cuando le vuelvas a pisar la boca al maldito no
brotará algún diente de su
apestosa boca?
EL HOMBRE (observa el cuerpo del
anciano)
¿Tú crees? ¡Podría ser...!
LA MUJER (redobla su insistencia)
¡Vamos… anímate!
EL HOMBRE
¿Tú crees?
LA MUJER
¡Vamos, coño, vamos!
EL HOMBRE (entre la indecisión y
la acción)
¿Sí...?
LA MUJER
¡Vamos… que esta vez resultará!
¿O crees que no?
EL HOMBRE
¿Qué, acaso no estás segura?
LA MUJER
¡Sí, pero debemos cambiar la
estrategia!
EL HOMBRE
¿Cambiar la estrategia?
LA MUJER
¡Sí! ¿Por qué ahora no le pateas
las extremidades?
EL HOMBRE
Si hago eso… ¡podría gritar y
alimentar la noche!
LA MUJER
¿Y qué?
EL HOMBRE
Eso mismo, que alguien podría
escucharlo...
LA MUJER
¿Quién podría escuchar su agónico
llanto?
EL HOMBRE
¡Bien lo sabes!
LA MUJER
¡No, no lo sé!
EL HOMBRE
¡Sí, sí lo sabes! ¡Bien sabes que
Dios podría escucharlo y él está de su parte!
LA MUJER (camina hacia el mueble
en donde estuvo
sentado EL HOMBRE y se deja caer
pesadamente. El sonido
del tic-tac baja su intensidad y
se escucha a lo lejos)
¡Ah, conque esas tenemos! ¡Aún,
coño, le temes a lo invisible, a la desgraciada metafísica
que nos ha aplastado por siglos!
¡Ja, ja, ja, ja! ¡Todavía le temes! ¿Acaso no sabes que ya
nos remontamos al espacio y allí
no vimos más que lejanas estrellas! ¿Acaso no
comprendes que sólo somos un
equilibrio de esplendorosa materia?
EL HOMBRE
Bien sabes que nací con él...
¡Con Dios!
LA MUJER
¡Ja, ja, ja! ¿Y qué?
EL HOMBRE
¡Ay, compréndelo! ¡Las cosas
viejas, esas apestosas cosas viejas siempre están en
contraposición con las nuevas!
LA MUJER (cruzando las piernas
provocativamente)
Lo que pasa es que todavía la
tienes agarrada de la mano...
EL HOMBRE (sorprendido)
¿Qué? ¿Qué tengo aún agarrada de
la mano?
LA MUJER (con brusquedad)
¡La metafísica! ¿Qué otra cosa
podría ser? (Transición brusca). ¡Suéltala, me oyes,
suelta la maldita metafísica o
morirás con ella! (señala el cuerpo del anciano)… ¡Y con
él!
EL HOMBRE (sentándose sobre el
cuerpo del
anciano)
¡Ay, es que estoy tan cansado!
LA MUJER
¡Nada! ¡Lo que pasa es que no
quieres continuar! ¡Temes, temes a que te vean y te
señalen! ¡Pero ellos no podrán
hacerte nada! Ellos están perdidos, y todo el que se
oponga a la historia morirá junto
a él! (Larga pausa). Hace días, ¿recuerdas?
EL HOMBRE
¿Qué?
LA MUJER
Hace días... ¿no recuerdas?
EL HOMBRE
No, seguro que no recuerdo.
LA MUJER
Te lo diré. ¡Cuando subimos allá,
al espacio, nos acompañamos mutuamente! Las
estrellas estuvieron más cerca
del hombre. Dimos pasos sobre el infinito, desapareció la
atmósfera para nosotros. Es esto.
Esto es todo. Ya comenzamos a ser independientes. Ya
no somos hombres de un solitario
planetita perdido en las galaxias. ¿Y dónde crées que
estaban los ángeles? ¡En ningún
sitio! Los ángeles, como dicen los curas, no están allá,
en las estrellas, ni detrás de
las nubes. ¿Y Dios, acaso se dejó ver Dios en el infinito? ¡No!
