sábado, 8 de septiembre de 2012


Adán, Eva y los moluscos

Por Efraim Castillo

Pieza teatral en un acto escrita en 1964.

Personajes:
LA MUJER
EL HOMBRE
EL CUERPO DE UN ANCIANO

La acción transcurre en una casa vacía que comienza a ser amueblada.

Una gran sala vacía. En algún rincón se apiñan muebles nuevos. En el foro, dos grandes ventanas de cristal fino por donde entran los rayos plateados de la luna. A pesar de la gran luna, la noche no es profunda y luce como si colgara de uno de esos almanaques populares que se tiran en viejos divanes como desperdicios. Se podría decir, entonces, que la escena es una rara mezcla de credo oculto y feliz sospecha por algo que se presiente.

Cuando el telón se alza, EL HOMBRE y LA MUJER están acuclillados junto al cuerpode un anciano de pelo blanco y brillante. Él es joven y fuerte. Ella, joven también, y muy atractiva. Ambos visten de rojo y, cosa extraña, llevan el pelo muy largo.

EL HOMBRE (Como dándose cuenta de algún error)
¡Ah, sorprendente! ¡Aún respira!

LA MUJER ¡Cierto! ¡Aún respira!

(Ambos se miran perplejos)

EL HOMBRE
¿Habrá que matarlo de nuevo?

LA MUJER ¡No, no lo creo! ¡Él morirá solo!
 
EL HOMBRE (como recordando algo)
Recuerda esto: “...hay que ayudar a morir”. ¿Lo recuerdas?

LA MUJER
Lo recuerdo bien... “...hay que ayudar a morir”. ¡Sí, lo recuerdo!

EL HOMBRE (Está anonadado, mientras observa el cuerepo del anciano. No cree bien lo que ve)
¿Entonces...?

LA MUJER ¡Entonces nada! ¡Aún respira!

EL HOMBRE (Como excusándose)
¡Pero...!

LA MUJER (enérgica)
No, ¡elimina los peros de tus labios!... !Lo que pasa es que aún respira!

EL HOMBRE¡
Al menos...!

LA MUJER ¡Deja, deja!... ¿No lo ves, no lo sientes...? ¡Lo que pasa es que aún respira!

(Silencio largo. EL HOMBRE se incorpora y camina hasta una de las ventanas y se detiene allí. Luego vuelve hacia donde está el cuerpo del anciano, lo contempla y, de repente, como presa de una furia repentina, comienza a patearlo por las costillas)

EL HOMBRE (pateando)
¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, nueve, nueve, nueve, nueve y...diez y diez!

LA MUJER (que ha permanecido en cuclillas, observa, relamiéndose los labios, la acción de EL HOMBRE)
¡Ya está! ¡Ya está!

EL HOMBRE (golpeando de nuevo)
¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, nueve, nueve, nueve y... diez y diez! (Mira a LA MUJER y se seca el sudor que gotea desde su frente). ¿Qué? ¿Lo sigo pateando?

LA MUJER (incorporándose, se encara a ELHOMBRE)
¿Qué?... ¿Crees que ya está?...

EL HOMBRE (aún sudoroso, abre la camisa del anciano y coloca su oído sobre el pecho izquierdo de éste. Permanece así unos segundos y luego se pone de pie y mira a LA MUJER, que espera nerviosa una respuesta.)
¡Mierda! ¡Aún respira!

LA MUJER (cae abatida)
¡Coño, y yo pensaba que todo había acabado!

EL HOMBRE
¡Aún no… ¡aún no está!

LA MUJER
¡Ah, todavía falta mucho tiempo!

EL HOMBRE
¡Cierto, todavía su muerte no está al doblar de la esquina! (Pensativo). ¡Te lo juro, creí que a estas horas ya sería cadáver!

LA MUJER
¡Pero nada, coño… que aún el maldito respira! (Gritando). ¡Aún el maldito respira!

EL HOMBRE (gritando)
¡Eso mismo… el maldito aún no es cadáver!

LA MUJER (como si se le ocurriese algo)
Pero aún podría ser…

EL HOMBRE (esperanzado)
¿Lo crees así?

LA MUJER
Tú lo insinuaste, al comienzo.

EL HOMBRE
Sí, pero...

