Mapas de Efraim Castillo
Por Miguel D. Mena. Berlín, octubre del
2003.
Si se
piensa en el viajar y el planear será obligatoria la evocación de los mapas.
Esa es la propuesta que tratamos de hacer en las páginas siguientes: la
recuperación cartográfica de un decir que mira a la Historia, al Ser, que puede
trazar el aeropuerto como límite pero que no se deja seducir con quimeras
geográficas o con simples adscripciones terrenales.
El
decir de Efraím Castillo siempre ha sido dialogante con eso que forma la
extra-insularidad. Bien que de frente las palmas puedan ser oropeles de
escenarios, pero más allá se dará un diálogo con el existencialismo –desde el
heideggereano hasta el sartreano-, el teatro del absurdo, el boom
latinoamericano, lo más reciente de la
integración de las “culturas populares” en la narrativa. Esto podría ser un
punto de partida para tratar la posible extra-insularidad que contenemos, pero
que se no escapa al ver a la Historia como lo externo, como una flecha cuando
en realidad no es más que un cuadro rizomático en permanentes líneas de fuga.
El
corpus primario de este libro lo constituye un diálogo (¿entrevista?), que
gracias al desarrollo de las redes pudimos desarrollar entre los meses de julio
y agosto del 2003. Luego se incluyen algunos textos críticos sobre su labor
literaria, entre otros, uno bastante incisivo de la crítico argentina Nina
Bruni sobre El personero (1999),
revelador del creciente interés que allende nuestras fronteras generan las
letras de Castillo.
La Dra Nina Bruni junto al Dr. Lance Cowie, al centro, y Justice Ulric, durante una exhibición de pintura
Como complemento (¿rescate?) presentamos
dos obras de teatro totalmente desconocidas para el público contemporáneo: A mitad del camino (1963), la primera en
pensar aquella experiencia guerrillera de junio de 1959, que daría al traste
con la dictadura de Trujillo dos años después; y El cinco geométrico (1965), donde se evidencia el fructífero
diálogo –y casi único en su tiempo- que desarrollara con el teatro del absurdo.
Al
final presentamos su bibliografía activa y pasiva.
Ojalá
y con este material pueda el lector –el amante de las letras, el crítico-,
encontrar referentes significativos que posibiliten la cartografía por una obra
que es a la vez una época, una carta de ruta por nuestros escenarios
esenciales.
(Esta fue una de las preguntas a Efraim)
—MIGUEL: Hay una constante
en su trabajo, desde el principio hasta estos días —no quiero hablar de final, porque creo que todavía hay
suficiente tinta o bytes—, y esa
constante es el tema de Nueva York. ¿Cómo es que ese espacio opera tan
tempranamente como referente?
—EFRAIM: Ya Nueva York ha dejado de ser una constante del sueño nacional para convertirse en un reto, en el crossover obligado de nuestros
desheredados, de todos los dominicanos aceptadores de retos. Nueva York, así,
ha alcanzado la proporción de una nueva categoría en la nomenclatura social
dominicana, sólo emparentada a un cierto heroísmo. Cuando escribí Currículum (El síndrome de la visa) a
finales de los setenta, los latinoamericanos en los Estados Unidos llegaban tan
sólo a quince millones.
En aquella ocasión puse en manos de Jiménez, El hijo de la viuda, un traficante de visas y viajes en yola, la
aseveración de que el reto de Hispanoamérica sería superar en número a los
afro-americanos, que entonces sumaban algo más de cuarenta millones. Hace
treinta y cuatro años yo puse esto en la boca de Jiménez, El hijo de la viuda:
—Pues sí, viejo, hay tres ciudades que te recomiendo con toda el alma: New
York, Los Ángeles y Miami. Allí hay latinos en cantidad. Sabes, Pérez, sabes,
chico, ¿cuántos millones de latinos formales, legales, hay en los Estados
Unidos? ¡Quince, hermano, quince millones, ahora en los setenta! Y como los
negros se han estacionado en cerca de cuarenta y cinco, el futuro pinta hispano
en gringolandia. Como van las cosas, viejo, pronto seremos allá una gran fuerza
y tendremos nuestros veranos de candela, Pérez: New York, candela; Los Ángeles,
candela; Miami, candela. ¡Nos tendrán que respetar, viejo! Ahora estamos
arrinconados, apretujados, llenos de miedo, y si de vez en cuando salimos, sólo
lo hacemos pensando en que vendrá algún negro para arrebatarnos la cartera, un
agente de inmigración que nos exigirá los papeles, o un blanquito que nos dará
un puntapié. ¡Y lo que tienen es nuestro, Pérez! ¡Nuestrito! ¿De dónde, coño,
crees tú que sacan los gringos el estaño? ¡De Bolivia, Pérez… de Bolivia! ¿Y el
cobre? ¡De Chile! ¿Y el azúcar? ¡Del Caribe, de nosotros: de Puerto Rico, de
República Dominicana, de Centroamérica! ¿Y el petróleo? ¡O. K., de Arabia, pero
también de Venezuela y México! ¡Todo es nuestro, chico! Parte de este pantalón
que tengo puesto se ha hecho con sudor mío y lo que yo saco con mi pequeña
mafia vuelve a ellos, de algún modo
vuelve a ellos, Pérez. Oye, yo no conozco la magia, la brujería de cómo lo
hacen... ¡Pero vuelve a los malditos gringos! Entonces, amigo, ¿por qué ciudad
te decides?
La silueta de New York simboliza a la megápolis.
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