¡Ya nadie podrá decir que Dios
camina de nube en nube desparramando la guerra y la
paz!
EL HOMBRE
La guerra y la paz… ¿Tolstoi,
verdad?
LA MUJER
¡Tolstoi murió! Y ya no habrá
aislamiento del hombre hacia los hombres. ¿Sabes?, el
hombre se ha estado dividiendo
mucho y necesitamos agruparnos para ser compañeros.
(Pausa). Animales sociales... ¡un
hermoso mote (con fuerza) que podría traducirse
como animales colectivos!
EL HOMBRE
Me das fuerzas, pero...
LA MUJER (áspera)
¡Pero qué!
EL HOMBRE
¿No lo sientes tú?...
(EL HOMBRE desea cambiar de tema
y entonces abre la
camisa del anciano)
LA MUJER
¿Qué? ¿La respiración?
EL HOMBRE (buscando aún entre la
camisa del
cuerpo del anciano)
¡Sí, cierto, la respiración, la
respiración!
LA MUJER
¡Mírate, estás temblando como una
gallina! ¿Sabes algo? ¡Desde que pueda te arrojaré a
los moluscos! Ellos, al menos,
respetarán los tiempos.
(LA MUJER se incorpora y grita
con viva voz)
¡Cobarde, temes seguir adelante!
EL HOMBRE (incómodo)
¡No, no es eso! (Hace un gesto de
incomodidad). ¡Bah, tú no comprendes!
LA MUJER
Sí, comprendo.
atmósfera para nosotros. Es esto.
Esto es todo. Ya comenzamos a ser independientes. Ya
no somos hombres de un solitario
planetita perdido en las galaxias. ¿Y dónde crées que
estaban los ángeles? ¡En ningún
sitio! Los ángeles, como dicen los curas, no están allá,
en las estrellas, ni detrás de
las nubes. ¿Y Dios, acaso se dejó ver Dios en el infinito? ¡No!
¡Ya nadie podrá decir que Dios
camina de nube en nube desparramando la guerra y la
paz!
EL HOMBRE
La guerra y la paz… ¿Tolstoi,
verdad?
LA MUJER
¡Tolstoi murió! Y ya no habrá aislamiento
del hombre hacia los hombres. ¿Sabes?, el
hombre se ha estado dividiendo
mucho y necesitamos agruparnos para ser compañeros.
(Pausa). Animales sociales... ¡un
hermoso mote (con fuerza) que podría traducirse
como animales colectivos!
EL HOMBRE
Me das fuerzas, pero...
LA MUJER (áspera)
¡Pero qué!
EL HOMBRE
¿No lo sientes tú?...
(EL HOMBRE desea cambiar de tema
y entonces abre la
camisa del anciano)
LA MUJER
¿Qué? ¿La respiración?
EL HOMBRE (buscando aún entre la
camisa del
cuerpo del anciano)
¡Sí, cierto, la respiración, la
respiración!
LA MUJER
¡Mírate, estás temblando como una
gallina! ¿Sabes algo? ¡Desde que pueda te arrojaré a
los moluscos! Ellos, al menos,
respetarán los tiempos.
(LA MUJER se incorpora y grita
con viva voz)
¡Cobarde, temes seguir adelante!
EL HOMBRE (incómodo)
¡No, no es eso! (Hace un gesto de
incomodidad). ¡Bah, tú no comprendes!
LA MUJER
Sí, comprendo. (Silencio largo.
El tic-tac del reloj se hace de nuevo intenso.
Cuando disminuye, EL HOMBRE se
acerca a la ventana
más próxima al cuerpo del anciano
y se detiene a observar a
través de ella)
EL HOMBRE
¿Cuándo se habrá ido el sol?
LA MUJER
Se fue hace mucho tiempo.
EL HOMBRE (sorprendido)
¿Mucho tiempo?
LA MUJER
Si, hace mucho tiempo.
EL HOMBRE
¿Cuánto tiempo hace que se fue el
sol?
LA MUJER
Casi en seguida…
EL HOMBRE (sorprendido)
¿Enseguida?... ¿En seguida de
qué?
