martes, 1 de junio de 2021

LA VIOLACIÓN DE ISABEL GUZMÁN

 LA VIOLACIÓN DE ISABEL GUZMÁN, PERPETRADA POR EL TENIENTE RAFAEL TRUJILLO EN LA IGLESIA DE SAN JOSÉ DE LOS LLANOS, SEGÚN EL DRAMA “LOS INVENTORES DEL MONSTRUO”, DE EFRAIM CASTILLO, PREMIO NACIONAL DE TEATRO, 2004: 


CUADRO SÉPTIMO (FINALES DE JULIO, 1919)


El interior de una iglesia construida de madera en la localidad de San José de los Llanos, en la mañana. Algunos bancos están alineados al centro y un pequeño altar se levanta en el lateral izquierdo. La puerta de entrada se encuentra en el lateral derecho y, por el foro, unos escalones conducen hacia el campanario, que es de donde proviene la luz que ilumina la escena. 


Cuando el telón se levanta RAFAEL abre la puerta de la iglesia y entra, seguido de ISABEL, una hermosa muchacha blanca de unos quince años, de aspecto distraído. Viste un faldón con blusa blanca y cubre la cabeza con un viejo sombrero de cana.


RAFAEL: Puedes sentarte.


ISABEL (se sienta en uno de los bancos y mira asustada el interior de la iglesia): ¿Dónde está papá?


RAFAEL: No te preocupes, vendrá pronto.


ISABEL (preocupada): Pero usted nos dijo que él estaría aquí, en esta iglesia…


RAFAEL (se sienta en el banco junto a Isabel): No debes preocuparte, Isabel, tu padre vendrá pronto. Pero dime, antes de que venga, ¿te gustaría ir a estudiar a San Pedro de Macorís?


ISABEL (sonríe): No sé, nunca he sido buena para los estudios. A mí me gusta la cocina y las cosas de la casa.


RAFAEL: Eres muy hermosa, Isabel, y si te quedas en Los Llanos te llenarás de hijos y estropearás tu vida. ¿Por qué no vienes conmigo a San Pedro de Macorís?


 Fotografía de Rafael Trujillo Molina de los años veinte.


ISABEL: No puedo, teniente Trujillo, debo ayudar a mamá y mis hermanas con las cosas de la casa. Además, no soy buena para los estudios. 


(ISABEL vuelve a observar con curiosidad el interior de la iglesia). 


 Isabel Guzmán, entrevista en noviembre de 1973 por la Revista Ahora.


Esta iglesia está vacía, teniente Trujillo, aquí no hay nadie. ¿Y mi padre, dónde está?


RAFAEL: ¡Él vendrá pronto! ¡Ya verás!


 (Transición. RAFAEL pasa una de sus manos por el pelo de ISABEL y ésta se separa un tanto de su lado)


¡No temas, Isabel! ¿Sabes?, tienes un hermoso pelo, ¿lo sabes?


ISABEL: Deseo ver a mi padre, teniente Trujillo. Usted nos dijo, a mi madre, a mí y a mis hermanas, que él estaría aquí, en esta iglesia de Los Llanos… y no lo veo. Esta iglesia está vacía. ¿Dónde está mi padre?


RAFAEL (vuelve a pasar la mano por el pelo de ISABEL): ¡Tu padre vendrá pronto, Isabel, no te preocupes! Lo que pasa es que sobre él pesan graves acusaciones de complicidad con los gavilleros. Las órdenes emanadas de los norteamericanos son precisas y contundentes…


ISABEL (asustada): ¿Y cuáles son esas órdenes?


RAFAEL: ¡Las peores, Isabel! A los cómplices de los gavilleros,como tu padre, les toca ser fusilados; lo que podría evitar si nos ayuda a atrapar a Olivorio Carela y Ramón Matías. Pero no temas, Isabel, yo impediré eso... ¡no temas! 