LA MUJER
¿Ves? ¿Sientes?... ¡Has vuelto con los hijo-e-putas peros! ¡Estás apostando a que aún no es la hora!

(Tras un largo silencio, EL HOMBRE camina hasta uno delos muebles arrinconados y se sienta)

EL HOMBRE (golpeándose el estómago)
Estoy hambriento.

LA MUJER
Vigila tus tripas.

EL HOMBRE
Llevo tanto tiempo vigilándolas, esperando que caiga el racimo maduro. Pero aún el maldito respira… ¡señal de que el tiempo aún no ha llegado!

LA MUJER
¡Bah… la incierta hora llegará... y mientras más esperemos… con más vigor llegará! ¡Que no te quepa duda! Todo será cuestión de saber esperar la hora, la terrible hora para ellos, la feliz hora para nosotros.

EL HOMBRE
¡Esta es una verdadera mierda!

LA MUJER
¿Por qué lo dices?

EL HOMBRE
Bien simple: ¡por el tiempo que falta para que sea feliz! Ahora pienso que nuestra hora llegará con los escarabajos. ¡Tendremos que reiniciar los ciclos!

LA MUJER
¡Echa a un lado los escarabajos, bien sabes que prefiero los moluscos! ¿Tú lo sabes? Los moluscos no tienen huesos y son apetitosos.

EL HOMBRE
Eso es cierto, pero ciertas membranas conducen a los huesos. Te lo digo siempre que hablamos de evolución. (Un largo silencio que se quiebra por el sonido acompasado y triste del tic-tac de un reloj, que EL HOMBRE y LA MUJER escuchan con atención. Tras unos segundos, ambos caminan hacia el centro de la escena). ¡Lo oyes… lo estás oyendo!

LA MUJER (prestando atención al sonido del tic-tac)
Escucho algo… ¿Y tú, lo escuchas?

EL HOMBRE
¡Sí, escucho algo!

LA MUJER (acercándose al cuerpo del anciano)
Te digo que escucho algo. Dime, ¿qué coño escuchas?

EL HOMBRE (acercándose al cuerpo del anciano)
¡Calla, calla! ¡Déjame escuchar! (Encara a la mujer). ¿No sientes algo?

LA MUJER
¡Calla, coño! ¡Déjame escuchar!

EL HOMBRE
¡Shshshshshsh, escucha, escúchalo… aún respira!

LA MUJER
¡Ah, era eso: la respiración! ¡Cierto, la escucho, aún! ¡La escucho golpeándome aquí, en las sienes y aquí en las tripas y aquí en el útero!

EL HOMBRE (mira hacia las ventanas)
¡Mírala, todavía está ahí la maldita noche! ¡Aún la noche persiste con sus sonidos y oscuridad asfixiantes! (Señala hacia una de las ventanas por donde entran los rayos de la luna). ¿La ves? ¿La ves? ¡Allí está la noche con sus rayos de plata esperando por los muertos… esperando que caigan los huesos diseminados por el viento! ¡Ah, cómo odio la noche avariciosa y glotona que rodea de silencio las luces del alba! ¡Sí, maldita sea, aún está la noche que truena y que asusta… aún está!

LA MUJER (observando hacia las ventanas)
¡Aún está todo! ¡Aún está el huidizo sol desperezándose allá, por donde se mete el búho cabizbajo y triste!

 
EL HOMBRE (observa con pesadumbre el cuerpo del anciano)
Y pensar que aún respira. Pensé que a estas horas mi corazón gritaría alborozado. ¡Pero nada! ¡Ahí está el maldito cuerpo con sólo una leve herida en el parietal derecho! ¿Crees que será preciso que nos devolvamos hacia el lodo, hacia el desgraciado charco darwiniano y desde allí movernos como células aisladas, como espesos moluscos en busca de huesos con formas! ¿Acaso seremos eso, tan sólo?

LA MUJER (áspera)
¡Los moluscos, los moluscos… nada de huesos tienen los moluscos!

EL HOMBRE (como buscando algo desde sus adentros)
¡Ah, si todavía pudiera!

LA MUJER
¿Qué? ¿Si pudieras qué?

EL HOMBRE (señalando el cuerpo del anciano)
¡Pisar su boca y estrujarla!

