martes, 8 de junio de 2021

Decir y hacer

Por Efraim Castillo

Ivy Ledbetter Lee (1877-1934), considerado el padre de las relaciones públicas (RRPP), creó (1904) el primer despacho de esta disciplina, especializada en comunicar las bondades sociales de sus clientes, entre los cuales se encontraba John D. Rockefeller. Luego, junto a George Parker, fundó la primera agencia de RRPP del mundo: la Parker & Lee (Nueva York, 1906). Sin embargo, fue Edward Louis Bernays (1891-1995), un vienés sobrino de Anna Freud (hermana de Sigmund), quien hizo florecer este nuevo branch de las comunicaciones; estableciendo un Consejo de RRPP y creando los fundamentos de la disciplina en su libro Cristalizando la opinión pública (Crystallizing Public Opinion, Boni & Liveright, 1923). En 1928, el libro Propaganda de Bernays revolucionó la teoría de la publicidad ideológica y, por sus aportes a la publicística, la revista Life lo incluyó entre las 100 personas más influyentes del Siglo XX.

Ivy Ledbetter Lee (1877-1934).

La famosa frase de Ivy Lee de que “los movimientos tácticos y estratégicos debían ser amplificados socialmente” fue ampliada por Bernays, quien sentenció que era preciso “¡hacerlo bien y darlo a conocer!”; haciendo posible que las políticas de secreto y silencio sociales perdieran actualidad. Asimismo, Lee lanzó otra gran profecía en 1913: Las grandes empresas y proyectos solamente podrán subsistir y progresar si explican al público —y en primer término a su personal— cuál es su papel y utilidad en la comunidad local, regional y nacional”. A partir de esta declaración el pragmatismo y las secuencias del progreso, tras finalizar de la Primera Guerra Mundial, fundaron un poderoso eco industrial norteamericano que aún resuena en el planeta. 







Edward Bernays (1891-1995).

Y esto lo apunto porque las RRPP de Luis Abinader se están utilizando, no para vender trayectoria, sino como una estrategia de propaganda con fondo electoral, olvidándose de los fundamentos de esta actividad creada por Lee y teorizada por Bernays, de que es preciso llevar a término lo que se dice; primero haciéndolo y luego dándolo a conocer. O sea, que las RRPP no deben utilizarse, a priori, para transferir discursos y promesas que vulneran el ethos contenido en la intención. Por eso, en sus argumentos, Abinader debe estrategizar su discurso a través de un programa que relacione su decir con el hacer. De ahí, a que el gabinete encargado de manejar la imagen gubernamental (la Dirección General de Comunicación, DICOM), debe separar las RRPP de la publicidad y la propaganda, para evitar que la locutoría del presidente se convierta en pathos, en una emoción diluida y contradictoria, al difundir sus mensajes, muchos de estos amplificados a través de influencers y bocinas que conformaron la estructura propagandística del danilismo. 

Abinader es un político sin experiencia de Estado, cuyo discurso —cargado de buenas intenciones— luce atrapado por una feroz hegemonía empresarial. Y esta es una buena razón para proyectar su administración sin maquillajes, sin subterfugios, ni mentiras. Por eso, su meta principal debe concentrarse en desmontar el andamiaje de corrupción del danilismo y fortalecer nuestra soberanía. Y eso se puede decir y hacer.  

martes, 1 de junio de 2021

LA VIOLACIÓN DE ISABEL GUZMÁN

 LA VIOLACIÓN DE ISABEL GUZMÁN, PERPETRADA POR EL TENIENTE RAFAEL TRUJILLO EN LA IGLESIA DE SAN JOSÉ DE LOS LLANOS, SEGÚN EL DRAMA “LOS INVENTORES DEL MONSTRUO”, DE EFRAIM CASTILLO, PREMIO NACIONAL DE TEATRO, 2004: 


CUADRO SÉPTIMO (FINALES DE JULIO, 1919)


El interior de una iglesia construida de madera en la localidad de San José de los Llanos, en la mañana. Algunos bancos están alineados al centro y un pequeño altar se levanta en el lateral izquierdo. La puerta de entrada se encuentra en el lateral derecho y, por el foro, unos escalones conducen hacia el campanario, que es de donde proviene la luz que ilumina la escena. 


Cuando el telón se levanta RAFAEL abre la puerta de la iglesia y entra, seguido de ISABEL, una hermosa muchacha blanca de unos quince años, de aspecto distraído. Viste un faldón con blusa blanca y cubre la cabeza con un viejo sombrero de cana.


RAFAEL: Puedes sentarte.


ISABEL (se sienta en uno de los bancos y mira asustada el interior de la iglesia): ¿Dónde está papá?


RAFAEL: No te preocupes, vendrá pronto.


ISABEL (preocupada): Pero usted nos dijo que él estaría aquí, en esta iglesia…


RAFAEL (se sienta en el banco junto a Isabel): No debes preocuparte, Isabel, tu padre vendrá pronto. Pero dime, antes de que venga, ¿te gustaría ir a estudiar a San Pedro de Macorís?