 (Transición) 


Fíjate, Isabel, escogí esta iglesia, esta casa de Dios, para que el sargento Ramírez traiga a tu padre. Y lo hice con el firme propósito de que los gringos no sospechen nada, porque esta operación no la he reportado. Así, Isabel, que no temas. Ahora sólo estamos tú y yo, aquí, en esta casa de Dios, y no debes temer nada. 


 (RAFAEL señala el crucifijo que cuelga sobre el pequeño altar)


Mira, Isabel, ahí está Cristo y él es testigo de que tu padre está bien y de que pronto te reunirás con él, aquí, en esta iglesia. No temas.


 (RAFAEL vuelve a pasar la mano por la larga cabellera de ISABEL y ésta vuelve a eludirle)


¿Sabes?, lo que más me gusta de ti es tu pelo y el color de tu piel. En mi pueblo, San Cristóbal, no abundan las muchachas blancas como tú, ¿lo sabías? 


ISABEL:  Pero, ¿por qué mi madre y mis hermanas no entran a la iglesia y nos acompañan?


RAFAEL: No, Isabel, es mejor que ellas aguarden junto al cabo Soriano y el raso Mercedes la llegada de tu padre. Ven, acércate a mí…


(RAFAEL se aproxima a ISABEL y le quita el sombrero de la cabeza, a lo que ésta protesta)


ISABEL (arrebatando el sobrero de las manos de RAFAEL): ¡No, teniente Trujillo, estoy en una iglesia y no puedo descubrir mi cabeza!


RAFAEL:  Recuerda, Isabel, que yo soy el teniente Trujillo; el azote de los gavilleros del este y no debes temer porque tu cabeza esté descubierta en una iglesia. Tampoco debes temer ni por tu padre, ni por tu madre, ni por tus hermanas, ni por ti. Ven, Isabel, acércate un poco más a mí… ¡No temas!


(ISABEL rehúye acercarse a RAFAEL)


Lo estás haciendo mal, Isabel. Debo explicarte que la liberación de tu padre depende de mi y de nadie más.


(ISABEL comienza a llorar)


¿Te vas a poner a llorar, ahora, cuando todo está a punto de realizarse? ¡Vamos, muchacha, no llores! ¡Las lágrimas no son más que melcocha; no son más que vahídos inútiles del corazón! ¿Crees que con tus lágrimas me ablandarás? 


ISABEL (llorando): Pero, ¡usted nos dijo que liberaría a mi padre! 


RAFAEL: ¡Y sostengo mi palabra, Isabel! ¡La sostengo! ¡Te lo juro! ¿Deseas de verdad que lo libere?


ISABEL (esperanzada): Sí, eso es lo que deseamos mi madre, mis hermanas y yo…


RAFAEL : Pues entonces ven, dame un beso (RAFAEL pone los labios al alcance de los de ISABEL). Ven, Isabel, dame un beso…


ISABEL (estampa un pequeño beso en una de las mejillas de RAFAEL): Ya está, teniente… le di un beso.


RAFAEL: No, Isabel, no te pedí un beso de hermanito, ni el besito de las buenas noches. Lo que deseo es un beso grande, húmedo, prolongado, de lengua batiente. ¡Vamos, Isabel, dame un beso!


(RAFAEL vuelve a poner la boca al alcance de la de ISABEL, quien lo besa en la frente)


RAFAEL (incómodo): ¡Lo estás haciendo mal, muchacha… muy mal! ¡Tampoco te pedí un beso protocolario, ni el beso de un maestro a su alumno! ¡Lo que te pedí, coño, es un beso de amante, de marido y mujer! ¡Lo que te pedí es un beso lleno de pasión, estruendoso y ensalivado! ¡Vamos, Isabel, dámelo!


(RAFAEL vuelve a poner su boca frente a la de ISABEL y ésta lo besa en el mentón)  


¡Ya me cansé de tus besos insípidos, Isabel! ¿Qué te pasa, no deseas que libere a tu maldito padre?


ISABEL (temerosa): ¡Por favor,  teniente Trujillo, no diga malas palabras en esta iglesia! 