LA MUJER
¿Y qué, coño? ¿Es que acaso no puedes?

EL HOMBRE (apenado)
Pero, ¡lo has visto, lo has sentido! Al parecer… ¡aún no es tiempo!

LA MUJER (dándole a EL HOMBRE —y a ella misma— un rayo de esperanza)
Pero, ¿por qué no probamos? ¡A lo mejor resulta!

EL HOMBRE
¿Tú crees? ¿Y si los tiempos nos traicionan?

LA MUJER (insistente)
¿Por qué no te callas y te preguntas si cuando le vuelvas a pisar al maldito no brotará algún diente de su apestosa boca?

EL HOMBRE (observa el cuerpo del anciano)
¿Tú crees? ¡Podría ser...!

LA MUJER (redobla su insistencia)
¡Vamos… anímate!

EL HOMBRE

¿Tú crees?

LA MUJER
¡Vamos, coño, vamos!

EL HOMBRE (entre la indecisión y la acción)
¿Sí...?

LA MUJER
¡Vamos… que esta vez resultará! ¿O crees que no?

EL HOMBRE
¿Qué, acaso no estás segura?

LA MUJER
¡Sí, pero debemos cambiar la estrategia!

EL HOMBRE
¿Cambiar la estrategia?

LA MUJER ¡Sí! ¿Por qué ahora no le pateas las extremidades?
 
EL HOMBRE
Si hago eso… ¡podría gritar y alimentar la noche!

LA MUJER
¿Y qué?

EL HOMBRE
Eso mismo, que alguien podría escucharlo...

LA MUJER
¿Quién podría escuchar su agónico llanto?

EL HOMBRE
¡Bien lo sabes!

LA MUJER
¡No, no lo sé!

EL HOMBRE
¡Sí, sí lo sabes! ¡Bien sabes que Dios podría escucharlo y él está de su parte!

LA MUJER (camina hacia el mueble en donde estuvo sentado EL HOMBRE y se deja caer pesadamente. El sonido del tic-tac baja su intensidad y se escucha a lo lejos)

¡Ah, conque esas tenemos! ¡Aún, coño, le temes a lo invisible, a la desgraciada metafísica que nos ha aplastado por siglos! ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Todavía le temes! ¿Acaso no sabes que ya nos remontamos al espacio y allí no vimos más que lejanas estrellas? ¿Acaso no comprendes que sólo somos un equilibrio de esplendorosa materia?

EL HOMBRE
Bien sabes que nací con él... ¡Con Dios!

LA MUJER
¡Ja, ja, ja! ¿Y qué?

EL HOMBRE
¡Ay, compréndelo! ¡Las cosas viejas, esas apestosas cosas viejas siempre están en contraposición con las nuevas!

LA MUJER (cruzando las piernas provocativamente)
Lo que pasa es que todavía la tienes agarrada de la mano...

EL HOMBRE (sorprendido)
¿Qué? ¿Qué tengo aún agarrada de la mano?

LA MUJER (con brusquedad)
¡La metafísica! ¿Qué otra cosa podría ser? (Transición brusca). ¡Suéltala!, ¿me oyes?... ¡Suelta la maldita metafísica o morirás con ella! (señala el cuerpo del anciano)… ¡Y con él!

EL HOMBRE (sentándose sobre el cuerpo del anciano)
¡Ay, es que estoy tan cansado!

LA MUJER
¡Nada! ¡Lo que pasa es que no quieres continuar! ¡Temes, temes a que te vean y te señalen! ¡Pero ellos no podrán hacerte nada! ¡Ellos están perdidos, y todo el que se oponga a la historia morirá junto a él! (Larga pausa). Hace días, recuerdas?

EL HOMBRE
¿Qué?

LA MUJER
Hace días... ¿Recuerdas?

EL HOMBRE
No, seguro que no recuerdo.


LA MUJER
Te lo diré. ¡Cuando subimos allá, al espacio, nos acompañamos mutuamente! Las estrellas estuvieron más cerca del hombre. Dimos pasos sobre el infinito, desapareció la
atmósfera para nosotros. Es esto. Esto es todo. Ya comenzamos a ser independientes. Ya no somos hombres de un solitario planetita perdido en las galaxias. ¿Y dónde crees que estaban los ángeles? ¡En ningún sitio! Los ángeles, como dicen los curas, no están allá, en las estrellas, ni detrás de las nubes. ¿Y Dios, acaso se dejó ver Dios en el infinito? ¡No! ¡Ya nadie podrá decir que Dios camina de nube en nube desparramando la guerra y lapaz!