ISABEL (sonríe): No sé, nunca he sido buena para los estudios. A mí me gusta la cocina y las cosas de la casa.


RAFAEL: Eres muy hermosa, Isabel, y si te quedas en Los Llanos te llenarás de hijos y estropearás tu vida. ¿Por qué no vienes conmigo a San Pedro de Macorís?


 Fotografía de Rafael Trujillo Molina de los años veinte.


ISABEL: No puedo, teniente Trujillo, debo ayudar a mamá y mis hermanas con las cosas de la casa. Además, no soy buena para los estudios. 


(ISABEL vuelve a observar con curiosidad el interior de la iglesia). 


 Isabel Guzmán, entrevista en noviembre de 1973 por la Revista Ahora.


Esta iglesia está vacía, teniente Trujillo, aquí no hay nadie. ¿Y mi padre, dónde está?


RAFAEL: ¡Él vendrá pronto! ¡Ya verás!


 (Transición. RAFAEL pasa una de sus manos por el pelo de ISABEL y ésta se separa un tanto de su lado)


¡No temas, Isabel! ¿Sabes?, tienes un hermoso pelo, ¿lo sabes?


ISABEL: Deseo ver a mi padre, teniente Trujillo. Usted nos dijo, a mi madre, a mí y a mis hermanas, que él estaría aquí, en esta iglesia de Los Llanos… y no lo veo. Esta iglesia está vacía. ¿Dónde está mi padre?


RAFAEL (vuelve a pasar la mano por el pelo de ISABEL): ¡Tu padre vendrá pronto, Isabel, no te preocupes! Lo que pasa es que sobre él pesan graves acusaciones de complicidad con los gavilleros. Las órdenes emanadas de los norteamericanos son precisas y contundentes…


ISABEL (asustada): ¿Y cuáles son esas órdenes?


RAFAEL: ¡Las peores, Isabel! A los cómplices de los gavilleros,como tu padre, les toca ser fusilados; lo que podría evitar si nos ayuda a atrapar a Olivorio Carela y Ramón Matías. Pero no temas, Isabel, yo impediré eso... ¡no temas! 


 (Transición) 


Fíjate, Isabel, escogí esta iglesia, esta casa de Dios, para que el sargento Ramírez traiga a tu padre. Y lo hice con el firme propósito de que los gringos no sospechen nada, porque esta operación no la he reportado. Así, Isabel, que no temas. Ahora sólo estamos tú y yo, aquí, en esta casa de Dios, y no debes temer nada. 


 (RAFAEL señala el crucifijo que cuelga sobre el pequeño altar)


Mira, Isabel, ahí está Cristo y él es testigo de que tu padre está bien y de que pronto te reunirás con él, aquí, en esta iglesia. No temas.


 (RAFAEL vuelve a pasar la mano por la larga cabellera de ISABEL y ésta vuelve a eludirle)


¿Sabes?, lo que más me gusta de ti es tu pelo y el color de tu piel. En mi pueblo, San Cristóbal, no abundan las muchachas blancas como tú, ¿lo sabías? 


ISABEL:  Pero, ¿por qué mi madre y mis hermanas no entran a la iglesia y nos acompañan?


RAFAEL: No, Isabel, es mejor que ellas aguarden junto al cabo Soriano y el raso Mercedes la llegada de tu padre. Ven, acércate a mí…


(RAFAEL se aproxima a ISABEL y le quita el sombrero de la cabeza, a lo que ésta protesta)


ISABEL (arrebatando el sobrero de las manos de RAFAEL): ¡No, teniente Trujillo, estoy en una iglesia y no puedo descubrir mi cabeza!


RAFAEL:  Recuerda, Isabel, que yo soy el teniente Trujillo; el azote de los gavilleros del este y no debes temer porque tu cabeza esté descubierta en una iglesia. Tampoco debes temer ni por tu padre, ni por tu madre, ni por tus hermanas, ni por ti. Ven, Isabel, acércate un poco más a mí… ¡No temas!


(ISABEL rehúye acercarse a RAFAEL)


Lo estás haciendo mal, Isabel. Debo explicarte que la liberación de tu padre depende de mi y de nadie más.


(ISABEL comienza a llorar)


¿Te vas a poner a llorar, ahora, cuando todo está a punto de realizarse? ¡Vamos, muchacha, no llores! ¡Las lágrimas no son más que melcocha; no son más que vahídos inútiles del corazón! ¿Crees que con tus lágrimas me ablandarás? 


ISABEL (llorando): Pero, ¡usted nos dijo que liberaría a mi padre! 


RAFAEL: ¡Y sostengo mi palabra, Isabel! ¡La sostengo! ¡Te lo juro! ¿Deseas de verdad que lo libere?


ISABEL (esperanzada): Sí, eso es lo que deseamos mi madre, mis hermanas y yo…


RAFAEL : Pues entonces ven, dame un beso (RAFAEL pone los labios al alcance de los de ISABEL). Ven, Isabel, dame un beso…


ISABEL (estampa un pequeño beso en una de las mejillas de RAFAEL): Ya está, teniente… le di un beso.


