Sobre fotografías y otras yerbas
—Efraim,
vi alguna vez una foto tuya discutiendo con un cliente de tu agencia en la
Revista ¡Ahora!, en el año 70. La sensación que tuve entonces fue la misma que
tendría luego ante una foto de Hitler frente a una mesa con un mapa de Europa.
Claro, la guerra tuya no es de devastación: es de estímulo a una acción
mediante colores, palabras, imágenes. ¿Qué piensas sobre esas teorías modernas
—pienso en Lipovetsky, en Baudrillard—, que se refieren a la simulación como el
ser de los espejos en nuestras superficies?
A
continuación te destaco el poema de Wislawa Szymborska:
La primera fotografía de Hitler
¿Quién es este bebé
en camiseta?
¡Pero si es el pequeño Adolfo, el niño de los Hitler!
¿Acaso llegará a ser un gran abogado,
o tal vez tenor de la Ópera de Viena?
Pero ¿de quién es esta manita, esta orejita tan coqueta?
Pero ¿de quién es esta barriguita saciada de leche?
No se sabe todavía:
¿será de un impresor, de un médico,
de un hombre de negocios,
de un sacerdote?
¿A dónde irán estos piececitos, hasta dónde?
¿Al parque, a la escuela, a la oficina,
tal vez rumbo al matrimonio con la hija del alcalde?
¡Oh!, mi bebé, mi ángel, cosita mía, mi rayo de sol,
cuando viniste al mundo hace un año no faltaron signos en el cielo y en la tierra:
el sol primaveral, los geranios en las ventanas,
el organillo en el patio,
un buen augurio envuelto en papel rosado,
el sueño profético de tu madre justo antes del alumbramiento:
una paloma en el sueño -buenas noticias atraparla-,
el Mesías, largo tiempo esperado, por fin llegará.
Toc toc. ¿Quién es? Es el corazoncito de Adolfo que resuena.
Su biberón, su sonajero, su cuna, su babero.
El niño —gracias a Dios, toco madera— está bien.
Se parece a sus padres, a un gatito en su canasta,
a los niños de todos los álbumes de familia.
¡Pero si es el pequeño Adolfo, el niño de los Hitler!
¿Acaso llegará a ser un gran abogado,
o tal vez tenor de la Ópera de Viena?
Pero ¿de quién es esta manita, esta orejita tan coqueta?
Pero ¿de quién es esta barriguita saciada de leche?
No se sabe todavía:
¿será de un impresor, de un médico,
de un hombre de negocios,
de un sacerdote?
¿A dónde irán estos piececitos, hasta dónde?
¿Al parque, a la escuela, a la oficina,
tal vez rumbo al matrimonio con la hija del alcalde?
¡Oh!, mi bebé, mi ángel, cosita mía, mi rayo de sol,
cuando viniste al mundo hace un año no faltaron signos en el cielo y en la tierra:
el sol primaveral, los geranios en las ventanas,
el organillo en el patio,
un buen augurio envuelto en papel rosado,
el sueño profético de tu madre justo antes del alumbramiento:
una paloma en el sueño -buenas noticias atraparla-,
el Mesías, largo tiempo esperado, por fin llegará.
Toc toc. ¿Quién es? Es el corazoncito de Adolfo que resuena.
Su biberón, su sonajero, su cuna, su babero.
El niño —gracias a Dios, toco madera— está bien.
Se parece a sus padres, a un gatito en su canasta,
a los niños de todos los álbumes de familia.
¡Ah no: no me vayas a llorar ahora!
El señor fotógrafo, debajo del trapo
negro, va a hacer clic-clic.
Es una foto del Atelier Klinger,
(de la Brabenstrasse, Braunau).
Braunau es un pueblo pequeño pero respetable,
de comercios serios, de vecinos honrados,
olor de pasta horneándose y de jabón negro.
No se oyen los alaridos de los perros ni los pasos del destino.
El profesor de Historia se amodorra
y bosteza inclinado sobre los cuadernos.
Las fotografías son instantáneas fugaces e, inclusive, aquellas tomadas y publicitadas como testigos de la historia, tales como el izamiento de la bandera norteamericana en Iowo Jima (de Joe Rosenthal); el beso de agradecimiento de la joven francesa al soldado norteamericano tras la liberación de Francia (de Robert Dosineau); la madre inmigrante (de Dorothea Lange); la del soldado Federico Borrell cayendo abatido durante la Guerra Civil Española, (de Robert Capa); han sido blanco de conjeturas.
El soldado republicano Federico Borrell, mientras cae abatido durante la Guerra civil española. (Fotografía de Robert Capa).
¿Quién puede prever
si mis historias sobrevivirán? ¿Quién puede saberlo? Hoy te consideran un
gran hombre y la próxima generación te tira al mar. La gloria es cuestión
de suerte, una jugada a los dados, mientras el amor es una sensación nueva
arrancada a la nada.
Del libro “Los años de la arcilla: Haceres
literarios de Efraim Castillo”.
ISBN: 978-99934-0-457-6.
Editorial: Ediciones
del Cielonaranja. Marzo, 2004.
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