martes, 8 de junio de 2021

Decir y hacer

Por Efraim Castillo

Ivy Ledbetter Lee (1877-1934), considerado el padre de las relaciones públicas (RRPP), creó (1904) el primer despacho de esta disciplina, especializada en comunicar las bondades sociales de sus clientes, entre los cuales se encontraba John D. Rockefeller. Luego, junto a George Parker, fundó la primera agencia de RRPP del mundo: la Parker & Lee (Nueva York, 1906). Sin embargo, fue Edward Louis Bernays (1891-1995), un vienés sobrino de Anna Freud (hermana de Sigmund), quien hizo florecer este nuevo branch de las comunicaciones; estableciendo un Consejo de RRPP y creando los fundamentos de la disciplina en su libro Cristalizando la opinión pública (Crystallizing Public Opinion, Boni & Liveright, 1923). En 1928, el libro Propaganda de Bernays revolucionó la teoría de la publicidad ideológica y, por sus aportes a la publicística, la revista Life lo incluyó entre las 100 personas más influyentes del Siglo XX.

Ivy Ledbetter Lee (1877-1934).

La famosa frase de Ivy Lee de que “los movimientos tácticos y estratégicos debían ser amplificados socialmente” fue ampliada por Bernays, quien sentenció que era preciso “¡hacerlo bien y darlo a conocer!”; haciendo posible que las políticas de secreto y silencio sociales perdieran actualidad. Asimismo, Lee lanzó otra gran profecía en 1913: Las grandes empresas y proyectos solamente podrán subsistir y progresar si explican al público —y en primer término a su personal— cuál es su papel y utilidad en la comunidad local, regional y nacional”. A partir de esta declaración el pragmatismo y las secuencias del progreso, tras finalizar de la Primera Guerra Mundial, fundaron un poderoso eco industrial norteamericano que aún resuena en el planeta. 







Edward Bernays (1891-1995).

Y esto lo apunto porque las RRPP de Luis Abinader se están utilizando, no para vender trayectoria, sino como una estrategia de propaganda con fondo electoral, olvidándose de los fundamentos de esta actividad creada por Lee y teorizada por Bernays, de que es preciso llevar a término lo que se dice; primero haciéndolo y luego dándolo a conocer. O sea, que las RRPP no deben utilizarse, a priori, para transferir discursos y promesas que vulneran el ethos contenido en la intención. Por eso, en sus argumentos, Abinader debe estrategizar su discurso a través de un programa que relacione su decir con el hacer. De ahí, a que el gabinete encargado de manejar la imagen gubernamental (la Dirección General de Comunicación, DICOM), debe separar las RRPP de la publicidad y la propaganda, para evitar que la locutoría del presidente se convierta en pathos, en una emoción diluida y contradictoria, al difundir sus mensajes, muchos de estos amplificados a través de influencers y bocinas que conformaron la estructura propagandística del danilismo. 

Abinader es un político sin experiencia de Estado, cuyo discurso —cargado de buenas intenciones— luce atrapado por una feroz hegemonía empresarial. Y esta es una buena razón para proyectar su administración sin maquillajes, sin subterfugios, ni mentiras. Por eso, su meta principal debe concentrarse en desmontar el andamiaje de corrupción del danilismo y fortalecer nuestra soberanía. Y eso se puede decir y hacer.  

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