RAFAEL: No, Isabel, no te pedí un beso de hermanito, ni el besito de las buenas noches. Lo que deseo es un beso grande, húmedo, prolongado, de lengua batiente. ¡Vamos, Isabel, dame un beso!


(RAFAEL vuelve a poner la boca al alcance de la de ISABEL, quien lo besa en la frente)


RAFAEL (incómodo): ¡Lo estás haciendo mal, muchacha… muy mal! ¡Tampoco te pedí un beso protocolario, ni el beso de un maestro a su alumno! ¡Lo que te pedí, coño, es un beso de amante, de marido y mujer! ¡Lo que te pedí es un beso lleno de pasión, estruendoso y ensalivado! ¡Vamos, Isabel, dámelo!


(RAFAEL vuelve a poner su boca frente a la de ISABEL y ésta lo besa en el mentón)  


¡Ya me cansé de tus besos insípidos, Isabel! ¿Qué te pasa, no deseas que libere a tu maldito padre?


ISABEL (temerosa): ¡Por favor,  teniente Trujillo, no diga malas palabras en esta iglesia! 


RAFAEL: ¡Entonces, bésame!


ISABEL: Pero eso es lo mismo que decir malas palabras, lo único que haciéndolas… ¡Esta es la casa de Dios, usted mismo lo dijo!


(RAFAEL se pone de pie)


RAFAEL: ¡Ah, conque es eso! ¡No me besas porque estamos en una iglesia! ¿Es por eso?


ISABEL (tartamudeando): Bueno, no exactamente…


RAFAEL: ¿Y entonces, en qué quedamos? ¿Deseas o no deseas que libere a tu padre?


ISABEL: Por eso vinimos hasta aquí, teniente Trujillo…


RAFAEL: ¡Bueno, entonces bésame!


ISABEL: Pero, ya le dije, teniente Trujillo; no puedo besarlo porque estamos en una iglesia, en la casa de Dios… Mire, ahí está el crucifijo de Cristo y nos está mirando…


RAFAEL: ¡Bah, Isabel! ¡Él no nos puede mirar!


ISABEL: ¡Está blasfemando, teniente!


RAFAEL: ¡Qué blasfemia… ni blasfemia! ¿No ves que esa figura es una estatua, un amasijo de yeso con forma humana?


(RAFAEL toma el sombrero de ISABEL, camina hasta el altar y lo coloca sobre la cabeza del Cristo)


¿Ves? ¡Ya Cristo no podrá vernos!


ISABEL (señala las otras imágenes del altar): Pero, ¡ahí están la Virgen de los Dolores y San Pedro! ¡No, teniente Trujillo, no podría besarlo en esta iglesia! 


(RAFAEL, incómodo, vuelve al lado de ISABEL y la abraza con furia, estampándole un beso en la boca. ISABEL protesta y patalea)


¡No, teniente Trujillo, no haga eso, por favor!


RAFAEL (vuelve a besar a ISABEL en la boca y ésta le muerde los labios): ¡Coño, no me muerdas! ¡Así no, maldita!


 (ISABEL llora desconsoladamente)


ISABEL (llorando): ¡No, teniente Trujillo, no me haga esto! ¡Estamos en una iglesia! Además, yo nunca he besado a un hombre en la boca! ¡Sólo tengo quince años, teniente!


(RAFAEL toma a ISABEL de una mano y cuando trata de zafarse la arrastra hacia las escaleras que conducen al campanario de la iglesia) 


RAFAEL: ¡Ven, subiremos al campanario, donde  no nos acecharán ni Cristo ni los santos del cielo! 


ISABEL: ¡No, no quiero ir al campanario! ¡Suélteme, teniente Trujillo, suélteme!


(ISABEL continúa llorando mientras RAFAEL la arrastra escaleras arriba, balbuciendo frases hirientes contra los gavilleros y los padres de la muchacha. A medida que ascienden, la escena de la iglesia va quedando en penumbra y se van iluminando las escaleras, hasta dejar con mucha luminosidad el espacio del campanario. A lo lejos y a través de las ventanas del campanario, se ven siluetas de árboles)


RAFAEL (lanzando al suelo a ISABEL): ¡Ya estamos lejos de Cristo y los santos; y ahora, Isabel, sí me besarás! ¡Vamos, desnúdate!


ISABEL (llorando y muy asustada): ¡Tenga piedad de mí, teniente Trujillo! ¡Por favor, teniente Trujillo, tenga piedad de mí! ¡Mire, no soy más que una campesina! ¡Además, soy señorita!


RAFAEL (áspero): ¡Eso es lo que busco, Isabel, tu virginidad, coño! ¡Vamos, dije que te desnudes!


ISABEL: ¿No me dará golpes, como a mi prima Ana? 


RAFAEL: Si te portas bien y me abres las piernas, no tendré que golpearte como a tu prima Ana… ¡además, libertaré a tu padre!


ISABEL: ¿De verdad lo hará, teniente… libertará a mi padre?


RAFAEJ: ¡Sí, lo libertaré… tienes mi palabra! ¡Ven, te ayudaré a quitar la maldita ropa!