LA MUJER
Pues… ¡en seguida!
EL HOMBRE
¡Si!, ¿pero en seguida de qué?
LA MUJER
Al instante de nosotros comenzar
a pensar… ¡el sol nos dejó! ¡Se largó, dejándonos de
lado! ¡Y eso que quisimos
adelantarnos a su abandono! Pero el sol es sabio. Sí, muy
sabio es el sol. Nos prestó toda
la energía necesaria para que nosotros razonáramos y,
sin embargo, nos dejó de lado.
Parece que no vió con buenos ojos lo que comenzamos a
hacer… ¡y nos excluyó!
EL HOMBRE
¡Si, comprendo! ¡El sol se fue y
nos dejó de lado! ¡El sol es muy sabio, muy sabio es el
sol! ¡No quiso estar con nosotros
y por eso nos abandonó! (Pausa). Escucha, ¿y cuándo
regresará?
LA MUJER
(Silencio largo. El tic-tac del
reloj se hace de nuevo intenso.
Cuando disminuye, EL HOMBRE se
acerca a la ventana
más próxima al cuerpo del anciano
y se detiene a observar a
través de ella)
EL HOMBRE
¿Cuándo se habrá ido el sol?
LA MUJER
Se fue hace mucho tiempo.
EL HOMBRE (sorprendido)
¿Mucho tiempo?
LA MUJER
Si, hace mucho tiempo.
EL HOMBRE
¿Cuánto tiempo hace que se fue el
sol?
LA MUJER
Casi en seguida…
EL HOMBRE (sorprendido)
¿Enseguida?... ¿En seguida de
qué?
LA MUJER
Pues… ¡en seguida!
EL HOMBRE
¡Si!, ¿pero en seguida de qué?
LA MUJER
Al instante de nosotros comenzar
a pensar… ¡el sol nos dejó! ¡Se largó, dejándonos de
lado! ¡Y eso que quisimos
adelantarnos a su abandono! Pero el sol es sabio. Sí, muy
sabio es el sol. Nos prestó toda
la energía necesaria para que nosotros razonáramos y,
sin embargo, nos dejó de lado.
Parece que no vió con buenos ojos lo que comenzamos a
hacer… ¡y nos excluyó!
EL HOMBRE
¡Si, comprendo! ¡El sol se fue y
nos dejó de lado! ¡El sol es muy sabio, muy sabio es el
sol! ¡No quiso estar con nosotros
y por eso nos abandonó! (Pausa). Escucha, ¿y cuándo
regresará?
LA MUJER
Eso mismo… el maldito aún no es
cadáver!
LA MUJER (como si se le ocurriese
algo)
Pero aún podría ser…
EL HOMBRE (esperanzado)
¿Lo crees así?
LA MUJER
Tú lo insinuaste, al comienzo.
EL HOMBRE
Sí, pero...
LA MUJER
¿Ves? ¿Sientes?... ¡Has vuelto
con los hijo-e-putas peros! ¡Estás apostando a que aún no
es la hora!
(Tras un largo silencio, EL
HOMBRE camina hasta uno de
los muebles arrinconados y se
sienta)
EL HOMBRE (golpeándose el
estómago)
Estoy hambriento.
LA MUJER
Vigila tus tripas.
EL HOMBRE
Llevo tanto tiempo vigilándolas,
esperando que caiga el racimo maduro. Pero aún el
maldito respira… ¡señal de que el
tiempo aún no ha llegado!
LA MUJER
¡Bah… la incierta hora llegará...
y mientras más esperemos… con más vigor llegará! ¡Que
no te quepa duda! Todo será
cuestión de saber esperar la hora, la terrible hora para
ellos, la feliz hora para
nosotros.
EL HOMBRE
¡Esta es una verdadera
mierda!
LA MUJER
¿Por qué lo dices?
EL HOMBRE
Bien simple: ¡por el tiempo que
falta para que sea feliz! Ahora pienso que nuestra hora
llegará con los escarabajos.
¡Tendremos que reiniciar los cichos!