RAFAEL: ¡Entonces, bésame!


ISABEL: Pero eso es lo mismo que decir malas palabras, lo único que haciéndolas… ¡Esta es la casa de Dios, usted mismo lo dijo!


(RAFAEL se pone de pie)


RAFAEL: ¡Ah, conque es eso! ¡No me besas porque estamos en una iglesia! ¿Es por eso?


ISABEL (tartamudeando): Bueno, no exactamente…


RAFAEL: ¿Y entonces, en qué quedamos? ¿Deseas o no deseas que libere a tu padre?


ISABEL: Por eso vinimos hasta aquí, teniente Trujillo…


RAFAEL: ¡Bueno, entonces bésame!


ISABEL: Pero, ya le dije, teniente Trujillo; no puedo besarlo porque estamos en una iglesia, en la casa de Dios… Mire, ahí está el crucifijo de Cristo y nos está mirando…


RAFAEL: ¡Bah, Isabel! ¡Él no nos puede mirar!


ISABEL: ¡Está blasfemando, teniente!


RAFAEL: ¡Qué blasfemia… ni blasfemia! ¿No ves que esa figura es una estatua, un amasijo de yeso con forma humana?


(RAFAEL toma el sombrero de ISABEL, camina hasta el altar y lo coloca sobre la cabeza del Cristo)


¿Ves? ¡Ya Cristo no podrá vernos!


ISABEL (señala las otras imágenes del altar): Pero, ¡ahí están la Virgen de los Dolores y San Pedro! ¡No, teniente Trujillo, no podría besarlo en esta iglesia! 


(RAFAEL, incómodo, vuelve al lado de ISABEL y la abraza con furia, estampándole un beso en la boca. ISABEL protesta y patalea)


¡No, teniente Trujillo, no haga eso, por favor!


RAFAEL (vuelve a besar a ISABEL en la boca y ésta le muerde los labios): ¡Coño, no me muerdas! ¡Así no, maldita!


 (ISABEL llora desconsoladamente)


ISABEL (llorando): ¡No, teniente Trujillo, no me haga esto! ¡Estamos en una iglesia! Además, yo nunca he besado a un hombre en la boca! ¡Sólo tengo quince años, teniente!


(RAFAEL toma a ISABEL de una mano y cuando trata de zafarse la arrastra hacia las escaleras que conducen al campanario de la iglesia) 


RAFAEL: ¡Ven, subiremos al campanario, donde  no nos acecharán ni Cristo ni los santos del cielo! 


ISABEL: ¡No, no quiero ir al campanario! ¡Suélteme, teniente Trujillo, suélteme!


(ISABEL continúa llorando mientras RAFAEL la arrastra escaleras arriba, balbuciendo frases hirientes contra los gavilleros y los padres de la muchacha. A medida que ascienden, la escena de la iglesia va quedando en penumbra y se van iluminando las escaleras, hasta dejar con mucha luminosidad el espacio del campanario. A lo lejos y a través de las ventanas del campanario, se ven siluetas de árboles)


RAFAEL (lanzando al suelo a ISABEL): ¡Ya estamos lejos de Cristo y los santos; y ahora, Isabel, sí me besarás! ¡Vamos, desnúdate!


ISABEL (llorando y muy asustada): ¡Tenga piedad de mí, teniente Trujillo! ¡Por favor, teniente Trujillo, tenga piedad de mí! ¡Mire, no soy más que una campesina! ¡Además, soy señorita!


RAFAEL (áspero): ¡Eso es lo que busco, Isabel, tu virginidad, coño! ¡Vamos, dije que te desnudes!


ISABEL: ¿No me dará golpes, como a mi prima Ana? 


RAFAEL: Si te portas bien y me abres las piernas, no tendré que golpearte como a tu prima Ana… ¡además, libertaré a tu padre!


ISABEL: ¿De verdad lo hará, teniente… libertará a mi padre?


RAFAEJ: ¡Sí, lo libertaré… tienes mi palabra! ¡Ven, te ayudaré a quitar la maldita ropa!