(ISABEL, gimiendo, comienza a quitarse la ropa, ayudada por RAFAEL. Los gemidos de ISABEL crecen hasta convertirse en un llanto devastador. Por la puerta de la iglesia entra el raso Francisco MERCEDES, de la Guardia Nacional Dominicana, quien busca la procedencia de los llantos)


RASO MERCEDES (fuerte): ¡Eh!, ¿quién está llorando?


RAFAEL (tapa con una de sus manos la boca de ISABEL y grita al raso MERCEDES): ¡Nadie está llorando, raso Mercedes! ¡Puede retirarse!


RASO MERCEDES (camina hasta las escaleras y habla a RAFAEL); ¡Señor, escuché a alguien llorar!


RAFAEL (en voz baja, a ISABEL): ¡Si vuelves a gritar te mato a ti, a tu madre, a tus hermanas y a tu padre, coño! (Al RASO MERCEDES) ¡Retírese, raso Mercedes, con seguridad usted escuchó llorar a algún santo!


RASO MERCEDES: ¡Señor, le juro que escuché un lloriqueo!


RAFAEL: ¡Le dije que se retirara, coño!


RASO MERCEDES (se para en atención): ¡Como usted ordene, teniente Trujillo, pero le digo que escuché a alguien llorar!


(El RASO MERCEDES comienza el mutis, pero antes mira con desconfianza hacia todos los rincones de la iglesia y detiene su mirada en el sombrero que cubre la cabeza del Cristo. Entonces camina hacia el altar, toma el sombrero y camina con él hacia las escaleras, desde donde grita a RAFAEL)


¡Teniente Trujillo… teniente Trujillo!


RAFAEL: ¡Sí, raso Mercedes!


RASO MERCEDES: ¡Ya sé quién fue que lloró!


RAFAEL (incómodo): ¡Dígame, raso Mercedes! ¿Quién coño fue que lloró?


RASO MERCEDES: ¡Fue la señorita Isabel Guzmán! 


RAFAEL (incómodo): ¿Y cómo sabe que fue ella?


RASO MERCEDES: ¡Por su sombrero, señor! ¡Aquí lo tengo! ¡Estaba cubriendo la cabeza de nuestro señor Jesucristo!


RAFAEL (para sí): ¡Maldición! (Al RASO MERCEDES) ¡Está bien, raso Mercedes, guarde el sombrero y siga vigilando junto al cabo Soriano a la mujer y a las hijas del gavillero José Núñez! 


(El RASO MERCEDES, aún desconfiando y observando los rincones de la iglesia, hace mutis. RAFAEL, al notar la salida del guardia, quita la mano de la boca a ISABEL).


Ahora, termina de quitarte la ropa…


ISABEL: Pero, ¿debo quitármela toda?


RAFAEL: Bueno, levántate el faldón y todo ese amasijo de telas que llevas debajo… luego bájate las bragas y acuéstate en el piso.


 (ISABEL se levanta el faldón y el refajo, y se saca las bragas)


ISABEL:  ¿Y ahora, qué hago?


RAFAEL (toma a ISABEL entre sus brazos y la arroja con furia al suelo): ¡Ahora abre bien las piernas y déjame cubrirte para que sepas quién, coño, es Rafael Trujillo!  


 (Las luces se van apagando lentamente cuando ISABEL abre las piernas y  RAFAEL, de espaldas al proscenio, busca su miembro entre la bragueta del pantalón militar y se lanza violentamente sobre la muchacha, penetrándola. En ese instante El RASO MERECEDES vuelve a entrar a la iglesia después que ISABEL, herido su himen por la penetración, lanza un chillido desgarrador)


ISABEL (gritando): ¡Ayyyyyyyy! 


RASO MERCEDES (mira hacia las escaleras del campanario y habla consigo mismo): ¡Sí, yo lo sabía, coño, el grito vino de ahí arriba!


(El telón cae violentamente, mientras las luces se apagan por completo)

domingo, 9 de mayo de 2021

SOBRE MECENAS

 

Sobre mecenas

Por Efraim Castillo

1

(Cuando dirigía el suplemento Cultura del diario El Siglo (1998-2001), Diógenes Céspedes me entrevistó sobre una actividad neoplatónica que, debido al marketing de los patrocinios, se extingue en el mundo: el mecenazgo)

Diógenes Céspedes: Castillo, mucho se ha hablado sobre los mecenas y los mecenazgos, así como de su importancia en la historia del arte y la literatura. ¿Cómo ves tú ese fenómeno?

Efraim Castillo: Las palabras mecenas y mecenazgo —que se traducen como persona protectora de artistas y escritores y la cualidad que implica su praxis— no existieran como tales si el descendiente de etruscos, Cayo Cilnio Mecenas, cuyo patronímico les dio origen, no hubiese conocido la filosofía platónica cuando realizaba estudios en Grecia junto a Augusto, que más tarde se convirtió en emperador romano. Aspirante sempiterno a convertirse en poeta, pero sin el suficiente talento para ello, Cayo Cilnio Mecenas tuvo que conformarse con la práctica de un platonismo en que la contemplación de lo eterno, sin excluir la intuición intelectual, adquiría un derecho de entrada hacia la investigación de la verdad, de lo que se cree auténticamente verdadero en el mundo inteligible, opuesto en principio a lo sensible y que, desbordando la razón, da cuenta del mismo mediante las ideas y las esencias.