EL HOMBRE
La guerra y la paz… ¿Tolstoi, verdad?

LA MUJER
¡Tolstoi murió! Y ya no habrá aislamiento del hombre hacia los hombres. ¿Sabes?, el hombre se ha estado dividiendo mucho y necesitamos agruparnos para ser compañeros. (Pausa. Reacción fuerte). Animales sociales... ¡Un hermoso mote que podría traducirse como animales colectivos!

EL HOMBRE
Me das fuerzas, pero...

LA MUJER (áspera)
¡Pero qué!

EL HOMBRE
¿No lo sientes tú?...

(EL HOMBRE desea cambiar de tema y entonces abre la camisa del anciano)

LA MUJER
¿Qué? ¿La respiración?

EL HOMBRE (buscando aún entre la camisa del cuerpo del anciano)
¡Sí, cierto, la respiración, la respiración!

LA MUJER
¡Mírate, estás temblando como una gallina! ¿Sabes algo? ¡Desde que pueda te arrojaré a los moluscos! Ellos, al menos, respetarán los tiempos. (LA MUJER se incorpora y grita con viva voz). ¡Cobarde, temes seguir adelante!

EL HOMBRE (incómodo)
¡No, no es eso! (Hace un gesto de incomodidad). ¡Bah, tú no comprendes!

LA MUJER
¡Sí, comprendo!


(Silencio largo. El tic-tac del reloj se hace de nuevo intenso. Cuando disminuye, EL HOMBRE se acerca a la ventana más próxima al cuerpo del anciano y se detiene a observar a través de ella).

 
EL HOMBRE
¿Cuándo se habrá ido el sol?

LA MUJER
Se fue hace mucho tiempo.

EL HOMBRE (sorprendido)
¿Mucho tiempo?

LA MUJER
Si, hace mucho tiempo.

EL HOMBRE
¿Cuánto tiempo hace que se fue el sol?

LA MUJER
Casi en seguida…

EL HOMBRE (sorprendido)
¿Enseguida?... ¿En seguida de qué?

LA MUJER
Pues… ¡en seguida!

EL HOMBRE
¡Sí!, ¿pero en seguida de qué?

LA MUJER
Al instante de nosotros comenzar a pensar… ¡el sol nos dejó! ¡Se largó, dejándonos solos! ¡Y eso que quisimos adelantarnos a su abandono! Pero el sol es sabio. Sí, muy sabio es el sol. Nos prestó toda la energía necesaria para que nosotros razonáramos y, sin embargo, nos dejó de lado. Parece que no vio con buenos ojos lo que comenzamos a hacer… ¡y nos excluyó!

EL HOMBRE
¡Sí, comprendo! ¡El sol se fue y nos dejó de lado! ¡El sol es muy sabio, muy sabio es el sol! ¡No quiso estar con nosotros y por eso nos abandonó! (Pausa). Escucha, ¿y cuándo regresará?

LA MUJER

Tenemos que hacerlo regresar. El sol no regresará así por así, ya que puede romperse en muchos pedazos.

EL HOMBRE
¿Y quema?

LA MUJER
¡Pues claro, imbécil, el sol quema fuerte!

EL HOMBRE
Y, ¿achicharra?

LA MUJER
Si no sabes recibir sus rayos, ¡te achicharrarás con ellos!

EL HOMBRE
¡Ah, el sol, quisiera recibir desde ahora mismo sus rayos!

LA MUJER
¡Aún puedes recibirlos!

EL HOMBRE
¿Cómo? ¿Cómo podría recibir sus rayos?

LA MUJER (señalando el cuerpo del anciano)
¡Písale! ¡Písale fuerte la boca… su maldita boca, hasta que se desprendan los dientes!

EL HOMBRE
Pero, ¿y Dios?

LA MUJER  (gritando)
¡Nada! ¡Deja a Dios tranquilo! ¡Él no tiene que ver con esto! ¡A ver, pisa, pisa y podrás ver y sentir el sol sin achicharrarte!