LA MUJER¡Echa a un lado los
escarabajos, bien sabes que prefiero los moluscos! ¿Tú lo sabes? Los
moluscos no tienen huesos y son
apetitosos.
EL HOMBRE
Eso es cierto, pero ciertas
membranas conducen a los huesos. Te lo digo siempre que
hablamos de evolución.
(Un largo silencio que se quiebra
por el sonido acompasado
y triste del tic-tac de un reloj,
que EL HOMBRE y LA
MUJER escuchan con atención. Tras
unos segundos, ambos
caminan hacia el centro de la
escena)
¡Lo oyes… lo estás oyendo!
LA MUJER (prestando atención al
sonido del tic-tac)
Escucho algo… ¿Y tú, lo escuchas?
EL HOMBRE
¡Sí, escucho algo!
LA MUJER (acercándose al cuerpo
del anciano)
Te digo que escucho algo. Dime,
¿qué coño escuchas?
EL HOMBRE (acercándose al cuerpo
del anciano)
¡Calla, calla! ¡Déjame escuchar!
(Encara a la mujer). ¿No sientes algo?
LA MUJER
¡Calla, coño! ¡Déjame escuchar!
EL HOMBRE
¡Shshshshshsh, escucha,
escúchalo… aún respira!
LA MUJER
¡Ah, era eso: la respiración!
¡Cierto, la escucho, aún! ¡La escucho golpeándome aquí, en
las sienes, y aquí en las tripas,
y aquí en el útero!
EL HOMBRE (mira hacia las
ventanas)
¡Mírala, todavía está ahí la
maldita noche! ¡Aún la noche persiste con sus sonidos y
oscuridad asfixiantes! (Señala
hacia una de las ventanas por donde entran los rayos de
la luna) ¿La ves? ¿La ves? ¡Allí
está la noche con sus rayos de plata esperando por los
muertos… esperando que caigan los
huesos diseminados por el viento! ¡Ah, cómo odio la
noche avariciosa y glotona que
rodea de silencio las luces del alba! ¡Sí, maldita sea, aún
está la noche que truena y que
asusta… aún está!
LA MUJER (observando hacia las
ventanas)
¡Aún está todo! ¡Aún está el
huidizo sol desperezándose allá, por donde se mete el búho
cabizbajo y triste!
EL HOMBRE (observa con pesadumbre
el cuerpo del
anciano)
Y pensar que aún respira. Pensé
que a estas horas mi corazón gritaría alborozado. ¡Pero
nada! ¡Ahí está el maldito cuerpo
con sólo una leve herida en el parietal derecho! ¿Crees
que será preciso que nos
devolvamos hacia el lodo, hacia el desgraciado charco
darwiniano y desde allí movernos
como células aisladas, como espesos moluscos en
busca de huesos con formas!
¿Acaso seremos eso, tan sólo?
LA MUJER (áspera)
¡Los moluscos, los moluscos… nada
de huesos tienen los moluscos!
EL HOMBRE (como buscando algo
desde sus
adentros)
¡Ah, si todavía pudiera!
LA MUJER
¿Qué? ¿Si pudieras qué?
EL HOMBRE (señalando el cuerpo
del anciano)
¡Pisar su boca y estrujarla!
LA MUJER
¿Y qué, coño? ¿Es que acaso no
puedes?
EL HOMBRE (apenado)
Pero, ¡lo has visto, lo has
sentido! Al parecer… ¡aún no es tiempo!
LA MUJER (dándole a EL HOMBRE y a
ella misma,
un rayo de esperanza)
Pero, ¿por qué no probamos? ¡A lo
mejor resulta!
EL HOMBRE
¿Tú crées? ¿Y si los tiempos nos
traicionan?
LA MUJER (insistente)
¿Por qué no te callas y te
preguntas si cuando le vuelvas a pisar la boca al maldito no
brotará algún diente de su
apestosa boca?
EL HOMBRE (observa el cuerpo del
anciano)
¿Tú crees? ¡Podría ser...!
LA MUJER (redobla su insistencia)
¡Vamos… anímate!
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