Es este platonismo (al que también se adscribe el emperador Augusto) el que influyó en Cayo Cilnio Mecenas para convertirse en su consejero, guiándolo hacia la protección y patrocinio de las actividades literarias de los poetas Sexto Propercio, Virgilio y Horacio, concediendo a Roma no sólo un extraordinario parentesco de su épica con la griega, sino plasmando en la historia de la literatura una conexión poética que se extendió hasta el Renacimiento. Este platonismo se habría de convertir en el neoplatonismo cuando la noción del Bien (adscrita en la filosofía de Platón) se fundió con la idea pitagórica del Uno, acoplándose ambas corrientes en una búsqueda constante de la perfección y la realidad. El neoplatonismo, siglos más tarde, se apoderaría de la Edad Media a través de San Agustín, arribando al Renacimiento y aposentándose, nada más y nada menos que en Lorenzo de Medici, aspirante de por vida a convertirse en filósofo y poeta y que, desde luego, entraría a la posteridad, no por ser el amo y señor de la banca florentina, sino por la protección que ejerció sobre todo aquel que buscaba la perfección y la realidad (principios netamente neoplatónicos),  a través del arte y la literatura.

Los casos de Cayo Cilnio Mecenas y Lorenzo de Medici son casi gemelos, a excepción de que el primero practicaba su contemplación individual del mundo desde una plataforma imperial, y el segundo desde la estructura de una urbe, Florencia. Pero son muy similares, casi idénticos, si se realiza algún esfuerzo investigativo en los aspectos fundamentales de sus aspiraciones a convertirse en poetas y filósofos.

2

Ni Ramsés ni los demás faraones fueron protectores o benefactores de las artes y la literatura porque éstas no funcionaban en el sistema social egipcio, tal como se practicaron posteriormente en Grecia, ya que fue durante la administración de quince años de Pericles en donde se dio inicio a un mecenazgo de Estado, sistema para el cual no se había acuñado aún ni nombre ni registro histórico de esta actividad. Hay, sin embargo, una similitud entre Pericles y Lorenzo de Medici, una cierta conexión que se asienta en el poder, pero que se bifurca y aleja desde la plataforma estratégica: Lorenzo era un banquero que proporcionaba desde los fondos familiares la ayuda a los artistas, escritores y filósofos, mientras que Pericles, el constructor del Partenón en la Acrópolis y discípulo del músico Damón y del filósofo Anaxágoras, así como amigo inseparable del dramaturgo Sófocles, del historiador Heródoto, del escultor Fidias (quien le realizó varios bustos) y del sofista Protágoras, patrocinaba el arte y la literatura con los dineros del Estado ateniense. No hay que descartar que Pericles pudiera ser el ejemplo-a-seguir de Cayo Cilnio Mecenas, a excepción del triste final del estadista griego, que fue sacado del poder bajo una acusación de malversación de fondos. Y esta podría ser una de las razones que han propiciado que al protector y patrocinador del arte y la literatura se le llame Mecenas y no Pericles.      

DIÓGENES CÉSPEDES: ¿Es esta es la única importancia que le ves? ¿No habría en la sistematización de la protección y el patrocinio del arte y la literatura alguna otra búsqueda clandestina?

EFRAIM CASTILLO: Ese podría ser sólo un aspecto de la importancia. Tanto Cayo Cilnio Mecenas como Lorenzo de Medici y el Papa Julio II, entre otros patrocinadores históricos de las artes y las letras (y voy a echar a un lado el rol de Pericles), visionaron y procuraron su incursión en la inmortalidad, mediante la simple compra de un boleto que les permitiría encontrar el talento adecuado para protegerlo y administrarlo, sistematizando un mercadeo que amplificaba una práctica aparentemente filantrópica, pero que se desconectaba de ésta porque, contrario al mecenazgo, que grita su acción en la filantropía, el protector no da la cara, sino que ejerce la praxis desde el más puro anonimato.

Los retratos de Lorenzo abundan en los museos florentinos, así como las estatuas de Cayo Cilnio Mecenas, y este fenómeno se ha venido repitiendo a lo largo de siglos y, posiblemente, el ejemplo menos auténtico es el de nuestro mecenas Joaquín Balaguer, al que nunca se le ocurrió procurarse un busto con su figura, ni cabildear junto a los lambones de turno el nombramiento de calles con su nombre. Sin embargo, Balaguer conoció la importancia de su mecenazgo de Estado y la trascendencia del mismo, un ejercicio muy diferente al del mecenazgo individual practicado por Cayo Cilnio y Lorenzo.