(ISABEL, gimiendo, comienza a quitarse la ropa, ayudada por RAFAEL. Los gemidos de ISABEL crecen hasta convertirse en un llanto devastador. Por la puerta de la iglesia entra el raso Francisco MERCEDES, de la Guardia Nacional Dominicana, quien busca la procedencia de los llantos)


RASO MERCEDES (fuerte): ¡Eh!, ¿quién está llorando?


RAFAEL (tapa con una de sus manos la boca de ISABEL y grita al raso MERCEDES): ¡Nadie está llorando, raso Mercedes! ¡Puede retirarse!


RASO MERCEDES (camina hasta las escaleras y habla a RAFAEL); ¡Señor, escuché a alguien llorar!


RAFAEL (en voz baja, a ISABEL): ¡Si vuelves a gritar te mato a ti, a tu madre, a tus hermanas y a tu padre, coño! (Al RASO MERCEDES) ¡Retírese, raso Mercedes, con seguridad usted escuchó llorar a algún santo!


RASO MERCEDES: ¡Señor, le juro que escuché un lloriqueo!


RAFAEL: ¡Le dije que se retirara, coño!


RASO MERCEDES (se para en atención): ¡Como usted ordene, teniente Trujillo, pero le digo que escuché a alguien llorar!


(El RASO MERCEDES comienza el mutis, pero antes mira con desconfianza hacia todos los rincones de la iglesia y detiene su mirada en el sombrero que cubre la cabeza del Cristo. Entonces camina hacia el altar, toma el sombrero y camina con él hacia las escaleras, desde donde grita a RAFAEL)


¡Teniente Trujillo… teniente Trujillo!


RAFAEL: ¡Sí, raso Mercedes!


RASO MERCEDES: ¡Ya sé quién fue que lloró!


RAFAEL (incómodo): ¡Dígame, raso Mercedes! ¿Quién coño fue que lloró?


RASO MERCEDES: ¡Fue la señorita Isabel Guzmán! 


RAFAEL (incómodo): ¿Y cómo sabe que fue ella?


RASO MERCEDES: ¡Por su sombrero, señor! ¡Aquí lo tengo! ¡Estaba cubriendo la cabeza de nuestro señor Jesucristo!


RAFAEL (para sí): ¡Maldición! (Al RASO MERCEDES) ¡Está bien, raso Mercedes, guarde el sombrero y siga vigilando junto al cabo Soriano a la mujer y a las hijas del gavillero José Núñez! 


(El RASO MERCEDES, aún desconfiando y observando los rincones de la iglesia, hace mutis. RAFAEL, al notar la salida del guardia, quita la mano de la boca a ISABEL).


Ahora, termina de quitarte la ropa…


ISABEL: Pero, ¿debo quitármela toda?


RAFAEL: Bueno, levántate el faldón y todo ese amasijo de telas que llevas debajo… luego bájate las bragas y acuéstate en el piso.


 (ISABEL se levanta el faldón y el refajo, y se saca las bragas)


ISABEL:  ¿Y ahora, qué hago?


RAFAEL (toma a ISABEL entre sus brazos y la arroja con furia al suelo): ¡Ahora abre bien las piernas y déjame cubrirte para que sepas quién, coño, es Rafael Trujillo!  


 (Las luces se van apagando lentamente cuando ISABEL abre las piernas y  RAFAEL, de espaldas al proscenio, busca su miembro entre la bragueta del pantalón militar y se lanza violentamente sobre la muchacha, penetrándola. En ese instante El RASO MERECEDES vuelve a entrar a la iglesia después que ISABEL, herido su himen por la penetración, lanza un chillido desgarrador)


ISABEL (gritando): ¡Ayyyyyyyy! 


RASO MERCEDES (mira hacia las escaleras del campanario y habla consigo mismo): ¡Sí, yo lo sabía, coño, el grito vino de ahí arriba!


(El telón cae violentamente, mientras las luces se apagan por completo)

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