EL HOMBRE (comienza a incorporarse)
¡Ay!

LA MUJER
¡Deja los ayes para el ayer! ¡Vamos, vamos, pisa, pisa, pisa, písale fuerte, sé un gallo, no una gallina!… ¡Sé un gallo!

EL HOMBRE (se pone de pie frente al cuerpo del anciano)
¡Ay!

LA MUJER (violenta)

¡Coño, que dejes los ayes para el ayer!

EL HOMBRE (indeciso frente al cuerpo del anciano)
¡Dios!

LA MUJER
¡No lo llames, deja en paz a Dios! ¡Rápido, pisa, pisa, pisa! ¡El sol! ¡Aún puedes tener el sol! ¡Ah, si tus huesos pudieran sentir los rayos del sol sin achicharrarse! ¡Te convertirías en un molusco! (Se pone de pie y camina hasta donde se encuentra ELHOMBRE). ¡Es tan sencillo, es tan fácil, tan simple! Solamente tienes que dejarte llevar por la historia y lo puedes conseguir todo. Hasta un racimo de uvas y un par de moluscos.

EL HOMBRE (aún indeciso)
¡Pero Dios!

LA MUJER
¡Que lo dejes, que lo dejes a Dios! ¿No lo ves? ¡El sol saldrá para nosotros sin que nadie tenga que ilusionarnos con la metafísica! ¡Ah, Ortega y Gasset, ya nos encontraremos en la próxima esquina y, entonces, te ganaremos la partida! (Transición brusca). ¡Vamos, vamos, sé un gallo, sé un gallo… pisa, pisa, pisa, pisa! ¡El sol, el sol, será nuestro el sol!...

EL HOMBRE (como tomando fuerzas)
¡Tú!... ¡Ah, tú!... ¿Lo crees así?

LA MUJER (descubre la inseguridad de EL HOMBRE y sigue arremetiendo para minar su ánimo)
¡Vamos, no esperes nada en contra tuya! ¡Vamos, pisa, pisa, pisa!

EL HOMBRE (se llena de odio repentino y comienza a patear lanzando chillidos bestiales)
¡Ahhhh, grrgrrg!...

LA MUJER (se relame gozosa. Está casi delirante)
¡Así, así, así, así! ¡Mira como brotan los dientes de negros! ¡Ah, ya era hora de que alguien lo hiciera!

EL HOMBRE (jadeante y fatigado, deja de patear)
¡Apesta! ¡Uffff, cómo apesta!

LA MUJER
Cierto, apesta.

(Otro silencio largo por unos instantes y de nuevo se escucha el sonido del tic-tac del reloj, esta vez acompañado de ruidos mecánicos. EL HOMBRE y LA MUJER se miran silenciosos, como queriendo descubrirse algo, tal vez una falta. Sin embargo, EL HOMBRE presta atención repentinamente al cuerpo del anciano)

 
EL HOMBRE
¿Escuchas… sientes eso?

LA MUJER
¿Qué? ¿Qué debo escuchar y sentir?

EL HOMBRE
¡Algo! ¡Escucha, escucha algo!

LA MUJER
¡Calla, déjame escuchar!

EL HOMBRE
¡Sí, siento algo!

LA MUJER
¡Cállate, coño, déjame escuchar!

EL HOMBRE
¿Escuchas?

LA MUJER (tremendamente angustiada)
¡Ah, sí… todavía escucho! ¡Aún escucho!

EL HOMBRE
¡Sí, aún respira el maldito! ¡Todavía respira!

LA MUJER
¡Si, aún respira! ¡Aún respira!

EL HOMBRE (como excusándose)
¡Tú lo viste: le di con fuerza! ¡Mira, todos sus dientes están brotados!

LA MUJER (desesperada)
¡Algo ha faltado!

EL HOMBRE
¡No, nada ha faltado! ¡Aún respira! ¡Si, es cierto, Dios lo ayuda!

LA MUJER (explotando, colérica)
¡Calla, maldito! ¡Que te calles, que te calles!

 (Aumentan los sonidos mecánicos y el tic-tac del reloj, mientras el telón cae rápidamente).

Santo Domingo.Otoño, 1964.

 

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