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Alguien podría argüir que estos protectores procuraban enaltecer y encumbrar el arte hasta los linderos de una estética trascendente y vinculada a lo divino. Pero ahí residía el afán de mercadearse como estrategia de un seguro paso a la inmortalidad. Roma liberó el patrocinio y promoción del arte de lo estatal, tal como imperó en Grecia a partir de Pericles, desarticulándolos y emancipándolos hacia la individualización; hacia una noción que involucraba al ciudadano simple, tal como aconteció con Cayo Cilnio Mecenas, un fenómeno que se repitió con la familia Medici, la cual estaba compuesta por prestamistas que poseían casi todo el comercio y la banca de Florencia desde el Siglo XIII.

El desarrollo del mecenazgo de los Medici no fue tan sencillo como se ha descrito en la historia del arte. En el bajo Renacimiento emigró desde Florencia la mayor parte de sus comerciantes y artistas, huyendo de la codicia de Cosme de Medici, abuelo de Lorenzo, quien dejó la ciudad casi carente de negocios y lugares de entretenimiento. Cuando Cosme murió en 1464, Lorenzo tenía quince años y a esa edad comenzó su neoplatonismo como una actitud contemplativa del mundo, estudiando y analizando las categorías y diferencias existentes entre los lenguajes del arte. Lorenzo pudo establecer que para devolver a Florencia la buena estrella de su economía debía crear condiciones favorables para la administración del ocio, por un lado, y dinamizar las actividades políticas con una aplastante opresión fiscal, por el otro. Lo lúdico, la entretención y administración del ocio, así como el embellecimiento de la urbe, se convirtieron en actividades compensatorias de las carencias libertarias ciudadanas y Lorenzo sintió en ese Siglo XV (más de trescientos años antes) el mismo goce estético experimentado por el poeta John Keats, en 1819, cuando escribió su Oda a una urna griega, que terminó con estos versos: 

Cuando a nuestra generación destruya el tiempo / tú permanecerás, entre penas distintas / de las nuestras, amiga de los hombres, diciendo: / «La belleza es verdad y la verdad belleza»… / Nada más se sabe en esta tierra y no más hace falta.

Es en ese estadio de la evolución del arte, en ese maravilloso renacimiento, en donde emerge el mecenas como un oportunista que determina entrar en la memoria de la histórica a través del arte y la literatura, como hicieron Lorenzo de Medici y Giovanni Rucellai, otro de los nobles enriquecidos con la industria de la lana. Y esto parecería una estrategia bien simple, pero no lo es. El individualismo liberal es una consecuencia de la independencia del arte profano del litúrgico y adquiere en el mecenazgo un rol de cierta valía debido a que la relación principal de la producción lúdica hasta comienzos del Barroco era interpretada exclusivamente por la iglesia. Desde luego, el dinero que la iglesia manejaba para la promoción y administración del arte y la literatura provenía de las arcas burguesas y aristócratas, sin asumir éstas el protagonismo que merecían.

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El mecenazgo, así, otorgó un pasaporte a los nuevos ricos y aristócratas para que establecieran una nueva relación, un nuevo estatus social: el de patrocinador de artista, donde la exaltación del protector transbordaba una praxis que les permitía entrar a la inmortalidad junto al productor mimético financiado. De alguna forma el mecenazgo puso el primer mosaico en la nueva plataforma de la producción artística. Uno de los claros ejemplos que proporciona la historia de este menage-a-trois (mecenas-artista-mercado) es la relación estrecha entre Niccolò di Bernardo dei Machiavelli (Maquiavelo), los Medici, los Borgia y los artistas, los cuales influyeron de manera preponderante en el desarrollo del Renacimiento.

El Príncipe, la obra emblemática de Maquiavelo (quien escribió otras diez obras, entre las que se encuentran comedias, una novela, biografías, un ensayo sobre la guerra y algunos tomos de historia), refleja una totalidad: la del espíritu renacentista, una noción que bordea la conexión Hombre-Estado, pero no como enfrentamiento, sino como una dualidad en búsqueda constante del perfeccionamiento de la propia conciencia humana a través de lo político como esencia, y fue escrita para Lorenzo de Medici II, hijo de El Magnífico, pero teniendo como prototipo del héroe a César Borgia (hijo de Rodrigo de Borja, convertido en papa con el nombre de Alejandro VI) y considerado por Maquiavelo como modelo de unidad, a pesar de que César fue perseguido escarnecidamente por el Papa Julio II, protector de Michelangelo Buonarroti.

Maquiavelo (1469-1527) nació en una Florencia ya establecida como capital del arte y fue testigo del mejor momento del Renacimiento. El Príncipe es un estudio riguroso acerca del ejercicio del poder y, sobre todo, del paso del hombre a la posteridad a través de esa práctica. Creo, sinceramente, que en ningún estadio de la historia el poder se ha ejercido tan plenamente como en el Renacimiento, en donde la licencia para matar por cuchillo o por envenenamiento fue permitida y auspiciada por las leyes y la Iglesia; o al menos, mirada de soslayo o pasada por alto por éstas. Napoleón, Mussolini, Hitler, Lenin, Trujillo, Fidel, Kennedy, todos los gobernantes rígidos, duros, implacables, de moral dual, visionarios, democráticos o austeros, han representado el papel de El Príncipe en algún momento de sus vidas y, ¡quién sabe!, si en todos sus momentos estelares. Lo curioso, entonces, reside en que el mecenazgo es parte primordial del estadista que procura ser más temido que amado. Porque, ¿acaso la protección de la res publica no engendra un cierto tipo de patrocinio en donde los principios del mecenazgo están presentes?

DC: ¿Cuáles tipos de mecenazgos se practican en estos tiempos?

EC. La única diferencia entre mecenas y mecenazgo reside en la práctica, en las estrategias de sus discursos, aunque es preciso especificar que, como traté de explicarte anteriormente, existe un mecenazgo individual y un mecenazgo de Estado, a los que hay que insertar en estos tiempos otro nuevo: el mecenazgo corporativo, que se ha estado promocionando, inclusive, a través de la Internet.

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Mecenas podría ser, entonces, un individuo como Lorenzo de Medici, o también el Estado, como en la Grecia de Pericles; o una corporación, como la Fundación Rockefeller, en los EEUU; o aquí la empresa E. León Jimenes que patrocina concursos de arte, literatura, y financia una galería-museo en la ciudad de Santiago; y la Agencia Bella, aquí en Santo Domingo, que ha fundado un museo dedicado a la obra del Maestro Jaime Colson.

El mecenazgo, por otra parte, responde a una estrategia donde el discurso (individual, estatal o corporativo) se involucra sistemáticamente en una política cultural, tal como el practicado en México por José Vasconcelos, que amplió la responsabilidad gubernamental sobre el patrimonio a las ciencias y las artes aztecas, convirtiendo en obligaciones de Estado la enseñanza, la difusión y el estímulo a las artes y las ciencias; o como el ejercido durante los setenta y pico de años que operó la Unión Soviética, en donde el arte, la ciencia y la literatura se patrocinaban para que obedecieran a estilos y concepciones ceñidas al socialismo; o como la actividad individual sistematizada por Solomon R. Guggenheim a partir de 1937, que tras fundar con su nombre una institución filantrópica, patrocina hoy varios museos ubicados en Nueva York, Venecia y la ciudad vasca de Bilbao.

En el mecenazgo corporativo (que ejemplifiqué con The Rockefeller Foundation, en 1913; a la que se le añadió The Laura Spelman Rockefeller Memorial, en 1918), se podría auspiciar la protección y promoción del arte y la literatura desde tres ópticas que difieren entre sí pero exploran el mismo objetivo: la búsqueda de la inmortalidad individual o familiar, tal como aconteció con los Medici; la evasión de impuestos cobijada en la filantropía; y la búsqueda afanosa de una imagen política, que involucra y anexa al mecenazgo en la categoría social del oportunismo.

Entonces, se podrían sintetizar los tres tipos de mecenazgos de la siguiente manera:

a) El Mecenazgo individual, donde el patrocinador —un individuo— busca la gloria personal, invirtiendo recursos en la protección de un artista o escritor para apoyarse en sus talentos y convertirse en inmortal. En la historia de la literatura, del arte y la música, se pueden encontrar cientos, tal vez miles de ejemplos de protección y patrocinio individual a productores culturales. Este mecenazgo individual podría representarse admirablemente con Cayo Cilnio Mecenas y Lorenzo de Medici. 

b) El Mecenazgo de Estado, que podría ser reglamentado por un individuo, como en el caso griego de Pericles, pero siempre obedeciendo a una política estatal y los ejemplos sobran: la Unión Soviética, la dictadura de Trujillo, el México postrevolucionario, etc.). 

Y c) el Mecenazgo corporativo, que no busca la glorificación ni la inmortalidad, sino la evasión de impuestos, el aumento de la imagen pública y la venta de moral de producción, a través del montaje de un altruismo amplificado socialmente por la publicidad y la propaganda.(

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Desde la muerte de Trujillo, que practicaba un mecenazgo de Estado paternalista, pocas personas y empresas lo han practicado en el país. Cuando producía la publicidad de la firma Radiocentro, aconsejé a su presidente, Isaac Lif (que se dedicaba a coleccionar la obra de Yoryi Morel), proteger artistas locales de gran talento y durante algunos años (1987-1990), Lif efectuó cierto mecenazgo con el Maestro Ramón Oviedo, comprando su producción, introduciéndolo en las grandes subastas de arte y promoviéndolo en revistas internacionales especializadas. Pero si investigamos la inversión de Lif en la pintura de Oviedo, podríamos apostar a que el empresario salió beneficiado de su mecenazgo, en virtud de que la obra coleccionada supera por mucho lo invertido en ella.

Actualmente, el país cuenta con algunos seudo-mecenas, los cuales ejercen su quatsi philanthropia con segundas intenciones. Estos seudo-mecenas —que por lo regular poseen un excelente ojo crítico— se convierten, no en protectores, sino en inversionistas del artista al que dicen ayudar y de esta manera la protección se convierte en negocio, en una especie de activo subyacente, una maniobra ejecutada con el propósito específico de sacar ventajas pecuniarias. Un papel similar lo realizaron los hermanos Leo y Gertrude Stein, en el París de comienzos del Siglo XX, cuando invirtieron ciertas sumas en las obras tempranas de los integrantes de la bande à Picasso (Picasso, Braque, Hugué y otros amigos del Bateau-Lavoir, e integrada además por Guillaume Apollinaire). El retrato de Gertrude pintado en múltiples sesiones por Picasso, que costó menos de quinientos francos, hoy no tiene precio y, si lo tuviera, no bajaría de los 100 millones de dólares. 

También ciertas galerías nacionales de arte han protegido a determinados artistas, pero esas protecciones no han respondido a estrategias bien definidas y, por lo tanto, los pintores y escultores envueltos en los pretendidos mecenazgos no han resultado beneficiados. Y es que no se debe confundir el mecenazgo con la marchantería de arte. Posiblemente el más decisivo manejador de galerías que ha tenido el país fue Nicolás Nader, que sí practicó cierto mecenazgo con muchos de los que son hoy maestros de nuestra pintura, a los que protegía y aseguraba la compra de sus obras.

Los ejemplos de E. León Jimenes y el Museo Bellapart son diferentes, porque representan, tal vez, ciertos puntos brillantes de mecenazgo, aunque no implican la protección directa a ningún artista. E. León Jiménez sostiene un concurso de arte que se ha mantenido incólume durante décadas y ha incursionado magistralmente en la evolución de nuestra plástica; por eso, la sola mención de su concurso motoriza la calidad de los participantes. El Museo Bellapart, por otro lado, ha dado una clara señal al empresariado nacional de que las ganancias pueden ser beneficiosas para todos a través del muestreo artístico. ¿Qué habría sido de la obra de Jaime Colson si Juan José Bellapart no la hubiese reunido en un majestuoso albergue como el que le construyó en la avenida John F. Kennedy?

 

jueves, 6 de mayo de 2021

DORIS MELO



Doris Melo: Poeta de la soledad y el fuego

 
Por Efraim Castillo
 
1

En la poesía de Doris Melo yace una evocación, un anhelo, un presentimiento de hallazgo, en donde la ternura se arremolina entre el fuego de una pasión suspendida y la noción de saberse expuesta, aprisionada en el contexto de su propia realidad. Por eso (sí, por eso) su poética estremece y cala hondo.

Bajo la resaca de este mar cansado
de parir tantos desencuentros
renace en ti de nuevo
este amor como el ave fénix...
Para coserlo con hilo visionario.

(Como el Ave Fénix [2008])

2

En su poética, Doris Melo, con una espada de fuego en las manos, arremete contra los atosigadores de la lengua, contra los hacedores de mentiras, contra los falsos profetas que embadurnan de adjetivos sus escritos y fundan conciliábulos estériles para profananr el ejercicio histórico de la crítica.

Busco la palabra precisa
para traerte a mi luz...
palabras sin ojos, sin manos ni estrellas.
En un silencio ancestral te reinvento
y en ese mismo instante
en cópula musical te pienso
tibio y sereno.

(Las mujeres que habitan en mí [2012])

Doris Melo

3

Doris Melo es la poeta de la voz ontológica, esa voz en donde la soledad, la melancolía y la memoria se convierten en luz, rodeando las angustias y exaltándolas hacia los júbilos. Y desde esa apacible soledad que canta, la voz de Doris Melo se torna un rebaño de auroras y presentimientos recostados en el esplendor del amor. 

Aprendí de la vida que hay que ser decidida,
intuitiva y fuerte como una Walkiria.
Aprendí que para luchar en esta vida
debe uno  ser guerrera y apalabrada
para luchar por lo que uno quiere
con pasión desmedida, gallardía y entereza.
Pero sobre todo aprendí a desarrollar
la paciencia que se necesita,
cuando el destino así lo ha decidido...
También aprendí a ser perspicaz,
en saber aceptar lo que no puedo cambiar
pues eso solo lo sabe tu destino...

(Una mujer que ha domado todas sus fieras [2012])

4

La poesía de Doris Melo se filtra entre las metáforas y devora las circunstancias y continuos para dar en el blanco y derribarlo, como todo poema que a través del lenguaje subvierte el propio yo y se torna en sujeto de la historia. En su poética, el misterio se extiende hacia la nostalgia, respondiendo a lo total y destrozando máscaras e imposturas, porque posee la virtud de absorber y transformar la realidad en ficción (y viceversa) liberando la presencia protagónica del dolor, la pasión y los gozos.

En las alforjas vacías de la conciencia
reminiscencias de antiguos ritos paganos se ciernen
en el domicilio de una calle arropada por palabras
que giran  hacia la nada  tratando de humanizar la noche
al vórtice de sus juegos apasionados,
que como cántaros hastiados del delirio
esparcen en la noche esa  armónica cadencia.
Esta carne hecha de versos,
de palabras que pulen el tiempo
habitada de surcos,
en la brevedad  de agotados  atardeceres,
atisbando tibios lechos  de   sentidos placeres...

(Esta carne hecha de versos [2012])